martes, 28 de diciembre de 2010

Harlem y el pájaro anorak (y II)

En la guía turística decía que la ceremonia duraba una hora aproximadamente, pero cuando acabó aquella primera intervención del reverendo, ya debíamos llevar ahí como unos 50 minutos. Y según el programa, aún quedaban muchas más cosas: Que si pasaban dos veces el cepillo, que si la lectura de las escrituras, el sermón, las canciones (que para mi decepción no pasaron de cuatro), la comunión, una señora que habló ya no me preguntéis a cuento de qué.

En total: dos horas y media de misa que exceptuando unos 20 minutos de los (realmente buenos) coros, se me hicieron más que largas. Claro que el que hablaran en un idioma del que solo entiendo un tiempo verbal, es posible que ayudara.

El sermón fue especialmente extenso y yo me acordaba con cariño del cura que me dio a mí la comunión, que entre el primer “Queridos fieles” con que empezaba la misa del domingo y el "daos fraternalmente la paz", había 45 minutos cronometrados.

¡Ah, Don Sebastián! ¡Quién podría olvidarse de él!. Bueno, se ve que yo, porque no recuerdo para nada cómo se llamaba y le he puesto el primer nombre que me sonaba a cura que se me ha ocurrido.

Así que volviendo a aquel domingo, para entretenerme, hice lo que todos los feligreses poco entregados (y no te digo yo los que no entienden el idioma) han hecho desde el principio de los tiempos: Cotillear al personal.

Y si hay un sitio donde se puede uno fijar en cómo va vestido el personal, es en una misa gospel.

En algunas películas, los protagonistas van a la ópera, y no saben qué ponerse porque todo el mundo va de tiros largos, pues creedme, yo he ido a la ópera, y eso es mentira cochina, donde la gente va arreglada-arreglada es en misa en Harlem, un domingo por la mañana.

Todo el barrio en domingo está plagado de gente vestida de gala, y venga sombreros y pamelas, brillos y tocados, que te preguntas todo el rato qué torero se casará, perdón, se enlazará.

Tal y como había visto en algunas películas, toda la ceremonia es muy participativa, y es normal que la gente espontáneamente exclame el famoso ei-men o levante las manos o se sonría cuando el pastor hace algún chistecillo, mientras asiente y pone cara de "Es gracioso porque es verdad".

Lo que nunca había visto es que la gente tomara apuntes, pero juro que dentro del programa había una hojita suelta que se títulaba "Sermon Notes" y después tenía una serie de líneas, como:

Date: _________________________

Preacher:______________________

Notes:_____________________________________________________________

__________________________________________________________________

__________________________________________________________________

Que sí, que sí, que había una hoja específica para tomar apuntes y la chica que tenía yo al lado, escribía mucho, no sé si serían notas del sermón o que no acertaba a escribir bien el título completo del "pricher" y no hacía más que corregirlo mientras pensaba "¿Era reverendo junior o doctor senior?", pero la chica escribía que daba gusto.

Vamos que participan, pero tampoco están todo el tiempo como en éxtasis, y solo en algunos momentos cumbre, se animaba todo el mundo. Y es que en un ceremonia que dura dos horas y media de reloj si no eres palmero en un tablao flamenco, es imposible que estés todo el rato entregado.

Claro, que ya se sabe que hay gente "que lleva la fiesta allá donde va", o que viene animado de casa, o que tiene que dar el numerito allá donde vaya, llámalo cómo quieras.

En nuestro mismo banco teníamos dos buenos ejemplos: Uno era un chico de unos treinta y tantos, con rastas, chaleco de pana y aire modernillo, que se había traído su propia Biblia de casa y se pasó todo el rato con ella abierta.

Que yo no sé qué leería, porque se le veía muy entregado a su lectura tanto cuando se leyeron las escrituras como cuando se contaba que Fulano estaba en el hospital o que unos se estaban preparando para hacer la comunión.

También tuvo momentos en que, sin que nadie más lo hiciera, se levantó y se puso con los brazos extendidos y con la cabeza echada para atrás, con cara de concentración. No vi a nadie que hiciera nada similar, pero si creía que a ser la estrella del día, estaba muy equivocado, porque como a mitad de ceremonia, entró un participante mucho más molesto y que no suele faltar en ninguna parte: La señora que llega tarde.

Para empezar, como llegó tan tarde y con dos niños pequeños, no sé cómo consiguió que se levantaran dos señores para hacerles sitio. Quizá todo estaba preparado pero se sentó al lado del chico de las rastas, su gran rival en el mundo del espectáculo.

Nada más llegar, y así en frío, sin calentar ni nada, que tiene su mérito, se puso en el pasillo a dar patadas en el suelo mientras gritaba amén y oh, yeah, y no sé cuántas cosas más, mientras el resto de la parroquia estaba bastante tranquilita.

Pero aquello no era más que un ensayo, porque en su carrera triunfal, como tantas veces les escurre a las estrellas, se interpuso su familia, en concreto el niño pequeño, que no tendría más de cinco años y que empezó a llorar como un berraco, sin duda como queja a cómo le habían vestido. Y es que la pobre criatura llevaba una camisa y una corbatitas hechas de la misma tela roja como brillantosa.

Se ve que el muchacho tenía mejor gusto que su madre (que es fácil) o que no conseguía diferenciarse la cortaba de la camisa (yo no podía, de verdad que me tuvo que explicar mi hermana que llevaba una corbata), y no pudiendo soportarlo más, se echó llorar a lágrima viva.

O a lo mejor le había pagado algún feligrés para que saliera su mamá de ahí un ratito, yo incluso tendo mis sospechas de que pudo ser el propio doctor reverendo junior senior, que no se oía ni a sí mismo, con la buena señora dando voces.

La mujer se lo llevó de ahí, sospecho que por indicación de uno de los manipuladores de alimentos, eso sí, en su huída a Egipto dejó ahí solita a la niña, que no sé si habría cumplido ni los ocho años. Que sí, que de verdad que a Egipto por lo menos se fue la mujer, o eso, o estaba buscando una tienda abierta para comprarle una corbata menos horrible al niño, porque tardó unos cuarenta y cinco minutos en volver.

¿Que qué hace una cría pequeña, sola en misa, sin nada con qué distraerse, como un hermano pequeño al que darle puntapiés, al otro lado del Atlántico? Pues lo mismo que a este, aburrirse.

La pobre buscó ayuda en la persona que tenía más cerca: Nuestro amigo de las rastas, y le miraba con esa carita de pena con que te miran los niños cuando buscan que alguien les haga caso.

Pero nada, no hubo manera, el tipo no la hizo ni el más mínimo caso. No porque pasara de ella, qué va. ¡Pobrecito! Si el chico la hubiera ayudado, pero es que claro, miraba tanto y tanto al cielo, literalmente, que no podía ver lo que pasaba en el suelo, donde se había colocado la niña sin darse cuenta de que ahí no la iba a ver.

Y mientras el reverendo predicaba que había que abrirle el corazón a Jesús, él estaba más de acuerdo que nadie levantando los brazos y moviendo la cabeza. Y allí sigue en su casa, esperando que llame para abrirle la puerta, que total, es difícil que aparezca, y más para pedirle que se quede con los niños esa tarde.

Así que él se quedó haciendo su numerito místico-gimnástico y la pobre cría tuvo que sacar su arma secreta contra el aburrimiento: Una pluma.

No, no digo una pluma estilográfica con la que hiciera dibujitos en los papeles que nos habían dado o algo así, sino una pluma de pájaro. Supongo del pájaro almohada o del pájaro anorak, que de alguna manera llegó a su mano y con la que estuvo jugando durante tiempo y tiempo. Que nadie le ha sacado tanto partido a una pluma desde Lope de Vega.

Pero dejemos a nuestra Fénix de los Ingenios y volvamos con el resto de la parroquia, y del servicio. Como todos los que han estado en el gallinero en su vida (¡el gallinero! ¡de ahí debió sacar la pluma!) me dediqué un buen rato a fijarme en el patio de butacas, donde entre un mar de sombreros, descubrí algo me llamó la atención.

Al principio pensé "Qué rarito ese tocado que lleva esa señora que va de blanco inmaculado, parece una cofia y todo", y es que ¡Era una cofia!. Una cofia de enfermera de película, porque la señora era una enfermera de película, vestida con su uniforme blanco y su cofia que ya solo se ve en las películas para adultos. Aunque la mujer daba más bien el perfil de enfermera grandota con la que no se enfrenta nadie, y que no necesita decir alguna chorrada como "¿Hoy nos vamos a tomar la medicación?", que ya te tomas la medicación tú solito nada más verla, no vaya a ser que te secuestre si te rompes una pierna en un accidente en medio de un paraje nevado.

Acabó el sermón y otras partes de la ceremonia y llegaron los señores de traje aquellos tan serios, que a larga se vio que sí les iban a ser útiles los guantes, porque llevaban unas enormes bandejas, que entregaban al que se sentaba a un extremo de los bancos y nos íbamos pasando unos a los otros, después de quedarnos, o no, con vasito, similar a donde te dan en el avión, para echarle la leche al café.

Pero esto no era leche, sino el vino de misa. Y es que como hubiera sido un lío increíble tanta gente subiendo y bajando para comulgar, no sé en las demás iglesias, pero ahí han tomado la decisión de que cuando el reverendo da la comunión, los fieles toman el vino a la de tres y se dan por comulgados.

Bueno ¿pero no faltaba algo más importante? Pues sí, y es que para mí sorpresa, después de que todo el mundo levantara el vasito, abrieron una tapita que tenía, sacaron la hostia, la tomaron y después ya abrieron el vino.

Y toda esta práctica a la par que higiénica idea la han sacado de las originales tapas españolas, que todo el mundo sabe que se llaman tapas, porque se servían tapando los chatos de vino. Así es el ingenio español que asombra al mundo.

Vale, es posible que no hayan sacado la idea de ahí, pero no me negaréis que el sistema es exactamente el mismo.

Por fin acabó aquel servicio, y me fui de ahí pensando que aquella era la misa más larga a la que había ido en mi vida, exceptuando quizá aquella Misa del Gallo a la que fui con mis tíos en mi lejana infancia, que duró muchísimo porque cuando leían las escrituras, aparecían niños disfrazados que representaban a María, San José... etc...

Tanta representación de todo lo que iban diciendo hubo, que cuando llegó el momento en que el sacerdote dijo "Cordero de Dios...", mi primo dijo a viva voz:

- ¿Y dónde está el cordero?

lunes, 20 de diciembre de 2010

Harlem: ¡Eh, tío! (I)

El quinto día era domingo y por lo tanto decidimos ir a misa. Yo es que, allá donde me encuentre, voy a misa todos los domingos, sin faltar uno.

Bueno sin faltar uno, sin faltar uno. Quizá haya exagerado, reconozco que es posible que haya faltado algún que otro. ¿Cuántos? Pues no sé, no muchos, los 1.300 últimos aproximadamente, pero es que un día por otro, lo vas dejando, lo vas dejando...

Para que no se convirtiera en el 1.301, en nuestro planning uno de los fijos era ir a una misa a Harlem. Así que esperaba emocionada poder ver esos grandiosos coros, con magníficas voces, cantando súper animados alegres canciones gospel y también conocer el exótico barrio de Harlem.

Nos levantamos prontito para llegar a tiempo a "misa de once", antes de salir me estaba arreglando, mirándome al espejo, y recordando las palabras de la guía que pedía que se acudiera correctamente vestido, me pregunté:

- ¿Voy lo suficientemente elegante para ir a misa?

Me miré fijamente y me respondí:

- Espera ¿He pensado realmente que si voy bien vestida para ir a misa? A ver... pues sí, la del espejo diría que soy yo.

Y es que yo mantengo animadas conversaciones conmigo misma: Me pregunto, me respondo, me llevo la contraria. Y así no me aburro nunca, de hecho hay quien dice que soy la más animada del psiquiátrico.

Volviendo a aquella mañana, terminamos de arreglarnos y así, endomingadas, y nunca mejor dicho, mi hermana, mi doble personalidad y yo nos fuimos de excursión a “misa de once”.

Harlem resultó estar relativamente cerca de nuestro hotel, hacia el Este, cuando habíamos avanzado por Amsterdam Av. cruzando unas cuántas calles, dijimos:

- Mira, una iglesia.

Incluso creo que le sacamos una foto.

Al cabo de un par de calles, una vez más "Mira, una iglesia". No, esta vez no le hicimos foto.

No sé si lo he comentado alguna vez, pero hace años fui al Valle del Jerte a ver la famosa floración de los cerezos en Marzo, fui con un grupo excursionista y al principio no veíamos nada especial, si acaso algún almendro florido, hasta que empezamos a ver los primeros cerezos.

- Mirad, un cerezo. Mirad, otro.

- Oh, qué bonito. (foto-foto)

Al final del día, dijo uno del grupo ¿Os acordáis de la ilusión que nos hizo ver el primer cerezo? Porque a esas horas nos hubiera hecho ilusión NO ver un cerezo.

Pues en Harlem ocurre lo mismo, hay iglesias, iglesias e iglesias, en un número que no sé si habrá en Roma o en Sicilia, pero hay hasta dos y tres en la misma manzana. La mayoría son tal y como son aquí, aunque de otro estilo arquitectónico, pero algunas son un piso o un bajo en un edificio, algunas tienen carteles en inglés y se llaman St. Andrews Church o cosas por el estilo, y otras directamente parecen una fábrica de muebles de la Carretera de Toledo, ejemplo:

Iglesia cutre, pero con la autoestima muy alta.

Ah, llegamos tarde, por supuesto. Pero claro, el pobre autobús, venga a esquivar iglesias, que yo no sé ni cómo pudo llegar.

Cuando llegamos, cantaba un coro, oh, qué maravilla, qué voces. Unos señores muy serios que debían ser manipuladores de alimentos porque llevaban guantes, no nos dejaron pasar, porque solo dejaban entrar digamos en “los intermedios”.

Mientras esperábamos, me dediqué a leerme un folleto que había cogido a la entrada, que estaba disponible en varios idiomas y que explicaba cómo comportarse y cuál iba a ser el programa del día. El nuestro por supuesto estaba en español y tenía frases como:

- Estamos pidiendo a todos los visitantes a no tomar fotografías.

- Estamos pidiendo a todos los visitantes que se preparen para el culto.

Y así un listado de varios "estamos pidiendo" seguidos de las peores traducciones de todos los tiempos, que de verdad de la buena que estuve tentada de devolvérselo corregido y devolverlo en el cepillo, mientras declamaba en mi interior con mucho dramatismo:

¡Mi viejo enemigo, mi Némesis! ¡Aaaaah present continuos, nos volvemos a encontrar! ¿Qué te creías que no te iba a reconocer porque te hubieran traducido tan inadecuada como literalmente? Ja-jaaa (risa de peli de miedo, por favor)

Acabó la canción y nos pudimos sentar, por supuesto en uno de los asientos del piso superior, que es donde nos dejan sentarnos a los turistas, en el “patio de butacas” solo se sientan los feligreses. Bueno, los puntuales, que a los que llegan tarde les toca compartir bancos con los turistas en el gallinero.

Salió a escena el Rev. Dr. Jack R. Jackson, Jr., Senior Pastor

Os va a sorprender, pero he cambiado el nombre y el apellido, pero los “Rev. Dr. Jr.” y en general todo lo que no supera las 3 letras, son literales, que a ver si os creéis que yo voy a ver a cualquiera, no, no, yo me dije, si yo oigo a un orador, que al mismo tiempo sea senior y junior y doctor y reverendo y pastor y lo haga falta. Que iré poco a misa, pero cuando voy, voy.

Esta retahíla de títulos no solo lo estoy viendo ahora mismito en el folletito de marras, sino que es normal que se ponga en el exterior de las iglesias, junto a una foto sonriente del orador del día. Más o menos que se anunciaban los artistas que actuaban en la cubierta Promenade de aquel barco cuyas aventuras nunca terminé.

El Doctor Reverendo después de darnos la bienvenida a los visitantes y animarnos a besarnos y achucharnos a los unos con los feligreses (sí que hay marcha en estas misas, pensaba yo), empezó a dar lo que, entre el misterioso castellano del programa del día y lo que buenamente iba entendiendo, llegué a la conclusión que era la sección de anuncios de la parroquia.

Quizá algunos recordéis que hace muchos años había un anuncio (de mayonesa, creo) que tenía como música de fondo el famoso gospel "Amen", de manera que en el anuncio solamente se oía, en varias ocasiones:

- Eeeei-man, eeeeei-man, eeeei-man, ei-man, ei-man

Lo que en mi infantil cabecita durante mucho tiempo se traducía por "Eh, hombre" o algo así, y me imaginaba que el gospel en cuestión, exhortaba a la fe a la gente con un amistoso "Eh, tío" o "Venga tíos" (haceos cristianos, que total, qué os cuesta)

Hasta varias décadas más tarde no entendí que era la forma de pronunciar el "Amén" de toda la vida de Dios (y nunca mejor dicho).

Sin embargo, aquel día, para mí tenía más sentido mi versión inicial de los hechos.

Me explico, el orador iba diciendo que si este feligrés estaba enfermo, que si aquel había tenido un hijo, y cada dos por tres (6) preguntaba, que no afirmaba:

- Ei-men?

Y la gente afirmaba muy convencida:

- Ei-men!

Que no me diréis que no suena mejor que el hombre dijera:

- Recemos por nuestros hermanos tal y cual (incluso venía la lista en el programa) que están hospitalizados

Y añadiera:

- ¿Sí, tíos?

- Sí, sí, tío, sí.

A que dijera

- ¿Amén?

- Ah, sí, sí, lo que se dice en misa es amén, que se nos había olvidado.

Continuará

martes, 7 de diciembre de 2010

La plaza del pueblo.

A donde nos mandó el guía con esa autoridad que nos había convenido, era nada más y nada menos que a Times Square. Que para entendernos, viene a ser como la plaza del pueblo de Nueva York.

Si eres un naufrago o un anacoreta que ha vivido en una cueva y quieres ver a todos los seres humanos que no has visto en 15 años, pero todos a mogollón, en una sola tarde, es el sitio idóneo, si no, abstente de ir un sábado por la tarde/noche, aunque te lo ordene un ciclista croata.

Aún así, ese no fue, ni mucho menos, el momento en que me he visto más rodeada de gente, porque en mi vida he tenido dos momentos en los que me he visto atrapada por una aglomeración humana que no me dejaba moverme y ambos fueron en la capital de España (Yurop).

Una vez fue un par de semanas antes de navidad, saliendo del metro Puerta del Sol por la boca de la calle Mayor, esto lo digo como servicio público, para que nadie cometa mis mismos errores. Recuerdo aquel momento en que me tuve que enfrentar a la realidad: estaba en las escaleras de metro, rodeada por tal cantidad de gente que no podíamos avanzar en ningún sentido.

Si ir a la Puerta del Sol en fechas decembrinas quizá no demuestra muchas luces, la siguiente vez me vi arrastrada (y nunca mejor dicho) sin comerlo ni beberlo. Y es que estaba por el centro, un día cualquiera y de repente me vi en medio de un marasmo increíble, que como he dicho, me arrastraba literalmente, porque mis pies perdieron contacto con el suelo en un par de ocasiones. Recuerdo haber pensado con total serenidad que había llegado el final de mi terrenal existencia y que este pensamiento fue seguido de otros dos:

Que lamentaba profundamente haberme metido por esa calle pero que me quedaba un consuelo, y es que aquella misma tarde estrenaba una falda que me acababa de comprar. Porque a mí, eso de morirme teniendo cosas sin estrenar, me fastidiaría muchísimo.

¿Que por qué fue? ¿Una manifestación? ¿Una revuelta popular? ¿Acaso un cochecito de bebé bajaba unas escaleras descontroladamente? Yo qué sé... ¿las rebajas?

No, mucho peor, que le habían puesto 3 lucecitas (dignas de las fiestas de las mejores pedanías de Peralejo de la Sierra) a algunos monumentos de Madrid. Por lo que pude oír en aquellos, que yo pensaba que serían mis últimos momentos, era para celebrar el enlace del Príncipe de Beckelar. No sé si porque el alcalde es un gran admirador de la leche con galletas (porque sin líquido no hay quién se las coma) o porque Madrid y Beckelar están hermanados. Por cierto, ¿Beckelar qué es? ¿Un país, una ciudad, como el Condado de Treviño, quizá?

He dicho “enlace” que es algo así como una palabra reservada, digamos una palabra-artículo de lujo . Como “excéntrico” que solo se aplica a “millonario”: “Millonario-excéntrico”. Porque ¿alguna vez ha oído alguien “persona de clase media excéntrica”? Pues no.

Pues igual, algunos tienen onomáticas, mientras el resto de los mortales tenemos un santo, o bautismos, mientras los demás nos conformamos con un bautizo y se enlazan en vez de casarse. Estas cosas están solo al alcance de la gente con muchos apellidos unidos por guiones y “des” y “de las“, o a la gente a la que les pagamos la boda entre todos, no lo tengo muy claro todavía.

Pero volvamos a Times Square y al futuro ese en el que hice las fotos. Nos habíamos quedado en que era sábado por la tarde y por si hubiera o hubiese poca gente ya de por sí, además hay una taquilla para conseguir entradas se última hora para los musicales de Broadway e incluso hay actores disfrazados como en los musicales, que amenizan las interminables colas que se forman.

No solo eso, se dice que no se viaja a Nueva York sin encontrarte un famoso y ahí es donde vimos el primero de las dos "celebrities" que vimos.

A quién fue? Qué intriga ¿a quién os imagináis? Pues nada más y nada menos que aaaa (redoble de tambores) ¡¡Al Vaquero Desnudo!!

Impactados ¿verdad?

Vale, aprovechemos este momento en que se oye el cri-cri de los grillos, para que lo busquéis en las webs gays. Sí, ese es el famoso que vimos. Un famoso de tercera regional, lo reconozco.

¿Que a qué se dedica ese caballero, además de pasar frío en lugares públicos? A comprarse ropa, sospecho que no. Pues creo que cobra por hacerse fotos "sexys" con mujeres casadas que se han ido de viaje con unas amigas y le mandan la foto corriendo a su marido. Yo por lo menos le vi haciéndose una de ese cariz con una mujer que se tronchaba de la risa. El marido no sé si rió tanto o no.

Como cualquier plaza del pueblo no faltan sus personajillos, como este Nacked Cowboy, o sus recién casados haciéndose fotos ¿que no os lo creéis? Pues aquí está la foto, no, no son extras, justo encima de la fecha, aparecen unos que se acaban de casar de verdad y aprovecharon a hacerse las fotos en medio de una marea humana de turistas y ahí está la chica, con su tul ilusión, recibiendo empujones de los de la cola de las entradas de última hora, los cien mil turistas y los anuncios de series de televisión. El día más feliz de su vida.


Y a las damas de honor no las sacamos porque nos dio más vergüenza que tiempo, pero os juro que había varias chicas vestidas de raso fucsia haciéndose fotos a cuatro metros de distancia.

Así que básicamente, es una zona muy fotogénica: entre los novios, las casadas bromistas y los simples turistas, ahí todo el mundo hace fotos, o cola, si algún día monto una agencia de viajes, creo que voy a diseñar un paquete "cola y fotos" y mientras se hace cola para conseguir una entrada, pasará por ahí el tonto del pueblo ligero de ropa, los novios, unos del elenco de "Mama Mía" y los de la secta, y el Orfeón Donostiarra. Ya veréis qué exitazo

Ah, porque también hay unos de una secta, no sé cómo se llaman ni cuáles serán sus objetivos en la vida, porque pensé que eran de algún musical étnico, pero quizá sea conseguir que la gente no se haga fotos con un tío en calzoncillos y sombrero vaquero. Aunque ellos la verdad es que también van de lo más folklórico, los tíos.

Y presidiéndolo todo: Almodóvar, bueno, o por lo menos “su obra”, en concreto “Mujeres al borde de un ataque de nervios”, un título muy ad hoc para tan relajante experiencia, la verdad.

Por si ese festival fotográfico no fuera suficiente, en medio de aquel mogollón de repente vimos que todo el mundo miraba al mismo sitio y movía la manita en plan "¿Puedo saludar?"

Nosotras no podíamos ser menos y terminamos por localizar el panel al que todo el mundo miraba, y cuyo extraño influjo les obligaba o bien a saludar (¿a quién?) o a hacer (aún más) fotos.

Resulta que en ese panel salíamos todos los incontestablemente panolis que estábamos en ese momento más o menos enfrente, intentando localizarnos frenéticamente y justo cuando más o menos lo habíamos conseguido, aparecía en la pantalla la imagen de una modelo que nos hacía diversas perrerías virtuales, como lanzarnos pintura encima.

He aquí el ejemplo. Yo estoy haciendo una foto, y mi hermana se mantiene en el economato gracias a un churretón de pintura rosa que la tapa. Ahora nadie podrá decir que no salgo en ninguna foto, es facilísimo localizarme. No me lo negaréis.


miércoles, 1 de diciembre de 2010

Central Park

Lo que aún nos quedaba por ver, era Central Park cuya visita iniciamos llenas de ilusión. Ilusión, bolsas y cansancio. Vale, y también colesterol.

Alrededor del parque hay cienes y cienes de coches de caballos de esos que contrata el chico con la intención de ligarse a la chica porque pocas cosas son más románticas que verle el culo a dos caballos y a un cochero cincuentón, mientras la gente se ríe de ti por la calle y te hace fotos.

Ignoro lo que cuestan, pero es fácil suponer que no son tan económicos como los múltiples taxis-bicis, tuc tuc o cómo se llamen que nos acosaban cada 2 segundos, y que nosotras rechazábamos sistemáticamente (como a los cientos de hombres que nos acosan a diario en cualquier parte del planeta al que vamos).

Hasta que comprendí que nos ofrecían sus servicios y no su corazón y empecé a pensar serivamente dos cosas:

a) Cuánto pagaría por poder sentarme en ese momento

b) Cuál es el peso máximo que puede llevar una bici de esas

Al final, las respuestas fueron

a) Menos de lo que pensaba.

b) Mucho más de lo que hubiera creído.

De esto último me di cuenta cuando vi en uno a un matrimonio de mediana edad, con maridito aficionado a las barbacoas, y pensé “Si ese bicicletero puede cargar con Chuck y Mary, conmigo también”. Aunque no a los 3 a la vez, a ser posible.

Por cierto, que preguntando a la chica de Guguel cómo se escribe esto, veo un anuncio “Se traspasa Tuc Tuc por enfermedad”.

Así, sin más, aventuro un diagnóstico: lumbago.

En medio de este proceso mental apareció un avispado tuctuquero que nos enseñó un montón de fotos de gente tomando el sol en el parque (somos españolas, para ver gente tomando el sol, no tenemos que irnos muy lejos) y muchas fotos de monumentos que nos iba a enseñar con magníficas explicaciones por un módico precio.

- Where are you from?

"Espein, Espein” dijimos y no me extrañaría que añadiéramos “Yurop”.

Resultó saber dónde estaba Espein porque era croata (creo recordar) y nos juró que nos iba a hacer descuento gracias a nuestra común adscripción al mismo continente y su admiración la la inefable cantante de Armilla (Granada) que le llevó a vivir una celebreison hace unos años, aunque quería que le explicáramos qué significaba la estrofa aquella de “tooodos juntos, la necesidad”.

Vale, lo segundo me lo he inventado, y lo primero era mentira cochina.

Por cierto ¿no existe un grupo en feisbuk que se llame “No he podido quitarme de la cabeza ‘Yurops livin a selebreison, pero me da miedo que se me pegue algo peor’”?

Pues debería.

¿Que no hay nada peor? ¿Seguro? Pues ayer oí esa de Mecano sobre Dalí. Toma ya. La escuché en el vestuario del gimnasio, donde tienen una extraña selección que yo llamaría “Grandes éxitos moñas del pop español”.

Así que nos subimos a aquello, mientras yo me imaginaba lo graciosas que iban a quedar las fotos de la bicleta volcada por mi lado, y yo intentando salir con ayuda de tres policías neoyorquinos. Algo que increíblemente no sucedió, aunque me pareció que las cuestas la marcha se ralentizaba claramente. Los bolsos, que pesaban mucho, sin duda.


Nuestro guía visto desde nuestro asientito. Documento que demuestra que los michelines no se quitan montando en bici.

A mí el guía me encantó, sobre todo porque le entendía perfectamente, de hecho fue a la persona que mejor le entendí del todo viaje. Ah, los croatas ¡Esos sí que saben hablar inglés!

El hombre además ponía un entusiasmo digno de elogio, y añadía gestos a todo lo que iba contando. ¿Que pasábamos por la estatua de Balto? Pues nos contaba las hazañas de tan noble can, haciendo que corría por la nieve.

También nos hizo el avión para contarnos lo de aquel piloto que aterrizó en el Hudson, y de novio enamorado que le pide de rodillas, a la chica que se case con ella en uno de los puentes del Parque, y de chica emocionada que calibra los quilates del diamante.


Chulísimas burbujas que hacían unas chicas al lado de una fuente donde nuestro guía nos obligó a bajarnos y a hacer fotos, quisiéramos o no.

Tan bien nos cayó que terminamos obedeciéndole ciegamente, y nos bajábamos en los sitios que nos decía (dejando las bolsas en el tuc tuc), hacíamos las fotos donde nos mandaba y al dejar el parque nos fuimos exactamente al sitio donde nos mandó el hombre (que no es el que estáis pensando)

Yo qué sé, sería la emoción de entender a alguien, pero nos despedimos de él efusivamente y le deseamos de todo corazón que pronto fuera fichado como asesor de Pacific Blue.

Sí, hombre, Pacific Blue ¿no conocéis esa magna serie "de acción" de los 90? Pues la están reponiendo.

Va de unos policías, todos increíblemente jóvenes, atléticos y con dificultad para encontrar uniformes que no les queden estrechujos, que patrullan por el peligrosísimo paseo marítimo de no sé dónde, lo que justifica cientos de imágenes de bikinis, y digo bikinis porque ya ni siquiera enfocan la cara de las chicas, mientras ellos defienden la ley con la más inefable arma contra el crimen: La bici.

Jo, si yo fuera criminal y viera a unos policias en bici, me quedaría paralizada por el miedo. Por el miedo de lo que se iba a cachondear de mí la gente en la cárcel, como dijera que me habían detenido unos bici-polis.

¡Lo que daría por ver la reunión en la que se presentó esta idea a los ejecutivos de la cadena que fuera y sobre todo, la clase de sustancias que estaban tomando!