miércoles, 24 de noviembre de 2010

Cuarto Día: Compras Fastuosas


Francamente, ya no me acuerdo de a dónde pensábamos ir, pero cuando todavía no habíamos desayunado, nos encontramos, cara a cara, en la ¿tercera avenida? con nuestro destino: una zapatería.

Era un "Clarck's" enorme, con las cosas más baratas que en España, y aún sin contar con el cambio favorable.

Hay pocas cosas más peligrosas que dejar a un español en una zapatería en Nueva York donde las cosas están bien de precio. Aquello era la locura, y venga a pedir zapatos y botas para probarme.

Y lo digo bien en singular, porque mi hermana, más juiciosa, se probó un número bastante más moderado de zapatos, y más o menos rápidamente escogió unos, pero yo no.

Yo me probé esto y aquello y lo de más allá, no sé, como (me da vergüenza decirlo) unos 7 pares de zapatos y tres de botas. Y la pobre dependienta sonreía y pedía perdón por el retraso, en vez de tirarme las cajas a la cabeza, no por venganza no, si no para incluir de una vez por todas zombies en este blog.

Tanto tiempo fue, que se vació la tienda (estaba llenísima cuando llegamos) y se dio la vuelta al disco, que cuando nos fuimos sonaba la canción de cuando entramos

¿Que qué zapatos me compré? A la vista están.

Ya, que parecen un par de bolsos (los BIBs de compras) rojos muy bonitos, lo sé. Es que ... NO me compré ningún zapato, qué pasa, al final me compré el bolso. Así que cuando me digan ¿tú no te compraste zapatos en Nuevayor? No, pero anda no que me probé.

Creo que solo gracias a que por lo menos al final compré un bolso (el otro es de mi hermana) impidió mi transformación en zombie, a manos de la pobre dependienta.

¿Veis a esas personas que aparecen detrás? están diciendo

- ¿Alguna vez has visto a unas mujeres de tan incontestable belleza?

- Yo lo que no he visto nunca es a dos tías haciéndole fotos a unos bolsos.

Por cierto ¿alguna vez le habéis hecho fotos a unos bolsos que os acabarais de comprar? Yo, no le he hecho específicamente una foto a un bolso ni nuevo, ni que lo tuviera hace años y lo hubiera cogido cariño.

Como tardamos tantísimo, cuando salimos de ahí ya era la hora de comer y nos vimos obligadas a buscar el sitio más calórico de nuestra lista de recomendaciones.

Sin embargo no me arrepiento en absoluto de haberlo hecho así, porque en ningún caso, cuando se está de viaje, hay que decir "Qué tienda más mona, luego volveré", porque no vas a volver.

En una ciudad tan enorme como NY no. Si estás en Soria, es muy posible (si no te estás sentando en alguno de sus múltiples bancos) pero ahí, es muy difícil que te coincida volver a pasar, además que si yo me vuelvo a pasar por esa tienda, la dependienta se inmola ahí mismo, y sería una pena que la piel de esos zapatos tan monos se estropearan con todo ese humo, qué queréis que os diga.

El sitio se llamaba Chad & Chew, y me lo había recomendado una amiga americana que vivió en NY años, y su comentario era "La comida que hacía tu abuela antes de preocuparse por la mantequilla".

Buen resumen, queríamos exactamente eso, después del asalto zapatil/bolsístico, aunque la verdad, yo la tortilla de patata con cebolla de mi abuela no la vi por ninguna parte.


Nos pedimos (otra vez los Bibs zampando, de verdad, qué gente), unos huevos (de los 300 tipos que había) y después unos macarrones con queso y una hamburguesa, la carne no estaba mal, pero los macarrones estaban de muerte, y eso que los Bibs no se los pudieron acabar, ni siquiera dejar a medias, que ahí las raciones son MUY generosas, y el plato ligerito, no era.

Casi hasta les perdoné que no fueran macarrones sino ¿coditos se llama esa pasta?

Cuando conseguimos salir de ahí, sin haberlo previsto, terminamos comprando varias cosas, en una tienda de ropa, en puestos callejeros y en una iglesia. Vamos, lo normal. Pues sí, era un centro comercial pequeñito, dentro en una antigua iglesia, con su terraza, su tienda de chuches súper mona, sus dos tiendas de sombreros y su tienda donde solo venden botas de agua. ¡Quién no ha estado en un centro comercial-iglesia con esas tiendas!

Para rematarlo la dependienta de una de las sombrererías era una imitadora de Marilyn, que se debía haber escapado de Las Vegas donde celebraba bodas con Elvis. No le hice una foto porque era una chica encantadora y yo soy buena persona, no como una tipa que pasó por delante de la tienda, se paró ex profeso, se le acercó y le dijo

- You look great!

Se ve que "great" significa algo diferente a lo que yo pensaba. Ya os digo que en las clases de inglés no nos enseñaban nada.

Pero no todo iba a ser vicio, aquella tarde todavía nos quedaban dos de los pesos pesados de toda visita a Nueva York.

lunes, 15 de noviembre de 2010

Tercer día. La dura prueba.

"Decíamos ayer" que el día que fuimos al museo Metropolitan, mi acompañanta huyó (inteligentemente) mientras yo resistía agarrada a la tienda de regalos, cuando nos despedimos, le dije la llamaría al hotel desde una cabina (que algunas quedan por ahí) para ver qué hacíamos, aunque en vista de cómo estábamos las dos, lo mejor sería que lo que le preguntara por teléfono fuera qué quería que comprara para llevar al hotel y cenar algo en la habitación, con los pies puestos en alto.

De camino, cerca de la juguetería la famosa juguetería FAO Schwarz encontré tres cabinas, que se ve que también eran de juguete, aunque se tragaban el dinero como las de verdad, oye.

Ah, qué nostalgia, cuántos años hacía que una cabina no se quedaba con mi dinero impunemente.

Casi había olvidado que además cada una tenía su estilo de hurto: La que directamente estaba muerta, la que te daba falsas esperanzas en forma de tono telefónico, la que se quedaba con las monedas como atascadas....

Dos dólares y un cabreo más tarde, decidí escoger yo misma algo de cenar e irme por fin a descansar.

En una ciudad que es el paraíso de la comida take away y donde no puedes andar 10 metros sin encontrarte un sitio de comida preparada, deli o restaurante (que a su vez te vende la comida para llevar a casa), tenía la perra de comprar en Whole Foods Market, un supermercado que conocía por Top Chef (¿alguien lo conoce?) y por algunos blogs donde había leído que tenía una gran sección de comida preparada.


Columbus Circle, testigo de mis cuitas

Ocupa toda la planta baja de un centro comercial, y lo primero que llama la atención es que solo se vende comida y alguna cosa relacionada con la comida, como utensilios de cocina, pero nada más, ni un detergente, ni un desodorante, ni una triste sábana santa de Turín.

Aún así era enorme, aunque la verdad, yo la comida preparada no la veía, solo un expositor con sushi a la entrada. Pero sí, comida tenían muchísima, la verdad.

Hasta que di con la sección de comida preparada y me caí con todo el equipo: Ahí había comida para llevar de todo tipo: india, italiana, ensaladas, verduras, fruta preparada, carne, pescado, fría, caliente... yo qué sé... bollería que acababan de sacar recién hecha (eran como las 9 de la noche).

Y yo ahí sin saber qué hacer, con una sola obsesión, comiéramos lo que comiéramos, necesitaría encontrar unos cubiertos, que no entendía por dónde estarían. Bueno, quizá mi obsesión era encontrar la palabra "cubierto" que cada vez que lo preguntaba tenía que hacer una relación de los que conocía "spoon, fork, knife..", y menos mal que no me sé más.

Y digo "cada vez" porque lo pregunté como a 4 personas, incluido un reponedor con gorro de rastafari que casi me lleva hasta la salida y ni por esas.

Me empecé a poner más y más nerviosa ¿qué llevaba? ¿ensalada? ¿pasta? ¿curry? ¿queso? ¿Una tabla de cortar muy chula que se doblaba para poder echar las cosas a la sartén? Oye, que era una cucada.

Hasta que no tuve que recoger la cuarta y la quinta lumbares que se me habían caído al suelo, no fui consciente de que no podía pararme e irme con cualquier cosa porque había caído bajo el primer Stendhal culinario de la historia, o mejor dicho un Stendhal de la comida preparada.

Lo que llevaba frío se me calentó, lo que llevaba caliente, se me enfrió... hasta me tuvo que cerrar una caja de cartón uno que limpiaba las encimeras porque yo no me veía capaz.

Hacia la inutilidad total a través del exceso de oferta delicatessen, no sé si estará descrito.

Vale, ya había reconocido mi enfermedad y había conseguido comprar comida, pero ¿con qué narices nos lo íbamos a comer? Yo venga a preguntar lo de los cubiertos y ellos venga a decirme que estaban "bisaid" y "ajed" y yo creía que les entendía, pero cuando llegaba ahí (leedlo llorando) no estaban los cubieeeertos.

Jo, cómo entendía a Marco, que cada vez que llegaba a un sitio, ya no estaba la madre (qué escurridiza la tía, por cierto).

Cuando me di cuenta de que había pasado por el sushi siete veces, acepté mi derrota cubiertil y decidí irme. Claro que tampoco el sistema de cajas era moco de pavo.

Había dos grupos de cajas, uno para compras grandes o otro para pocos artículos. Delante de cada grupo, había 3 colas, y a cada cola le correspondía un color, cada vez que una caja quedaba libre, se iluminaba el color al que le tocaba pasar y el número de la caja a la que tenías que ir, y también se anunciaba por megafonía.

Sencillito, ¿verdad? eso es lo que debió pensar una chica bastante jovencita que no se enteró de que la tocaba a ella y una especie de ejecutiva que estaba detrás de ella, la empujó para que avanzara. ¡Eso en mi barrio no pasaría jamás! Sobre todo porque a la más mínima vacilación ya se te ha colado hasta el Orfeón Donostiarra.

Y sin vacilación, también.

Ah ¿que donde estaban los famosos cubiertos? A la SALIDA, FUERA, cuando ya habías pasado las cajas, antes de una zona donde podías comer si querías.

No es por nada, pero las 47 mil veces que lo pregunté, juro por Dios que nadie dijo ni "exit" ni nada que me sonara a mí a "fuera" y lo que es peor, que absolutamente nadie utilizó el present continous.

lunes, 8 de noviembre de 2010

Tercer día en el Nueva York museístico

El tercer día fuimos al museo Metropolitan. Tanto la guía como cualquier persona conocida que hubiera estado ahí, nos había dicho que no intentáramos ver el museo completo, que era imposible, que era enorme y nos volveríamos locas.

Aquí es importante decir dos cosas:

La primera es que cuando uno piensa en un museo, piensa quizá en pintura, pero que el Met tiene de todo: Muebles, armaduras, tótems, la reja de un coro de un convento español ... además de cuadros y esculturas, claro.

Es decir, es inabarcable y lo mejor es intentar ver solo algunas salas. Pero en todo caso, MENOS salas que las que yo vi.

Porque la segunda cosa es que yo ya estoy loca.

Y digo yo, porque mi hermana cayó en la batalla y se fue al hotel.

Quedaba lejos el momento en el que entramos en el museo, dejamos todos los trastos en la consigna, incluidos los paraguas, porque llovía, y al ver las primeras salas dije:

- El cielo debe ser algo así, un sitio enorme lleno de arte.

Y eso que todavía no había llegado el Cuarteto de Cámara que amenizaba las tardes tocando música clásica en el pasillo.

Yo soy así de repipi, algo así como la Candy-Candy de los museos.

Pero estaría bien, no me lo negaréis. Te mueres y apareces en un "resort" de esos de pulserita, y oyes:

- ¿Antonio Conejero Fernández?

- Sssí, soy yo ¿Qué hago aquí?

- Hacer, vas a hacer poco macho, digo… ¿Usted no dijo en las vacaciones de 1998 en Punta Cana "Esto parece el paraiso"?

- Sí, ahora que lo dice, algo así creo que dije, a mí es que la pensión completa me pone muy flamenco.

- Pues eso, deseo cumplido, va a pasar la eternidad tomando cócteles con sombrillita en una piscina llena de parejas de recién casados de Zaragoza. ¿Alguna duda?

- Sí ¿Qué hubiera pasado si hubiera ido al infierno?

- Servicio militar obligatorio en el Cuartel de paracaidistas de Huesca.

- Cómo me alegro ahora de no haber puesto nunca la música sin auriculares en el Metro y haber apagado el móvil en el cine.

Porque no sabéis la de guardias que se van a chupar esos en el más allá. Bueno ¡y los que hablan en el teatro! Esos se van a pasar la eternidad haciendo cola en la Secretaría de una Facultad y cuando les toca.... ¡Ay, cuando les toca!

Empezamos aquel día viendo las secciones de África, Asia y la América pre-colombina. Como muestra, los BIBs a punto de ser devorados por una máscara de ... esto .... bueno, una clara muestra del arte de... bueno, para qué os voy a dar más explicaciones, si yo creo que está clarísimo y se reconoce a la primera, así que no me hagáis hablar.

Pensábamos ir a comer a una de las 3 ó 4 restaurantes que tiene el museo (¿no he dicho que era el paraíso?), pero juiciosamente, decidimos salir a que nos diera el aire, ya que se podía volver a entrar en el mismo día sin problemas si llevas una especie de chapita que te dan, en vez de la típica entrada de papel.

Que nos diera el aire estaba bien pensado, no digo yo que no, que nos diera la lluvia, quizá no tanto y que nos tuviéramos que comprar un paraguas churretoso en la típica tienda de Apu, que jamás consiguió taparnos a las dos, pues tampoco.

Fuimos a uno de los muchos restaurantes que llevábamos recomendados, perdón a uno de los muchos restaurantes que llevábamos recomendados y que estaban cerrados, pero casualmente, a la vuelta de la esquina, apareció otro de los muchos sitios que llevábamos apuntados. Un milagro de navidad, la verdad.

Mejor dicho, un milagro del 30 de septiembre a las 13:45, quién no los conoce.

El sitio se llamaba Luke's Lobster . Es un sitio donde solo sirven bocadillos y cosas más bien pensadas "para llevar" de langosta, cangrejo y gambas. Comimos muy a gusto, oímos música de los 60 y tuvimos nuestra primera experiencia con un local que no servía alcohol.

No digo en Nueva York, digo en la vida, porque yo creo que los españoles no concebimos un bar-cafetería-lo que sea, donde no sirvan, por lo menos, "una cervecita".

Esto es una teoría mía, pero me imagino que es por no pagar la licencia para vender alcohol de la que se oye hablar en las películas, supongo yo que en España también se tiene que pagar, pero no creo que nadie que tenga un bar, restaurante o cafetería de tanatorio en nuestro país se le ocurra no servir alcohol.

Que una cosa es servir esos cruasanes de plástico que venden en las cafeterías de los hospitales, y otra muy diferente, no tener reservas para emborrachar a una capital de provincias.

Bueno, ya veis a los BIBs comiendo de nuevo, quizá distingáis que una de las botellas es una "Cerveza de Raíz".

Algo que se ve que existe, me quedo por comprobar que no sea una invención la "zarzaparrilla" y los "malvabiscos".

No estaba mala, pero era rarísima, sabía un poco a regaliz. A mí me gustó pero mi hermana dijo que era lo más malo que había probado en su vida, y os advierto que ha comido en comedores colectivos.

Nos apetecía un postre, y nos fuimos en busca del "Mejor cheesecacke de Manhattan" o algo así, una lista que había sacado meses antes de internet. Vale, lo confieso, fue el primer dato que guardé sobre Nueva York y es que en esta vida hay que tener prioridades.

No estaba lejos, lo cual en una ciudad de distancias enormes era una casualidad increíble, así que fuimos medio mojándonos por la avenida de turno, mientras contábamos calles. Porque NY es ajedrezado y como las calles tienen números, no hace falta saber dónde están las calles, más bien, saber contar.

Pero cuando nos encontrábamos como a dos calles de la mejor tarta de queso, el diablo se presentó ante nosotras bajo la forma de pastelería húngara.

Qué buena pinta tenía todo: que si las tartas de queso, que si la de melocotones, la de chocolate... ¿y si entramos aquí? Venga, venga.

Y ahí que tenéis a los BIBs, poniéndose las botas, encima el local era como te imaginas una pastelería húngara: Fotos de Budapest, una bandera, unos señores hablando en húngaro (digo yo que eso era húngaro)...Qué buena pinta tiene todo eh?

Pues sí, y estaba buena, pero ... NO era la mejor tarta de queso de Nueva York, ni siquiera creo que lo fuera del Upper East Side, sobre todo porque creo que eso no era el Upper East Side.

Ah ¡cómo me he podido lamentar! Estas cosas son de las que realmente te arrepientes, porque a mí cuando me preguntan en las entrevistas de trabajo que de qué me arrepiento, nunca sé qué responder. Y eso que no es mi pregunta favorita ¿Cuál es tu peor defecto? O aún peor ¿Cuáles son tus tres peores defectos? No sé... ¿Melchor, Gaspar y Baltasar?.

Yo suelo decir que de qué sirve arrepentirse, o alguna otra falacia similar, que dé de mí una imagen completamente ficticia, de persona que no mira al pasado y a la que, por supuesto, le encanta trabajar en equipo, como a la chinche común europea y a las bacterias devoradoras de carne.

A partir de ahora ¿Cómo voy a decirles que de las cosas que más me arrepiento en este mundo es de no haber seguido dos calles más hasta la mejor tarta de queso de Nueva York?

Hombre, podría decir que "de no haber perseguido mis sueños hasta el final".

En fin, que volvimos al museo, una vez más convencidas de que "solo" veríamos la sala de pintura europea. Lo que había ahí era para no contarlo, como si hubiera metido el Museo de El Prado enterito ahí dentro.

Y hablando de eso, había varios Velázquez, en su sala nos encontramos con un perfecto ejemplar de listillo español con mechas rubias, que iba haciéndole el show completo a una chica.

Señaló este cuadro y le dijo


- Mira, pintaban a los bufones.

Miré el cartelito que explicaba el cuadro: Se cree que puede ser un autorretrato de un tal Diego de Velázquez y Silva.

Pero bueno, en algo acertó, porque en aquella sala sí que había algún bufón, por lo menos hasta que se fue a la de Goya.

Total, que pasaban las horas, los cuadros y ya se veía que aún con nuestro plan magistral de seleccionar salas, nos íbamos a pegar un palizón increíble, y eso que nos sentábamos en todos los bancos que veíamos, que afortunadamente eran bastantes. De hecho es el sitio donde más bancos he visto, además de en Soria.

¿Qué pasa? En Soria hay mogollón de bancos por las calles.

Es lo típico de Soria: Bancos y viento.

Si la gente trae mantequilla, es porque lo realmente típico no hay quién le meta en el equipaje.

Al final, mi hermana se rindió a la evidencia (y a sus pies) y me dijo:

- Mira, yo ya he visto la sección de Asia mientras buscaba el baño, así que me voy al hotel.

Vale, no es exacto, pero sí que vio así el arte asiático y sí que (inteligentemente) se retiró, y ya se sabe que una retirada a tiempo es una victoria, y en el caso de un museo, no retirarse a tiempo, supone como mínimo, varices.

Yo ya no sé ni qué vi desde que se fue, la verdad. Sé que hice una rápida incursión en la sección de Asia (y eso que no buscaba el baño), en la medieval y sobre todo en el lugar más imprescindible de cualquier museo: la tienda de regalos y hube de reconocer mi derrota, yo también tenía que retirarme porque estaba muerta y eso que aún me quedaba la prueba más dura...

martes, 2 de noviembre de 2010

Un (segundo) día en Nueva York

El segundo día salimos bastante tarde del hotel, y más tarde aún, llegamos a donde pensábamos desayunar, y es que durante el viaje hicimos nuestra propia versión del brunch que yo llamaría "se me ha hecho tarde para desayunar y tengo un hambre que me comería un caballo por las patas".

Fuimos a Sabarsky, un sitio muy-muy fino que en realidad es la cafetería de uno de los 200 museos que hay en palacetes alucinantes de la Quinta Avenida, la Neue Gallery.

Ejemplo de casita discreta que hay en la zona más pija de la 5ª Avenida y alrededores

El sitio que tenía cola (como casi todo) para entrar, era monísimo y lleno de detalles (nótese que hasta los platos tienen el nombre del local), como la Gallery esa en cuestión está dedicada al arte austriaco, semeja un café de la vieja Viena, con sus tartas de chocolate, sus vistas al Central Park... vale, quizá esto no sea muy típico de Viena, pero bueno, yo estuve en Viena en el año catapún y ni fui a uno de esos cafés monos, ni me comí una tarta guay, ni mucho menos vi un cuadro de Klimt.

Cosa que tuvo en común con este día, que a Klimt solo lo vi en las postales de la tienda de recuerdos.

Comimos maravillosamente, a los Bibs se les puede ver, pillados in fraganti, poniéndose ciegos, pero yo me pedí una ensaladita que no se ve en las fotos.

Como se ve, comieron pan de centeno con salmón ahumado y una de los 4 tipos de salchichas que no hay quién se decida. Al lado de nuestra mesa estaban los postres: una selección de torten y struddell que los pobres Bibs no se pudieron resistir, después de estar toda la comida decidiéndose entre la tarta Sacher y el Appell Struddel.


¿Que qué tomé de postre yo? Pues nada, una frutita del tiempo que me pedí.

Después fuimos, una vez más siguiendo una recomendación, a la Frick Collection.

El que quiera saber en qué consiste semejante institución, le aconsejo que abandone inmediatamente este blog y se dirija aquí, donde todo se lo explicarán a las mil maravillas (esa fue la recomendación).

Si aún así insistes en quedarte aquí (tú sabrás) solo diré que el tal Frick fue un tipo de esos salidos de la nada que se hizo rico como a lo bestia, y que dedicó parte de su tiempo a viajar por Europa comprando obras de arte (me parece estar viendo mi vida reflejada).

También se mandó construir un coqueto palacete enfrente del Central Park, con lo que suele tener el típico coqueto palacete que todos hemos tenido alguna vez: Su patio interior cubierto, su luz natural por medio de ventanales inmensos...

Y digo que todos lo hemos tenido, porque yo, por lo menos, en otra vida viví en ese palacete, ah ¿Nunca os lo había contado?

No sé, se me habrá pasado, mientras os contaba mis apasionantes aventuras en la red de transportes públicos de la periferia madrileña. Pues sí, viví ahí, era una bella y riquísima joven que bajaba, como quién no quiere la cosa por una escalinata espectacular, cada vez que pasaba por ahí un pretendiente con bigote.¡Ah, que tiempos!

Mi tío Frick (yo le llamaba así "Tío Frick" no es creáis que no sé cómo se llamaba) era autodidacta, quizá no tenía formación académica, pero se ve que aprendió muy bien, porque mal gusto no tenía el hombre, por lo menos comprando cuadros.

Ejemplo: Recuerdo que en aquellos tiempos había veces me decía mi doncella Sally

- Señorita, su tío me manda a decir que la espera en el comedor pequeño.

Y yo bajaba, haciendo mi numerito de la escalera, no vaya a ser que pasara por ahí algún mozo casadero, y me quedaba un buen rato esperando, sin que por ahí aparecieran ni mis tíos, ni un pretendiente bigotudo ni nadie, hasta que Sally me venía a buscar y me decía:

- Señorita, están esperándola en el comedor hace media hora, y me ha dicho su tía que sepa que se ha quedado sin el currusco del pan.

- Y este es el comedor ¿no ves que está aquí el Greco? O eso, o se me ha vuelto a alargar la retina.

- Señorita, su tío tiene MÁS DE UN GRECO, el comedor es la habitación que además del Greco tiene el Rembrant.

- ¿Los Rembrant no está en el salón de baile?

- DOS de los Rembrants están en el salón de baile, el tercero en el comedor.

Ah sí, solo contratábamos servicio con formación en pintura europea y entre nosotros, cuando el jardinero se tomaba una copita de más, se ponía pesadísimo explicándonos los Goyas del recibidor.

Volviendo a mi yo actual, os diré que en el baño, gracias a unas argentinas (estaba NY tomado por turistas argentinos), nos enteramos que murió él, murió su mujer y los hijos que tuvieron que murieron antes, y al final todo se convirtió en una fundación y nadie más bajó por la escalinata esa flipante.

¿Que qué había sido de mí? Pues antes me habían desheredado porque me fugué con un caballerizo polaco con el que recorrí toda Europa después de ... pero bueno, volvamos a septiembre de 2010 (o a 2049, según las fotos)

Después anduvimos cotilleando por las zonas comerciales de la Quinta y otras avenidas muy cucas que hay por ahí, y que jamás conseguiré desentrañar si eran Lexington, Madison, u otra muy fina acabada en "on".

Si alguien sabe qué calle es esta, que me lo diga, que es donde estuvimos de compras

Sí sé que en un momento dado nos tomamos un té en uno de los millones de cafeterías que hay por la calle, que además, era la cafetería de un gimnasio, donde cuando quise ir al baño, tuve que entrar al gimnasio de marras, y en definitiva, ir al baño del vestuario, así que ahí me tienes cruzando en medio de mujeres en toalla y yo ahí poniendo cara de "Eh, que me estoy tomando un té que me da derecho a veros desnudas".

Mirones/as de Niuyó, ya sabéis dónde ir.

Ah, ese día, tuvimos nuestra primera experiencia en el Metro, y la última, y eso que me habían advertido, me habían dicho que era muy cutre, pero yo me hice la chulita y pensé "Venga por Dios, si yo he viajado en la línea 5". Pero sí, lo era. Y sí, estaba fatal señalizado todo, y lo mejor de todo es que para cambiar de sentido en una línea, hay que salir a la calle, y entrar por otra boca de metro (?).

Y eso que a cambio diré que a las (muchas) personas a las que les preguntamos cómo hacer el transbordo, nos atendieron muy amablemente, ni siquiera la cucaracha que vio mi hermana fue grosera, ni nada, de verdad.

Me han dicho que también es normal ver ratas y ratones, pero ya os digo que es que ahí la mayoría de la gente es muy solícita y lo mismo es que salen por ayudar, oye.

La última anesdotilla del día fue que cuando volvíamos al hotel por la noche, pasamos por delante de una de las diez mil puertas con un toldito que hay en cualquier calle, y me fijé en que había un grupo de chicas y chicos como esperando, todos muy arregladitos, y dije:

- Esto debe ser una discouuuu.

Sí, para mi vergüenza lo reconozco públicamente, dije "discou".

Casi acierto: era un centro judío.

Nota 1: Me voy a saltar algunas comidas y algunas fotos de comidas, por abreviar.

Nota 2: No, de los vestuarios no tengo fotos.

Nota 3: Y de la cucaracha, menos.