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viernes, 30 de enero de 2009

CLXXII

La vida no es más que una cadencia musical. Una cadencia intermitente de sambas y de tangos. El aire puro, la libertad, el amor, la más impetuosa pasión, los collares de colores, el brillo en los ojos, el sol y los cascabeles que se acercan. Tiempo de besos, tiempo de sambas. El adiós, un desgarro; la media vuelta y el portazo, la mudanza irrevocable de la magia hacia otros lares, la ausencia de ese alguien que esperaba por vos, pensaba en vos, amaba tu voz; la lluvia que empapa, el empedrado que recuerda tiempos mejores, las mariposas que viven un día -¡sólo un día!-; la luna y los cascabeles que se alejan. Tiempo de melancolía, tiempo de tangos. Porque de samba no vive el hombre, ni tampoco muere de tangos. Muere un poco con cada una, renace un poco con cada otra.