También conocido como La Milla Verde, nombre original y que también recibe la adaptación cinematográfica con Tom Hanks como protagonista.
1932. Paul Edgecombe trabaja como jefe de plantilla en el bloque E de la prisión de Cold Mountain, el bloque de los condenados a muerte. Aunque nunca fue un trabajo agradable, Edgecombe, quien nos narra la historia desde su punto de vista, no fue hasta 1932 que empezó a plantearse todas sus creencias. Después de acompañar a más de setenta presos a la silla eléctrica, es en 1932 cuando ocurrió algo extraordinario en la vida de los guardias del bloque E, la milla verde, llamado así por el horrible color del tapizado.
1932 fue el año de entrada de Eduard Delacroix, el francés medio calvo que había conseguido amaestrar a un avispado ratoncillo llamado Cascabel, también fue el año de William Wharton, psicópata al que no le importaba nada y que tenía tatuado el nombre de Billy el Niño en un brazo, y también fue el año de John Coffey (suena parecido a café, pero no se escribe igual), un negrazo enorme de aspecto bonachón que no paraba de llorar y repetir "No pude evitarlo. Lo intenté, pero era demasiado tarde".
Coffey, acusado de violar y asesinar a las pequeñas gemelas Detterick, de escasa inteligencia y miedo a la oscuridad, obsesionó a Edgombe en el momento en el que descrubrió su don sanatorio y empezó a pensar que se habían equivocado con su sentencia...
El Pasillo de la Muerte, o La Milla Verde, fue un intento de volver a publicar una novela por entregas tal como se hacía antiguamente con escritores como Charles Dickens. Stephen King, que llevaba años dándole vueltas a esta historia, decidió probar fortuna con este método y el resultado no pudo ser mejor, ya que se convirtió en una de las novelas más vendidas.
Afortunadamente he podido leer la historia seguida porque creo que no hubiera podido aguantar entre entrega y entrega, casi me lo he leído de un tirón de lo metida que estaba en la historia.
Aunque Stephen King sea uno de los reyes del género de terror y esta novela sea promocionada como tal, lo cierto es que se aleja bastante del género y nos encontramos ante un drama humano centrado en los personajes y los múltiples matices que cada persona posee.
A partir de un escenario, frío, tenso y terrorífico como es la milla verde, la antesala de la muerte, King nos presenta el lado más humano de hasta las personas más bajas de la sociedad y cómo el hecho de estar a un lado o a otro de los barrotes de la prisión no te hace peor o mejor persona. ¿Cómo no sentir pena por Delacroix, y eso que estamos ante un hombre que violó y asesinó a una chica y en su afán por ocultar el crímen terminó por quemar vivas a seis personas más? Delacorix, un hombre que sonríe mientras Cascabel empuja el carrete o devora sus caramelos de menta. Y en cambio en el lado de los guardias tenemos a Percy Wetmore, sobrino del gobernador y niño mimado, y que es tan hijo de puta que hasta Wharton casi cae mejor que él.
King construye a unos personajes maravillosos, terriblemente humanos y cercanos, asesinos, violadores, pero que en el momento de la verdad casi todos se ablandan y lloran como niños cuando deben sentarse en la silla eléctrica. Este libro sin duda hace reflexionar sobre la pena de muerte, sobre el sistema de justicia y por supuesto sobre el racismo.
Porque Coffey es el auténtico motor de libro, ese grandullón con miedo a la oscuridad acusado de un crimen terrible que tiene el poder de curar con sus enormes manos. Coffey, ese ser adorable al que creo que es imposible no coger cariño.
Edgecombe va relatando los sucesos de ese otoño de 1932 pero no todos los sucesos están ordenados cronológicamente sino que va avanzando cosas y dejando pistas sobre lo que nos espera más adelante cosa que hace que sea tremendamente difícil cerrar el libro y seguir al día siguiente. Pero todo al final tiene su respuesta, no la que uno desearía, claro, pero todo se cierra maravillosamente y no queda ningún fleco sin resolver.
No me quiero extender mucho más porque por mucho que diga, no voy a hacer justicia a la genialidad que es esta novela, seguramente una de las más duras y emotivas que he leído nunca, de esas que te llegan al alma y te desgarran y te hacen plantearte muchas cosas. ¿Quién me iba a decir a mí que acabaría llorando como una madalena con un libro de Stephen King?
Sin duda, una de las mejores obras de King y una auténtica obra maestra.
Nota: 10
1932. Paul Edgecombe trabaja como jefe de plantilla en el bloque E de la prisión de Cold Mountain, el bloque de los condenados a muerte. Aunque nunca fue un trabajo agradable, Edgecombe, quien nos narra la historia desde su punto de vista, no fue hasta 1932 que empezó a plantearse todas sus creencias. Después de acompañar a más de setenta presos a la silla eléctrica, es en 1932 cuando ocurrió algo extraordinario en la vida de los guardias del bloque E, la milla verde, llamado así por el horrible color del tapizado.
1932 fue el año de entrada de Eduard Delacroix, el francés medio calvo que había conseguido amaestrar a un avispado ratoncillo llamado Cascabel, también fue el año de William Wharton, psicópata al que no le importaba nada y que tenía tatuado el nombre de Billy el Niño en un brazo, y también fue el año de John Coffey (suena parecido a café, pero no se escribe igual), un negrazo enorme de aspecto bonachón que no paraba de llorar y repetir "No pude evitarlo. Lo intenté, pero era demasiado tarde".
Coffey, acusado de violar y asesinar a las pequeñas gemelas Detterick, de escasa inteligencia y miedo a la oscuridad, obsesionó a Edgombe en el momento en el que descrubrió su don sanatorio y empezó a pensar que se habían equivocado con su sentencia...
El Pasillo de la Muerte, o La Milla Verde, fue un intento de volver a publicar una novela por entregas tal como se hacía antiguamente con escritores como Charles Dickens. Stephen King, que llevaba años dándole vueltas a esta historia, decidió probar fortuna con este método y el resultado no pudo ser mejor, ya que se convirtió en una de las novelas más vendidas.
Afortunadamente he podido leer la historia seguida porque creo que no hubiera podido aguantar entre entrega y entrega, casi me lo he leído de un tirón de lo metida que estaba en la historia.
Aunque Stephen King sea uno de los reyes del género de terror y esta novela sea promocionada como tal, lo cierto es que se aleja bastante del género y nos encontramos ante un drama humano centrado en los personajes y los múltiples matices que cada persona posee.
A partir de un escenario, frío, tenso y terrorífico como es la milla verde, la antesala de la muerte, King nos presenta el lado más humano de hasta las personas más bajas de la sociedad y cómo el hecho de estar a un lado o a otro de los barrotes de la prisión no te hace peor o mejor persona. ¿Cómo no sentir pena por Delacroix, y eso que estamos ante un hombre que violó y asesinó a una chica y en su afán por ocultar el crímen terminó por quemar vivas a seis personas más? Delacorix, un hombre que sonríe mientras Cascabel empuja el carrete o devora sus caramelos de menta. Y en cambio en el lado de los guardias tenemos a Percy Wetmore, sobrino del gobernador y niño mimado, y que es tan hijo de puta que hasta Wharton casi cae mejor que él.
King construye a unos personajes maravillosos, terriblemente humanos y cercanos, asesinos, violadores, pero que en el momento de la verdad casi todos se ablandan y lloran como niños cuando deben sentarse en la silla eléctrica. Este libro sin duda hace reflexionar sobre la pena de muerte, sobre el sistema de justicia y por supuesto sobre el racismo.
Porque Coffey es el auténtico motor de libro, ese grandullón con miedo a la oscuridad acusado de un crimen terrible que tiene el poder de curar con sus enormes manos. Coffey, ese ser adorable al que creo que es imposible no coger cariño.
Edgecombe va relatando los sucesos de ese otoño de 1932 pero no todos los sucesos están ordenados cronológicamente sino que va avanzando cosas y dejando pistas sobre lo que nos espera más adelante cosa que hace que sea tremendamente difícil cerrar el libro y seguir al día siguiente. Pero todo al final tiene su respuesta, no la que uno desearía, claro, pero todo se cierra maravillosamente y no queda ningún fleco sin resolver.
No me quiero extender mucho más porque por mucho que diga, no voy a hacer justicia a la genialidad que es esta novela, seguramente una de las más duras y emotivas que he leído nunca, de esas que te llegan al alma y te desgarran y te hacen plantearte muchas cosas. ¿Quién me iba a decir a mí que acabaría llorando como una madalena con un libro de Stephen King?
Sin duda, una de las mejores obras de King y una auténtica obra maestra.
Nota: 10