La cáscara nos muestra obras como el Centro Cívico, el Estadio Único, y no mucho más. Obras que también se construyeron en la gran mayoría de las provincias argentinas, porque vivimos una época de vacas gordas, con un apreciable presupuesto nacional destinado a infraestructura. Algo similar sucede en el resto de la región, donde el crecimiento anual es sostenido. Pero un Estado no solo está conformado de acero y hormigón, sino que lo que realmente importa es que a la gente que hace uso de edificios y rutas, se les reconozcan sus derechos, y puedan vivir en una provincia integrada a una República.
Pero, desde hace unos ocho años, los que vivimos en San Juan vemos que el desarrollo edilicio se contrapone con el notable retroceso institucional que llega a límites alarmantes. Lo grave es que la mediocridad en el funcionamiento de las instituciones, produce un efecto de adormecimiento en la sociedad, que va perdiendo el interés en participar para modificar un esquema de poder perimido, y su accionar sólo se reduce a comentar o criticar pasivamente desde la tranquilidad de una mesa de café.
Es justo en este escenario de “anestesiamiento” social, cuando aparecen los abusos y atropellos desde el Poder político que maneja los hilos del Gobierno Provincial. No es que la gente esté mejor, sino que el ciudadano siente miedo de ser señalado por la Inquisición Gobernante, y padecer luego la excomunión de por vida del circuito social. Atreverse a una simple crítica al oficialismo, es considerado como un brutal acto de traición, y deberá pagarse con el ostracismo mas descarnado. Los contratados perderán su contrato, los medios de comunicación su pauta oficial, los propios partidarios se quedarán sin internas, la sociedad sin debatir los grandes temas, y los opositores perderán su dignidad, al tener que callarse por temor a perder presencia en los medios. Los que se animen a decir lo que realmente pasa en San Juan, sufrirán las mas crueles inspecciones de todos los organismos de control, que seguramente encontrarán una mínima desprolijidad, que será luego explotada como una vil maniobra de corrupción.
En definitiva, es mejor que nadie hable; que los periodistas se dediquen a asesorar elecciones de reinas, que los políticos se dediquen a pelearse por los cargos, y que el jefe de la oposición sea elegido graciosamente, por el propio emperador.
El “todo vale”, solo rige para el que manda, como en la Edad Media. Ahora no se incendiará Roma, pero se quemará en una hoguera a la Constitución Provincial, se domesticará a la prensa con el látigo de una millonaria pauta oficial, se callará a los disidentes a través de la amenaza encubierta del despido y la persecución laboral, se dejará al propio partidario sin posibilidad de definir candidaturas a través de elecciones democráticas, se poblará el Poder Judicial de funcionarios elegidos por mecanismos tramposos, que jamás seleccionarán al mejor, sino al mas obsecuente. Se derretirán los últimos glaciares por el abuso de empresas extranjeras, que se llevan todo, y sólo dejan migajas y contaminación. Se secarán los diques, condenando a cientos de familias que vivían dignamente del turismo serrano, se fundirán los últimos agricultores, abandonados a su suerte, ante una sequía hídrica y económica sin precedentes; se silenciará a miles de trabajadores que no pueden tener una vivienda digna, y a los que les es imposible pagar las abultadas facturas de los servicios públicos. Se hará oídos sordos a los profesionales, docentes, y jubilados que cobran, pero se les hace imposible ser mas competitivos, porque sus ingresos solo les alcanzan para subsistir, mas allá de la placa o el diploma logrado en una provincia donde ya no se premia el conocimiento.
El resultado de está política de destrucción progresiva del Estado, es la aparición del fenómeno de la MIEDOCRACIA, que conlleva al temor creciente a participar en Movimientos Sociales, en protestas públicas, o en la inexistencia de un periodismo independiente.
Mientras la publicidad afirma que San Juan está mas lindo; médicos y docentes siguen reclamando mejores condiciones de trabajo, Tellechea no aparece, la Megaminería sigue saqueando nuestros bienes comunes; la sequía va en aumento; la Legislatura se transformó en la oficina auxiliar de una Escribanía de segunda; el Poder Judicial sucumbió como Poder Independiente, los medios olvidaron producir NOTAS DE INVESTIGACION; los productores siguen desapareciendo; los obsecuentes son premiados con cargos públicos y asesorías inexistentes; y el gobernante convertido en Monarca, baja o sube el pulgar a propios y extraños, convirtiendo a esta provincia en un verdadero Feudo.
San Juan está mejor, sin duda, pero sólo para aquellos que integran la Corte Imperial, plagada de lujos y privilegios.