No, no es así como se solucionarán, paliarán o evitarán en el futuro estos tremendos desafíos que requerirían esfuerzos concertados, propios de una minuciosa preparación para actuar con rapidez y eficacia en el momento oportuno.
No es con reuniones de los mandatarios europeos como se solucionará el horrendo y mortífero problema de los emigrantes desesperados, de los que mueren de hambre y desamparo… No es impidiendo que entren sino facilitando que vivan dignamente en sus lugares de origen. Así se consideró en las Naciones Unidas hace varias décadas estableciendo el gran Programa de Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD) cuya finalidad era, precisamente, que fuera el desarrollo endógeno el que beneficiara tanto a los nativos como a los foráneos. Pero la cooperación internacional se convirtió en explotación y las ayudas en préstamos concedidos en condiciones draconianas. Más adelante, el neoliberalismo sustituyó a las Naciones Unidas por grupos de los países más prósperos de la Tierra (G-6, G-7, G-8… G-20) y fueron los “mercados” y no los Estados-Nación los que tomaron, en mala hora, las riendas del destino común.
No, no es así como debemos proceder. No es esto lo que debemos a nuestros hermanos que sufren estas tragedias inmensas. Es restableciendo los principios éticos y ejerciendo plenamente las responsabilidades que corresponden a todos los ciudadanos del mundo y a sus representantes en los gobiernos como, refundando un multilateralismo capaz de actuar con gran firmeza y eficacia, el mundo podría transitar por los caminos de una nueva era.
Si no se produce rápidamente un “viraje” en las tendencias actuales, no sólo aumentarán los desgarros y asimetrías sociales sino que la propia habitabilidad de la Tierra se seguirá afectando con una total irresponsabilidad intergeneracional. Es este y no otro “bienestar” el que debe preocuparnos. Vivimos obcecados por lo inmediato y es hora de levantar el vuelo, mirando a los ojos de nuestros descendientes, hacia un futuro que les corresponde plenamente.
Hay muchas cosas que no pueden seguir admitiéndose que sigan como “inexorables”. No puede ser que carezcamos de los mecanismos que permitan la rápida aplicación del derecho internacional; no puede ser la impunidad con la que actúan traficantes de toda índole; no puede ser que menos de un centenar de personas posean una riqueza superior a la de la mitad de la humanidad; no puede ser que sean grandes consorcios económicos los que decidan en lugar de gobernantes democráticos…
No, no puede ser que en Nepal deba improvisarse la asistencia internacional con personas admirables y heroicas que muestran su solidaridad en grados de heroísmo extraordinario cuando, como ya se ha propuesto reiteradamente, debería existi,r en unas Naciones Unidas refundadas, un centro mundial de coordinación de las instituciones locales y regionales preparadas específicamente para actuar en las distintas catástrofes naturales (terremotos, inundaciones, etc.) o provocadas, de tal modo que se alcanzara el grado de socorro y atención que hoy permite la moderna tecnología.
No, no puede ser que cuando tantos seres humanos (el 80% de la humanidad, en un gradiente progresivo de precariedades) viven en las mínimas condiciones para una vida digna, se sigan invirtiendo cantidades ingentes en armas y gastos militares.
Insisto en ello, porque para mí es acicate cotidiano. Es intolerable que se inviertan todos los días en seguridad de los más prósperos millones de dólares cuando miles de personas mueren de hambre.
Señores y señoras representantes de los distintos Estados europeos: reflexionen y cambien rápidamente las actuales líneas de actuación. De otro modo, no es previsible que los ciudadanos, que ahora ya pueden expresarse libremente, sigan distraídos y sumisos.
El que avisa no es traidor.