En Alemania, en Dresde, más de 20.000 ciudadanos han exigido en la calle “deportaciones masivas inmediatas”.
En Suiza, la ultraderecha se ha convertido en la mayor fuerza política de la Confederación, que aboga por la rápida reducción de inmigrantes (con la excepción, claro está, de los que van, sigilosamente, a depositar fondos en su inmenso vergel de cajas de caudales).
En este tema no pueden aplicarse paños calientes ni aceptar excusas. No olvidemos que se empezó cantando “Deutschland über alles” -versión Goebels- y se acabó en Auschwitz…
Todos los seres humanos son iguales en dignidad. Dejar de hablar de la “sociedad del bienestar”, que no alberga a más del 18-20% de la humanidad, y ejercer plenamente la solidaridad que tanto bien hace a quien la recibe y, sobre todo, a quien la practica.
La Unión Europea –estrictamente monetaria, para el profundo pesar de los europeos- va reaccionando tímidamente. Es imprescindible que ahora se adopten medidas de emergencia pero, simultáneamente, tienen que ponerse en práctica las de hondo calado y, muy especialmente, las que representen un importante incremento de las ayudas al desarrollo y la cooperación internacional, con el fin de asegurar una vida digna para todos en sus lugares de origen.
Hay que acabar con un sistema que permite que cada día se inviertan 3000 millones de dólares en armas y gastos militares al tiempo que mueren de hambre y desamparo 20.000 personas, la mayoría de ella niñas y niños de uno a cinco años de edad. No me canso de repetirlo, porque es esta seguridad, la “seguridad humana”, la que debemos garantizar para hacer frente a las inhumanas condiciones en que viven hoy tantas personas.
Bastaría con que se dedicara a “seguridad militar” el 80% de los fondos actuales, pero el 20% se destinara a “seguridad humana”. Sólo con ésto, se cambiaría radicalmente la actual situación a escala mundial.
¡Refundar un multilateralismo democrático, unas Naciones Unidas dotadas de los recursos personales, técnicos, militares y financieros que son precisos!
Es apremiante, ahora mismo, convocar una reunión extraordinaria de la Asamblea General, con el fin de abordar aquellos temas que pueden conducir a puntos de no retorno, especialmente en cuestiones medioambientales y sociales. No podemos imaginar la indignidad, la irresponsabilidad que representaría afectar de forma irreversible la habitabilidad de la Tierra. Y entre los procesos en que la emoción sustituye a la razón y la obcecación al buen sentido, el sentimiento de supremacía étnica puede conducir a inmensos descalabros. No deben tolerarse ni un instante. Deben saberlo muy claramente los que sólo saben hablar de primas de riesgo, de deudas y de porcentajes diversos. Hoy la gobernación mundial requiere que, en algunos temas al menos, se actúe con eficacia y contundencia.