El tercer día fuimos al museo Metropolitan. Tanto la guía como cualquier persona conocida que hubiera estado ahí, nos había dicho que no intentáramos ver el museo completo, que era imposible, que era enorme y nos volveríamos locas.
Aquí es importante decir dos cosas:
La primera es que cuando uno piensa en un museo, piensa quizá en pintura, pero que el Met tiene de todo: Muebles, armaduras, tótems, la reja de un coro de un convento español ... además de cuadros y esculturas, claro.
Es decir, es inabarcable y lo mejor es intentar ver solo algunas salas. Pero en todo caso, MENOS salas que las que yo vi.
Porque la segunda cosa es que yo ya estoy loca.
Y digo yo, porque mi hermana cayó en la batalla y se fue al hotel.
Quedaba lejos el momento en el que entramos en el museo, dejamos todos los trastos en la consigna, incluidos los paraguas, porque llovía, y al ver las primeras salas dije:
- El cielo debe ser algo así, un sitio enorme lleno de arte.
Y eso que todavía no había llegado el Cuarteto de Cámara que amenizaba las tardes tocando música clásica en el pasillo.
Yo soy así de repipi, algo así como la Candy-Candy de los museos.
Pero estaría bien, no me lo negaréis. Te mueres y apareces en un "resort" de esos de pulserita, y oyes:
- ¿Antonio Conejero Fernández?
- Sssí, soy yo ¿Qué hago aquí?
- Hacer, vas a hacer poco macho, digo… ¿Usted no dijo en las vacaciones de 1998 en Punta Cana "Esto parece el paraiso"?
- Sí, ahora que lo dice, algo así creo que dije, a mí es que la pensión completa me pone muy flamenco.
- Pues eso, deseo cumplido, va a pasar la eternidad tomando cócteles con sombrillita en una piscina llena de parejas de recién casados de Zaragoza. ¿Alguna duda?
- Sí ¿Qué hubiera pasado si hubiera ido al infierno?
- Servicio militar obligatorio en el Cuartel de paracaidistas de Huesca.
- Cómo me alegro ahora de no haber puesto nunca la música sin auriculares en el Metro y haber apagado el móvil en el cine.
Porque no sabéis la de guardias que se van a chupar esos en el más allá. Bueno ¡y los que hablan en el teatro! Esos se van a pasar la eternidad haciendo cola en la Secretaría de una Facultad y cuando les toca.... ¡Ay, cuando les toca!
Empezamos aquel día viendo las secciones de África, Asia y la América pre-colombina. Como muestra, los BIBs a punto de ser devorados por una máscara de ... esto .... bueno, una clara muestra del arte de... bueno, para qué os voy a dar más explicaciones, si yo creo que está clarísimo y se reconoce a la primera, así que no me hagáis hablar.
Pensábamos ir a comer a una de las 3 ó 4 restaurantes que tiene el museo (¿no he dicho que era el paraíso?), pero juiciosamente, decidimos salir a que nos diera el aire, ya que se podía volver a entrar en el mismo día sin problemas si llevas una especie de chapita que te dan, en vez de la típica entrada de papel.
Que nos diera el aire estaba bien pensado, no digo yo que no, que nos diera la lluvia, quizá no tanto y que nos tuviéramos que comprar un paraguas churretoso en la típica tienda de Apu, que jamás consiguió taparnos a las dos, pues tampoco.
Fuimos a uno de los muchos restaurantes que llevábamos recomendados, perdón a uno de los muchos restaurantes que llevábamos recomendados y que estaban cerrados, pero casualmente, a la vuelta de la esquina, apareció otro de los muchos sitios que llevábamos apuntados. Un milagro de navidad, la verdad.
Mejor dicho, un milagro del 30 de septiembre a las 13:45, quién no los conoce.
El sitio se llamaba Luke's Lobster . Es un sitio donde solo sirven bocadillos y cosas más bien pensadas "para llevar" de langosta, cangrejo y gambas. Comimos muy a gusto, oímos música de los 60 y tuvimos nuestra primera experiencia con un local que no servía alcohol.
No digo en Nueva York, digo en la vida, porque yo creo que los españoles no concebimos un bar-cafetería-lo que sea, donde no sirvan, por lo menos, "una cervecita".
Esto es una teoría mía, pero me imagino que es por no pagar la licencia para vender alcohol de la que se oye hablar en las películas, supongo yo que en España también se tiene que pagar, pero no creo que nadie que tenga un bar, restaurante o cafetería de tanatorio en nuestro país se le ocurra no servir alcohol.
Que una cosa es servir esos cruasanes de plástico que venden en las cafeterías de los hospitales, y otra muy diferente, no tener reservas para emborrachar a una capital de provincias.
Bueno, ya veis a los BIBs comiendo de nuevo, quizá distingáis que una de las botellas es una "Cerveza de Raíz".
Algo que se ve que existe, me quedo por comprobar que no sea una invención la "zarzaparrilla" y los "malvabiscos".
No estaba mala, pero era rarísima, sabía un poco a regaliz. A mí me gustó pero mi hermana dijo que era lo más malo que había probado en su vida, y os advierto que ha comido en comedores colectivos.
Nos apetecía un postre, y nos fuimos en busca del "Mejor cheesecacke de Manhattan" o algo así, una lista que había sacado meses antes de internet. Vale, lo confieso, fue el primer dato que guardé sobre Nueva York y es que en esta vida hay que tener prioridades.
No estaba lejos, lo cual en una ciudad de distancias enormes era una casualidad increíble, así que fuimos medio mojándonos por la avenida de turno, mientras contábamos calles. Porque NY es ajedrezado y como las calles tienen números, no hace falta saber dónde están las calles, más bien, saber contar.
Pero cuando nos encontrábamos como a dos calles de la mejor tarta de queso, el diablo se presentó ante nosotras bajo la forma de pastelería húngara.
Qué buena pinta tenía todo: que si las tartas de queso, que si la de melocotones, la de chocolate... ¿y si entramos aquí? Venga, venga.
Y ahí que tenéis a los BIBs, poniéndose las botas, encima el local era como te imaginas una pastelería húngara: Fotos de Budapest, una bandera, unos señores hablando en húngaro (digo yo que eso era húngaro)...Qué buena pinta tiene todo eh?
Pues sí, y estaba buena, pero ... NO era la mejor tarta de queso de Nueva York, ni siquiera creo que lo fuera del Upper East Side, sobre todo porque creo que eso no era el Upper East Side.
Ah ¡cómo me he podido lamentar! Estas cosas son de las que realmente te arrepientes, porque a mí cuando me preguntan en las entrevistas de trabajo que de qué me arrepiento, nunca sé qué responder. Y eso que no es mi pregunta favorita ¿Cuál es tu peor defecto? O aún peor ¿Cuáles son tus tres peores defectos? No sé... ¿Melchor, Gaspar y Baltasar?.
Yo suelo decir que de qué sirve arrepentirse, o alguna otra falacia similar, que dé de mí una imagen completamente ficticia, de persona que no mira al pasado y a la que, por supuesto, le encanta trabajar en equipo, como a la chinche común europea y a las bacterias devoradoras de carne.
A partir de ahora ¿Cómo voy a decirles que de las cosas que más me arrepiento en este mundo es de no haber seguido dos calles más hasta la mejor tarta de queso de Nueva York?
Hombre, podría decir que "de no haber perseguido mis sueños hasta el final".
En fin, que volvimos al museo, una vez más convencidas de que "solo" veríamos la sala de pintura europea. Lo que había ahí era para no contarlo, como si hubiera metido el Museo de El Prado enterito ahí dentro.
Y hablando de eso, había varios Velázquez, en su sala nos encontramos con un perfecto ejemplar de listillo español con mechas rubias, que iba haciéndole el show completo a una chica.
Señaló este cuadro y le dijo
- Mira, pintaban a los bufones.
Miré el cartelito que explicaba el cuadro: Se cree que puede ser un autorretrato de un tal Diego de Velázquez y Silva.
Pero bueno, en algo acertó, porque en aquella sala sí que había algún bufón, por lo menos hasta que se fue a la de Goya.
Total, que pasaban las horas, los cuadros y ya se veía que aún con nuestro plan magistral de seleccionar salas, nos íbamos a pegar un palizón increíble, y eso que nos sentábamos en todos los bancos que veíamos, que afortunadamente eran bastantes. De hecho es el sitio donde más bancos he visto, además de en Soria.
¿Qué pasa? En Soria hay mogollón de bancos por las calles.
Es lo típico de Soria: Bancos y viento.
Si la gente trae mantequilla, es porque lo realmente típico no hay quién le meta en el equipaje.
Al final, mi hermana se rindió a la evidencia (y a sus pies) y me dijo:
- Mira, yo ya he visto la sección de Asia mientras buscaba el baño, así que me voy al hotel.
Vale, no es exacto, pero sí que vio así el arte asiático y sí que (inteligentemente) se retiró, y ya se sabe que una retirada a tiempo es una victoria, y en el caso de un museo, no retirarse a tiempo, supone como mínimo, varices.
Yo ya no sé ni qué vi desde que se fue, la verdad. Sé que hice una rápida incursión en la sección de Asia (y eso que no buscaba el baño), en la medieval y sobre todo en el lugar más imprescindible de cualquier museo: la tienda de regalos y hube de reconocer mi derrota, yo también tenía que retirarme porque estaba muerta y eso que aún me quedaba la prueba más dura...