“Os escribo desde un naufragio….
…desde la mano que se cierra opaca…
…desde los niños infinitamente muertos…”
José Ángel Valente
Desde el naufragio de una civilización que cambió por dinero sus valores éticos. Y la justicia social quedó marginada. Al igual que el sistema multilateral democrático, las Naciones Unidas, sustituidas por grupos plutocráticos (G.6, G.7, G.8, G.20), han aumentado todavía las desigualdades, que han practicado la explotación cuando era más necesaria y apremiante que nunca la cooperación.
No me canso de repetir que es intolerable sobre todos los puntos de vista que cada día mueran de hambre más de 20,000 personas, la mayoría niños y niñas de 1 a 5 años de edad, al tiempo que se invierten en armas y gastos militares 4 mil millones de dólares.
Y la visión de los náufragos —y la imaginación de los que no vemos porque se han ahogado— no mueve los sentimientos de tanta gente buena que el inmenso poder mediático convierte en espectadores impasibles y escépticos. Y se olvidan de pensar, de comparar, de compadecer, de compartir, de alzar la voz para que las manos de los Estados y de los más acaudalados no “se cierren opacas”…
Y el olvido llega a tal punto que no toma en cuenta que muchos de sus ancestros fueron emigrantes un día y hallaron acogida en otras tierras. Y no recuerdan con espanto que el racismo, el fanatismo, la xenofobia… han estado en las raíces de los genocidios, de los grandes cataclismos culturales, étnicos y religiosos…
Naufragio de tantos por la insolidaridad de quienes deberían darse cuenta de que estamos entrando en una nueva era, en la que, gracias a las tecnologías digitales, los seres humanos ya pueden, al fin, saber lo que acontece a escala global y expresarse libremente. Y, en particular, la mujer, aumenta progresivamente su participación en la toma de decisiones y se convierte en protagonista del cambio. No me canso tampoco de repetir, porque para mí fue un momento clave, que “la mujer es la piedra angular de la nueva era porque sólo excepcionalmente utiliza la violencia cuando el hombre solo excepcionalmente no la utiliza”, me dijo el Presidente Nelson Mandela en Pretoria en 1996. Aunque intenten contenerlo por todos los medios, se avecina una inflexión histórica: serán todos los habitantes humanos de la Tierra, y no un reducido porcentaje de los mismos, los que podrán manifestarse, alzar la voz y tomar en sus manos las riendas del destino personal y colectivo.
Es tiempo de acción, de no posponer a mañana lo que puede hacerse hoy: estamos ya en el antropoceno y pueden alcanzarse puntos de no retorno en procesos tanto sociales como medioambientales.
En este “nuevo comienzo”, como preconiza la Carta de la Tierra, todo cambiará –por evolución o por revolución- en favor de la igual dignidad humana. Un nuevo concepto de trabajo, de convivencia, de representación, de participación… y, sobre todo, un nuevo concepto de seguridad, ya que no sólo interesan las fronteras, sino sobre todo, lo que hay dentro de ellas. La propuesta del International Peace Bureau de “Desarme para el Desarrollo”, es muy oportuna y factible, ya que con el 10% de lo que se invierte en armas y gastos militares –y, por tanto, sin menoscabo alguno de la “seguridad militar”— se podrían aplicar plenamente las prioridades establecidas por las Naciones Unidas: alimentación, agua, servicios de salud, cuidado del medio ambiente, educación y paz.
Es esta propuesta, que nadie se engañe, la única que podrá aportar los medios que se necesitan para los Objetivos de Desarrollo Sostenible y los Acuerdos de París sobre Cambio Climático, y, en consecuencia es la que necesita un gran apoyo global, un clamor mundial tanto presencial como en el ciberespacio, para que se lleve a término. De otro modo, sucederá como con los Objetivos del Milenio… y se consumará la vergonzosa reducción que ha tenido lugar a escala global en los recursos para desarrollo, que han quedado prácticamente eliminados y que han obligado a múltiples hermanos nuestros a abandonar sus lugares de origen por la extrema pobreza y desamparo.
“Desarme para el Desarrollo” debe ser ahora el grito, la voz de todos los ciudadanos de la Tierra exigiendo que se aporten los recursos necesarios, que se tiendan las manos en lugar de alzarlas, que cada vida valga lo mismo, que cada muerte valga lo mismo.
La voz alzada de los pueblos, de “Nosotros, los pueblos…”, para la transición desde una economía de especulación, deslocalización productiva y guerra a una economía basada en el conocimiento para un desarrollo global sostenible y humano.
Un gran clamor popular para la recreación de las Naciones Unidas, convencidos de que la solución está en la lúcida recomendación del Preámbulo de la Constitución de la UNESCO: “La humanidad será guiada por principios democráticos”.
El naufragio es el título que Ángela Monleón ha dado al nuevo ejemplar de Primer Acto. Su padre repitió muy claramente lo que ahora recomiendo de nuevo tener muy en cuenta en estos momentos cruciales en que deben tomarse con firmeza y con templanza decisiones impostergables: la solución está en la “evolución pendiente”. La evolución que ahora debe ser acelerada porque no podemos aplazar las decisiones ante situaciones potencialmente irreversibles. Contemplemos la tragedia de los náufragos. Contemplemos lo que sucede en Haití. “Y no te olvides de Haití”, ha insistido ejemplarmente Forges en sus viñetas. Y nos hemos olvidado de Haití una y otra vez. Ya en 1995 escribí: “…Ya no saldréis / en las pantallas/ para aguar / las fiestas y el vino / de los ricos. / Ya no moriréis / de bala y fuego. / De olvido/ volveréis a moriros. / Como siempre.”
Ahora ya no. Ahora ya estamos en condiciones, “los pueblos”, de proclamar que el tiempo de la insolidaridad, de la vergonzosa actitud de mirar hacia otro lado, ha concluido.
*Publicado en Público.es, 23/10/16