El país no está "dividido". Está fragmentado, que es parecido pero no es igual. Y está fragmentado en dos núcleos "duros" y un, a mí modo de ver, anchísimo (y mayoritario) campo en el medio, fluctuante y a la deriva.
Por si no queda claro:
- un núcleo duro está protagonizado por los simpatizantes del oficialismo, que cuentan a su favor con organización política (el Frente para la Victoria) y cierto mínimo común denominador alrededor de ciertas nociones básicas sobre el rumbo que pretenden para el país. En contra: el desgaste natural de 12 años de gobierno, cierto agotamiento del cuerpo discursivo fundante del proyecto, cierta encerrona en aferrarse a tácticas que hasta aquí funcionaron y parecieran haber entrado en crisis. El oficialismo tiene un desafío enorme: además de gestionar debe (volver a) hacer política.
- el otro núcleo duro está constituido por "el antikirchnerismo", que cuenta a favor con el desgaste natural de 12 años de gobierno, con cierto agotamiento del cuerpo discursivo del oficialismo y con la acumulación de sectores de poder adversarios decididos de las políticas impulsadas por el kirchnerismo (empresariales, judiciales, sindicales, sectoriales y, sí, mediáticos). Tienen en contra hasta el momento: la carencia redonda y completa de un liderazgo claro en términos políticos, la ausencia rotunda de un mínimo rumbo para proponerle, de manera transparente, a la sociedad. Lo que no quiere decir, claramente, que no haya en su interior diversos actores que tengan diversos "rumbos deseables". Pero no pueden amalgamar ese mínimo común que cualquier proyecto político debe ofrecer a la hora de enfrentar una elección. El antikirchnerismo tiene un desafío enorme: empezar a hacer política.
¿Qué tienen en común estos dos núcleos? Que atraviesan una etapa en que, preocupados por enfrentarse y preocupados por fortalecerse cada cual, ignoran todo lo que ocurre fuera de su círculo y del círculo del adversario.
Y como postulo arriba de todo: afuera está la mayoría.
Y las elecciones se ganan por mayoría. Mayorías a las que hay que convencer. Y para convencer hay que hacer política.
Quien rompa su círculo y la lógica de funcionar en espejo con el de enfrente, quien tome el control del "medio campo", ganará el partido.
Es la hora de los enganches.
Empecemos de nuevo.