En estos últimos días la blogosfera se calentó a pleno y hubo mucha más polémica. Si bien el tráfico aumentó bastante, los que andamos en esto sabemos que el impacto y el universo de lectores y comentaristas en los blogs políticos y económicos son, hasta ahora, bien reducidos en nuestro país. ¿Tres mil? ¿Cinco mil? ¿10 lucas?
De ahí que podamos decir que los que tenemos un blog o somos comentaristas habituales nos conocemos casi todos. Es una manera de decir, claro: yo no lo conozco personalmente al Licenciado Baleno, o a Lucas Carrasco, o a El Criador de Gorilas, o MarianoT (a quien por cierto, aprovecho para agradecerle todo lo que me está enseñando desde su blog. Aunque no comparta su posición). Podría exagerar y decir que ni siquiera sé si existen, tanto como ellos no saben quién está y existe detrás de Mendieta.
El otro día Mario Wainfeld, en la actividad organizada por MEC, planteaba su disgusto con el anonimato de los blogs. Y yo pensaba, mientras escuchaba, algunas dificultades que tenemos los que empezamos en esto con un seudónimo: “Mendieta el renegau” es una identidad que excede a quien lo escribe. A esta altura tiene su propia personalidad, una manera de decir ciertas cosas y plantear algunos temas que no necesariamente serían planteadas de igual modo si lo hiciera por fuera del blog. Es más: me permite decir cosas que, por razones laborales, no podría decir con la misma libertad y liviandad que te permite un post. Y no porque me censuren o comiencen a perseguirme. Simplemente porque iría en contra de mí mismo, de mi trabajo. Al mismo tiempo, ese anonimato me impide “capitalizar” en mi vida real algunos aciertos analíticos que supo tener Mendieta. Para que se entienda: un día, en una reunión, alguien me bajó línea a mí citándome un artículo que yo había posteado. ¿Me expliqué?
Por qué digo todo esto: porque en varios blogs amigos que leo cotidianamente noto un nivel de agresión y de insultos en los comentarios bastante creciente. Amparados en el anonimato, claro. Ni siquiera se molestan en ponerse un seudónimo, crearse una identidad virtual. Porque con alguien que tiene una identidad, aunque sea virtual, se puede intercambiar, debatir, pelearse y hasta ponerse de acuerdo, incluso.
Algunos casos son tragicómicos: te insultan y te acusan de intolerante en la misma frase. Otros ni se molestan en leer el post en donde comentan y simplemente GRITAN con MAYUSCULAS amenazas a diestra y siniestra. Otros son más burdos aún: algunos somos empleados de Alberto Fernández, de la SIDE, de Fidel y de Chávez, de la CIA y de la Mossad, de los Jedi y del Lado Oscuro.
¿Y saben qué? Lamento decepcionarlos. No nos da para tanto. Eso sí: sigan pensando lo que quieran. Somos tolerantes de verdad.
Que tengamos, todos, un martes en paz.