Las noticias caen de las primeras páginas, en
muchas ocasiones, por intereses espurios e interesados. En Venezuela ya no
importa si hay carencia de alimentos o si Maduro es un gobernante exótico, ya
han pasado las elecciones y por tanto nos importa un bledo, se ha cumplido el
objetivo, meter miedo contra Unidos Podemos.
Y Turquía ha dejado de ser noticia a los pocos
días del golpe. Da igual que haya 70.000 arrestados y que se haya atacado a
todas las instituciones del Estado, en mayor o menor medida. Europa tiene que
callar, no vaya a ser que se cabree y llene sus países de refugiados famélicos
y molestos.
Y es que Erdogán está pasando de ser un
presidente elegido democráticamente a ser un vengador insaciable de sus oponentes
políticos. Ha acabado con un golpe militar a costa de instaurar un golpe civil
contra la democracia. Los hechos así lo confirman.
Hoy entre detenidos y represaliados hay más de
70.000 turcos y la purga no ha acabado. A todo ello hay que añadir que se han
clausurado decenas de medios de comunicación, escuelas y universidades laicas,
así como asociaciones culturales, sindicatos y otros entes considerados
contrarios al régimen. Hay centenares de jueces represaliados, y unos tres mil
funcionarios de justicia afectados.
Y para colmo, va a reinstaurar la pena de
muerte, también con carácter retroactivo para activarla con los represaliados
más relevantes. Todo ello, mientras que Europa mira a otro lado y tan sólo le
amenaza con parar las negociaciones de entrada en la UE de Turquía. Algo
irrelevante, puesto que las mismas estaban ya paradas.
Esta Europa cobarde que se acojona y es incapaz
de tomar acciones cuando un país militarmente poderoso lo merece, es la misma
que se embrutece y aplasta a los refugiados, inmigrantes y países de menor
poderío como Grecia o Portugal, o también España.
Europa sabe del poderío militar turco y de que
forma parte de la OTAN, por lo que, por el momento, tiene el apoyo
estadounidense, por lo tanto prefiere nadar y guardar la ropa. Esperar a que
escampe y borrón y cuenta nueva. Luego ya verán cómo arreglan los problemas que
les pueda traer este país a sus puertas, con intereses expansionistas y con una
religión fundamentalista.
El golpe civil de
Erdogan, que ha seguido al fallido golpe militar, es de una contundencia atroz
y se está apoyando en un proceso de islamización que debería preocupar al
mundo, es especial a Europa.
Erdogán,
contradiciendo el principio ideológico de Atartürk, el fundador de su partido,
considerado el padre de la patria, está abandonado la senda del laicismo y
entrando, cada vez más, en la islamización de Turquía. Sabe perfectamente que
su política de represión y de pensamiento único sólo puede ser expandida (nunca
comprendida) como una misión divina, de fe, nunca como una solución
democrática. Ello unido a la guerra contra la cultura occidental le está dando
un aval ante gran parte del pueblo turco, que es religioso y de nivel cultural
bajo.
De forma inteligente
ha encontrado, además, el enemigo único --Gülen, un líder afincado en USA,
y amigo suyo hasta hace dos años--, al que le acusa de todos los males,
incluido el golpe. Un enemigo al que es más fácil echarle las culpas y del que
no se tienen pruebas que haya actuado en ese golpe. Se trata de la lucha entre dios y el demonio,
entre el bien y el mal y esa simplificación hace creíble, ante muchos turcos,
una mentira bien orquestada.
Esta es la fotografía de la Turquía actual. Un peligro para el futuro de
Europa. Su islamización hoy puede convertirse en un fundamentalismo yihadista
que haga, de este país de 80 millones de habitantes, un peligro futuro, nido de
terrorismo internacional. Pero no importa, Europa vive al día, mejor no mirar
al futuro, da miedo.
Salud y República