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jueves, 20 de junio de 2013

¿Qué te gustaría ser si no fueras lo que sos?

¿Qué te gustaría ser si no fueras lo que sos? A mí algo como el viento. Que sopla y se inmiscuye en rendijas donde nadie lo invita, ni lo espera. El mismo que aviva un fuego o que da vueltas un paraguas en plena tormenta. Uno que nace del aire, obedeciendo patrones climáticos y flujos de temperatura. El que sopla incesante y acaricia las copas de los árboles, en París y en Buenos Aires. Hoy, soy viento. Por propuesta de César Bruto y de Julio, el exquisito.



lunes, 12 de abril de 2010

DVII: Preámbulo a las instrucciones para dar cuerda a un reloj.

Piensa en esto: cuando te regalan un reloj te regalan un pequeño infierno florido, una cadena de rosas, un calabozo de aire. No te dan solamente el reloj, que los cumplas muy felices y esperamos que te dure porque es de buena marca, suizo con áncora de rubíes; no te regalan solamente ese menudo picapedrero que te atarás a la muñeca y pasearás contigo. Te regalan -no lo saben, lo terrible es que no lo saben-, te regalan un nuevo pedazo frágil y precario de ti mismo, algo que es tuyo pero no es tu cuerpo, que hay que atar a tu cuerpo con su correa como un bracito desesperado colgándose de tu muñeca. Te regalan la necesidad de darle cuerda todos los días, la obligación de darle cuerda para que siga siendo un reloj; te regalan la obsesión de atender a la hora exacta en las vitrinas de las joyerías, en el anuncio por la radio, en el servicio telefónico. Te regalan el miedo de perderlo, de que te lo roben, de que se te caiga al suelo y se rompa. Te regalan su marca, y la seguridad de que es una marca mejor que las otras, te regalan la tendencia de comparar tu reloj con los demás relojes. No te regalan un reloj, tú eres el regalado, a ti te ofrecen para el cumpleaños del reloj.

Julio Cortázar
Historias de Cronopios y de Famas

martes, 6 de abril de 2010

DI: Hablen, tienen tres minutos.

Hablen, tiene tres minutos.

De vuelta del paseo
donde junté una florecita para tenerte entre mis dedos un momento,
y bebí una botellas de Beaujolais, para bajar al pozo
donde bailaba un oso luna,
en la penumbra dorada de la lámpara cuelgo mi piel
y sé que estaré solo en la ciudad
más poblada del mundo.

Excusarás este balance histérico, entre fuga a la rata y queja de morfina,
teniendo en cuenta que hace frío, llueve sobre mi taza de café,
y en cada medialuna la humedad alisa sus patitas de esponja.

Máxime sabiendo
que pienso en ti obstinadamente, como una ciega máquina,
como la cifra que repite interminablemente el gongo de la fiebre
el loco que cobija su paloma en la mano, acariciándola hora a hora
hasta mezclar los dedos y las plumas en una sola miga de ternura.

Creo que sospecharás esto que ocurre,
como yo te presiento a la distancia en tu ciudad,
volviendo del paseo donde quizá juntases
la misma florecita, un poco por botánica,
un poco porque aquí,

porque es preciso
que no estemos tan solos, que nos demos
un pétalo, aunque sea un pasito, una pelusa.

Julio Cortázar
Salvo el Crepúsculo

miércoles, 31 de marzo de 2010

CDXCIX


Ven a dormir conmigo: no haremos el amor. El nos hará.
Julio Cortázar

martes, 11 de agosto de 2009

CCCII: Espejos

Qué vanidad imaginar
que puedo darte todo, el amor y la dicha,
itinerarios, música, juguetes.
Es cierto que es así:
todo lo mío te lo doy, es cierto,
pero todo lo mío no te basta
como a mí no me basta que me des
todo lo tuyo.

Por eso no seremos nunca
la pareja perfecta, la tarjeta postal,
si no somos capaces de aceptar
que sólo en la aritmética
el dos nace del uno más el uno.

Por ahí un papelito
que solamente dice:

Siempre fuiste mi espejo,
quiero decir que para verme tenía que mirarte.


Y este fragmento:

La lenta máquina del desamor
los engranajes del reflujo
los cuerpos que abandonan las almohadas
las sábanas los besos

y de pie ante el espejo interrogándose
cada uno a sí mismo
ya no mirándose entre ellos
ya no desnudos para el otro
ya no te amo,
mi amor.

Bolero
Julio Cortázar

domingo, 25 de enero de 2009

CLXIV - Hurtos 2: Julio Cortázar

Definitivamente debo programar las entradas para no fallarles. Ocurre que quizás no apriete el dentífrico desde abajo, o no necesite papel rayado para escribirme con el amor, por lo que obligarme a estar frente a un monitor cada Sábado, me resulta tedioso y chabacano. Programaré, entonces, y los dejo con la segunda entrega de "Hurtos"


¿Encontraría a la Maga? Tantas veces me había bastado asomarme, viniendo por la rue de Seine, al arco que da al Quai de Conti, y apenas la luz de ceniza y olivo que flota sobre el río me dejaba distinguir las formas, ya su silueta delgada se inscribía en el Pont des Arts, a veces andando de un lado al otro, a veces detenida en el pretil de hierro, inclinada sobre el agua. Y era tan natural cruzar la calle, subir los peldaños del puente, entrar en su delgada cintura y acercarme a la Maga que sonreía sin sorpresa, convencida como yo de que un encuentro casual era lo menos casual en nuestras vidas, y que la gente que se da citas precisas es la misma que necesita papel rayado para escribirse o que aprieta desde abajo el tubo del dentífrico.

Pero ella no estaría ahora en el puente. Su fina cara de translúcida piel se asomaría a viejos portales en el ghetto de Marais, quizá estuviera charlando con una vendedora de papas fritas o comiendo una salchicha caliente en el boulevard de Sebastopol. De todas maneras subí hasta el puente, y la Maga no estaba. La Maga no estaba en mi camino, y aunque conocíamos nuestros domicilios, cada hueco de nuestras dos habitaciones de falsos estudiantes en París, cada tarjeta postal abriendo una ventanita Braque o Ghirlandaio o Max Ernst contra las molduras baratas y los papeles chillones, aún así no nos buscaríamos en nuestras casas. Preferíamos encontrarnos en el puente, en la terraza de un café, en un cine-club o agachados junto a un gato en cualquier patio del barrio latino. Andábamos sin buscarnos pero sabiendo que andábamos para encontrarnos. Oh Maga, en cada mujer parecida a vos se agolpaba como un silencio ensordecedor, una pausa filosa y cristalina que acababa por derrumbarse tristemente, como un paraguas mojado que se cierra. [...]


Rayuela
Julio Cortázar

jueves, 15 de enero de 2009

CLII


12 de Mayo de 2007. Una estrella única, fulgente y pura. Un pequeño satélite áureo, circundándola. La idealización. El tiempo y la distancia. Los momentos compartidos sin saberlo. Su juego infinito, encubierto; mi inocencia. La verdad y el olvido. Mejor dicho, el intento del olvido. ¿Cómo des-idealizar? Imposible. Pero en mi defensa, alego total compromiso para con ese fin. Tiempo y más tiempo, moldeando a su piacere -como siempre-. Ojos encontrados sin buscarse y una verdad profunda en el momento más impensado. Una reacción espejada. La empatía absoluta. El asiento de adelante, irreverente, que más adelante se cobraría un mayor grado de irreverencia, de fantasía, de pasión. Mi irrefrenable pulsión de sacar el cuerpo por la ventana y gritarle sus miserias a los altos edificios de Puerto Madero. Sheryl Crow, singin' God Bless This Mess, y yo recibiendo la bendición. Tiempo púdico, tiempo ausente. Two dot Zero. Nuevo encuentro y la efervecencia de la HB. Un saludo y nuestros espíritus ya correteaban, inquietos, en el limbo de las utopías y los colores. Jugaban bajo un arco iris indeleble, bajo la superficialidad de nuestras palabras. Y esa vidriera que siempre fuimos, repentinamente se fue espejando. Andábamos sin buscarnos pero sabiendo que andábamos para encontrarnos. Y entonces, ese protón contenido de energía universal y compartida, no soportó tanta vehemencia. Big Bang. Y no solo volaron planetas; volaron plumas. Infinitas plumas blancas, marrones, con punta o sin punta. Una única que, acariciando su olfato con impertinencia amorosa, me abrió las puertas al paraíso. Y no sólo volaron planetas y plumas; volaron espejos. Espejos caleidoscópicos que introyectan las miradas y las proyectan en la belleza empática que se desnuda ante nuestro cerebro desesperado. Espejos que no dejan de ser espejos, sino para transparentarse y mostrar su alma impúdicamente. Espejos que edifican la búsqueda del espíritu. Y no sólo volaron planetas y plumas y espejos; volaron libros. Libros que contaban nuestra historia desde distintas perspectivas. Libros que encarnaban a los planetas, a las plumas, a los espejos; encaminándonos nuevamente en la altruista tarea de pacificar al ser amado. Libros que abren la mente. Porque no sólo volaron planetas y plumas y espejos y libros; volaron príncipes, desiertos, hortensias, serpientes, mariposas, panaderos, gaviotas, mares, cartas, cielos, soles, noches, música, poesía, libertad. Volo mi ser y voló su ser. Volaron, para encontrarse apasionadamente en la eternidad de los instantes. Por eso son eternos, por eso somos eternos. Por descubrirnos mágicamente en la eternidad que trasciende el tiempo. Por encontrarte siempre, infinita.

domingo, 28 de septiembre de 2008

XLVIII

Cae la lluvia a chaparrones. Cae, y yo sigo sin poder escindir el agua celestial de las lágrimas espirituales. Miro a mi derecha y la ventana empapada susurra Aplastamiento de las Gotas, como si quisiera probarme que más allá de lo establecido, las excepciones que se aferran hasta de lo imposible dilatando cualquier tipo de rendición, siguen estando vigentes. A mi izquierda, el Corazón Delator, me dice que "ella parece sospechar, parece descubrir en mi debilidad, los vestigios de una hogera". Y al mirar hacia adentro, veo nuevamente a la lluvia y al corazón delator. Tal vez esté actuando en mi una regresión tal, que me lleva al punto en que fui parte de una simbiosis constante con la vida; inserto en un todo donde no existen ni "ellos" ni "yo". Donde no hay afuera ni adentro. No entiendo por qué la soledad me lleva cada vez más a esta simbiosis tópica con el entorno, arrastrándome a la sumisión o a la intolerancia. Claro que opto por la intolerancia, pero no me agrada, y busco otra ruta. En definitiva, así también termino sometiéndome, sólo que ahora estoy arrodillado a los pies del hastío. Pero no se preocupen, siempre existe una respuesta...

Fuck Off!
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