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Gravísimo error: autorizar manifestaciones fascistas y xenófobas

lunes, 23 de mayo de 2016

Cualquier asociación de esta naturaleza, prohibirla. Los promotores deben saber que sí hay algo que es esencialmente incompatible con la democracia, los derechos humanos y la igual dignidad son el nazismo, el fascismo, el racismo y el fanatismo, porque defienden la prevalencia de unos sobre otros. 

La piedra angular de la convivencia es la igual dignidad de todos los seres humanos, sea cual sea su género, edad, etnia, ideología, creencia... los que no aceptan este fundamento conceptual deben ser inmediatamente situados fuera de la legalidad. Con los intolerantes, tolerancia cero. 

La violencia se halla enraizada en el odio, la animadversión, la desconsideración. A los que creen que son superiores no se les debe conceder el menor espacio en un Estado de Justicia. Recordemos lo que sucedió en España en los años 35 y 36 y en Europa en los años 38 y 39. 

Sólo los obcecados y los fanáticos son hoy un riesgo que todos debemos rechazar. Aceptar la inaceptable ha producido demasiadas víctimas para que ahora sigamos siendo benévolos con los que no lo son.

Gravísimo error. Otro error. Y otro... Y silencio. Y la gente de espectadora impasible. Delito de silencio.

Medidas tajantes para evitar el racismo y la xenofobia

lunes, 2 de noviembre de 2015

En Alemania, en Dresde, más de 20.000 ciudadanos han exigido en la calle “deportaciones masivas inmediatas”. 

En Suiza, la ultraderecha se ha convertido en la mayor fuerza política de la Confederación, que aboga por la rápida reducción de inmigrantes (con la excepción, claro está, de los que van, sigilosamente, a depositar fondos en su inmenso vergel de cajas de caudales). 

En este tema no pueden aplicarse paños calientes ni aceptar excusas. No olvidemos que se empezó cantando “Deutschland über alles” -versión Goebels- y se acabó en Auschwitz… 

Todos los seres humanos son iguales en dignidad. Dejar de hablar de la “sociedad del bienestar”, que no alberga a más del 18-20% de la humanidad, y ejercer plenamente la solidaridad que tanto bien hace a quien la recibe y, sobre todo, a quien la practica. 

La Unión Europea –estrictamente monetaria, para el profundo pesar de los europeos- va reaccionando tímidamente. Es imprescindible que ahora se adopten medidas de emergencia pero, simultáneamente, tienen que ponerse en práctica las de hondo calado y, muy especialmente, las que representen un importante incremento de las ayudas al desarrollo y la cooperación internacional, con el fin de asegurar una vida digna para todos en sus lugares de origen. 

Hay que acabar con un sistema que permite que cada día se inviertan 3000 millones de dólares en armas y gastos militares al tiempo que mueren de hambre y desamparo 20.000 personas, la mayoría de ella niñas y niños de uno a cinco años de edad. No me canso de repetirlo, porque es esta seguridad, la “seguridad humana”, la que debemos garantizar para hacer frente a las inhumanas condiciones en que viven hoy tantas personas. 

Bastaría con que se dedicara a “seguridad militar” el 80% de los fondos actuales, pero el 20% se destinara a “seguridad humana”. Sólo con ésto, se cambiaría radicalmente la actual situación a escala mundial. 

¡Refundar un multilateralismo democrático, unas Naciones Unidas dotadas de los recursos personales, técnicos, militares y financieros que son precisos! 

Es apremiante, ahora mismo, convocar una reunión extraordinaria de la Asamblea General, con el fin de abordar aquellos temas que pueden conducir a puntos de no retorno, especialmente en cuestiones medioambientales y sociales. No podemos imaginar la indignidad, la irresponsabilidad que representaría afectar de forma irreversible la habitabilidad de la Tierra. Y entre los procesos en que la emoción sustituye a la razón y la obcecación al buen sentido, el sentimiento de supremacía étnica puede conducir a inmensos descalabros. No deben tolerarse ni un instante. Deben saberlo muy claramente los que sólo saben hablar de primas de riesgo, de deudas y de porcentajes diversos. Hoy la gobernación mundial requiere que, en algunos temas al menos, se actúe con eficacia y contundencia.

Fanatismo, tolerancia cero

viernes, 9 de enero de 2015

Sea religioso, ideológico, deportivo... fanatismo, no. Es la negación de las distintivas calidades humanas. Debe erradicarse. Cualquier brote es peligroso. 

Islamofobia, xenofobia de cualquier tipo, exaltación de cualquier índole, no. Hasta hace poco, la gente no podía expresarse libremente. Ahora sí. El tiempo de los espectadores impasibles, del silencio y de la sumisión ha concluido. 

Europa, muy especialmente, debe ser referente en el pleno ejercicio de los derechos humanos. La Carta de Derechos Fundamentales de la Unión Europea, del año 2000, es mucho más importante, muchísimo más, que la prima de riesgo. La crisis no es sólo económica. Es sobre todo ética. Es la debacle de un sistema guiado por la codicia y el cortoplacismo. Un sistema que ha sustituido los valores morales por los bursátiles y las Naciones Unidas por grupos plutocráticos. Un sistema que ha sido capaz de invadir a otro país, con miles de muertos, mutilados y desplazados, con argumentaciones falsas, para justificar sus ambiciones geoeconómicas. 

Fanatismo de nadie, por nada, a escala personal o colectiva. Tolerancia cero. 

Todos los seres humanos disfrutando de todas las libertades, todos lo derechos, sin cortapisas. La emoción no puede sustituir a la razón, no puede anular las características que posee de forma exclusiva la especie humana. 

En los últimos años, junto a acciones terroristas propiciadas por el fanatismo tanto inter como intrarreligioso se han producido, en países que deberían ser ejemplo de solidaridad y buen sentido, reacciones xenofóbicas extraordinariamente peligrosas. La historia nos demuestra que no deben tolerarse y que corresponde a instituciones internacionales revestidas de gran autoridad moral no consentirlo. Si en 1933, cuando Hitler escribió en "Mein Kamf" que "la raza aria es incompatible con la raza judía", se hubiera reaccionado con contundencia por parte de la Sociedad de Naciones... ni el holocausto ni, muy probablemente, la II Guerra Mundial hubieran tenido lugar. Pero la Sociedad de Naciones no pudo hacer nada porque el Partido Republicano de los EE.UU. no había permitido que su país fuera parte de la institución que su propio Presidente había creado, y carecía, por tanto, de la fuerza moral, estratégica y "física" necesaria para intervenir. 

Todos los seres humanos son, sin excepción, iguales en dignidad y corresponde, ante una calidad de naturaleza global y una amenaza igualmente global, dotar al multilateralismo democrático de los recursos de toda índole que se precisan para esta "tolerancia cero". Es apremiante refundar un sistema de Naciones Unidas que permita a la humanidad esclarecer horizontes hoy tan sombríos, porque está claro que la fuerza de la razón no prevalecerá sobre la razón de la fuerza hasta que no seamos "Nosotros, los pueblos", quienes tengamos en nuestras manos las riendas del destino común. 

Ya podemos expresarnos. Seamos millones los que unamos nuestras voces en el ciberespacio para rechazar de plano cualquier manifestación de fanatismo. Tolerancia cero.