Cuando tenía 7 años en el colegio nos dijeron que iban a empezar a hacer actividades extraescolares. Los de mi edad podíamos escoger entre inglés y kárate.
Salí corriendo de clase, mientras me imaginaba dando patadas a diestro y siniestro y diciendo:
- ¡Kía! ¿Y mi kimono?
Que para mí era el gran mantra que da fuerza y concentración a los grandes luchadores de artes marciales de todos los tiempos, o por lo menos, a los que yo conocía: La niña del anuncio y el mono borracho.
Es verdad, no solo me convertiría en un arma mortal con un asombroso dominio de mi cuerpo y de mi mente, sino que ¡me comprarían un kimono! ¡Y cada cierto tiempo, un cinturón!. A la porra el dominio cuerpo-mente ¡Repartir leña y estrenar ropa! ¿Podía haber mejor plan?.
Y así llegué feliz y contenta a mi casa, supongo con el típico papelito de colores que te daban en el colegio y que:
a) Raramente entregabas a tus padres.
b) Más raramente se leían tus padres.
c) Aún más raramente le importaba un rábano a ti, a tus padres y al que lo había hecho en la multicopista (entonces había multicopistas).
Pero mi madre se leyó ese papelito, precisamente ese y dijo que el kárate era muy peligroso porque me iba a romper una pierna y que en consecuencia, iría a clase de inglés. Vamos, que si la otra actividad hubiera sido aprender a mascar tabaco, supongo que me hubieran apuntado igual.
De repente comprendí la cruda realidad, no solo vi alejarse de mí las ilusiones de ese futuro de violencia justificada sino la posibilidad de tener una escayola que me pudiesen firmar. Mi sueño dorado de toda la infancia.
Así que a los 7 años empecé a estudiar inglés una hora, martes y jueves. Pero no creáis que lo hice de mala gana, que yo soy una animosa de la vida y decidí que ya que no podía tener una muerte trágica como Bruce Lee, asombraría a todos con mi don de lenguas.
Recuerdo algunas de aquellas lecciones de aquel primer libro, como aquella en la que aparecía una casa dibujada a la que le faltaba un trozo de pared y de techo (qué descuidados estos ingleses construyendo, no es por nada) y al lado de cada elemento, un cartelito “window”, “door”, “table”...
También aprendimos el verbo “tubí” (aiam, yuar...)
Al año siguiente dábamos inglés pero no recuerdo que avanzáramos mucho sobre el tema este de la casa, el verbo tubí y algunas otras nociones que ya conocía: que si los días de la semana, los colores, los números y poco más.
Después cambié de colegio, y no volví a dar inglés hasta los 11 años. Yo sentía que dominaba la situación, dada mi magna experiencia al respecto.
Lo más triste es que no andaba desencaminada, porque durante un tiempo que a mí me pareció eterno, volvimos a los 3 temas de siempre, que francamente, hasta en mentes más obtusas que la mía si es que existe semejante cosa (no sé, un corcho de botella), creo que ya hubiera empezado a calar.
Cuando empezamos el BUP por fin parecía que avanzábamos, cuando conocimos al pan sin sal de Arthur, que estaba enamorado de Mary, que se parecía a Gwineth Paltrow, aunque ella estaba interesada en Bruce, que se parecía a un hortera con bigote.
Pero ni el culebrón amoroso de los libros de texto me iba a hacer avanzar demasiado, y jamás pasaría del nivel intermedio en inglés. Y es que yo entonces ignoraba que el inglés es algo que se estudia, sí, pero que jamás se aprende.
Y lo más triste, es que al igual que confieso sin vergüenza ninguna (vale, con un poco) mi manifiesta incapacidad para las manualidades en general y que siempre fui la última de esas clases, en las clases de inglés, siempre he sido de las primeras.
Lo que más que dejarme bien a mí, deja fatal a mis compañeros.
Sí, sí, generalmente he sacado buenas notas y he sido de esas 2 personas que intentábamos hablar inglés en clase.
La otra persona era la profesora.
Aún me acuerdo de una de esas conversaciones que los pobres profesores de inglés intentan iniciar generalmente sin ningún éxito, y que por una vez parecía haber fructificado y durado más de quince minutos, al cabo de los cuales una compañera me dio un codazo y me dijo
- Oye ¿de qué estáis hablando?
Y es que yo a mis profesores (españoles, claro) de inglés les entendía a las mil maravillas, menos a aquella que tras de un año de preocuparme seriamente por su fijación ornitológica, comprendí que cuando decía "Lora" se refería a la Laura, la tutora del curso.
También he tenido un par de profesores británicos, como aquel que me dijo:
- Me sorprende que tengas tan mala gramática.
Que todavía estoy preguntándome si aquello era bueno o malo, y por eso se me ha quedado esta cara de tonta desde que me lo dijo.
Quizá hayáis oído que es que es imposible que algún español aprenda inglés realmente, que si lo llevamos en el código genético, que es que no se puede aprender un idioma sin vivir en el país en el que lo hablan...
Yo, que he retomado una y otra vez, los cursos de inglés, allá donde pudiera (y me saliera barato, la verdad) como cursos de empresa, de esos que tienes que ir a la salida del trabajo, cuando las personas de bien deberían irse a sus madrigueras, he elaborado las más alambicadas teorías sobre las causas de este fracaso nacional y creo que ya tengo el culpable.
El culpable de que no aprenda inglés es el “Present Continuos”.
¿Qué? ¿Cómo os habéis quedado? Si además de impactados no sabéis de qué os hablo, os diré que es un tiempo verbal malvadísimo, con un bigotillo fino que se retuerce cuando planea cómo hacer que los españoles sigamos sufriendo en el extranjero y yo no domine ni el mundo ni la versión original de las películas.
Por si aún no lo reconocéis, os diré que es ese que tiene un "ing" por ahí en medio y que según los profesores, tiene más usos que el aloe vera. Ejemplo:
- I’m doing my best
Frase que creo que es incorrecta pero muy útil, porque al parecer utiliza “Un momento jefe, que la están peinando”.
Lo dicho, que yo he estudiado inglés en diferentes centros, con diferentes profesores y métodos, a diferentes edades, pero allá donde fuera, SIEMPRE, sin variación alguna, en algún momento dado en la pizarra aparecía el maldito " I'm verbo+ing" de las narices, señal inequívoca de que volvía mi viejo anti-heroe: El Present Continous, que me es más fiel que mi grupo sanguíneo.
Y para rematarlo, el profesor de turno diciendo:
- Este tiempo verbal se utiliza para hacernos saber que..
- ... vais a perder el tiempo, otro curso más.
Es como si llevara más de 15 años intentando aprender a tocar la guitarra y a cada clase que fuera, solo me enseñaran a tocar La Bamba. Hombre por favor, creo yo que en tanto tiempo, sabría tocar hasta El Concierto de Aranjuez, pero con los dedos de los pies.
Porque vamos, digo yo que si hubiera empleado tanto tiempo y esfuerzo en cualquier otra materia (menos la papiroflexia) ya la dominaría ¿no?.
¡Pues si hubiera aprendido kárate, seguro que ahora sería mejor que el Mono Borracho ese!. Y no es por presumir, pero sin abusar del alcohol.
Un día, hace no mucho me acordé de eso, porque estaba sacando dinero en un cajero automático que tenía un puerta que no se podía cerrar. Estos sitios son idóneos para que te den el palo, pero con la debida privacidad, que siempre se agradece. Así que ahí estaba intentando darme prisa cuando veo perfectamente como un tipo, con cierto aire sospechoso se acercaba más y más a la puerta y yo pensando
- Con que el kárate era peligroso ¿eh? Pues a ver si no tengo más posibilidades de que me rompa una pierna ese tío, si me pongo a gritarle ¡Window, door, table!