Arrancamos por las pistas de esquí de fondo de Linza. Este año la nueva gestión ha permitido disfrutar de las pistas de una manera diferente a la que estábamos acostumbrados en los últimos años. Esta temporada, las pistas están planchadas y atendidas con especial interés en cualquier momento que se acuda al espacio nórdico. Las opciones que ofrece Linza están aprovechadas al máximo de forma continua por el citado interés, y las condiciones de la pista son inmejorables cualquier día que allí se acuda y no solo como en los años anteriores que parecía que solo funcionaba cuando había programada alguna prueba o competición. Incluso para el cursillo de esquí de fondo de la escuela de Ansó, las pistas han estado planchadas desde el primer día. Algo que, aunque parezca extraño, Elia y sus compañeros no conocían desde que empezaron con sus tres añitos hasta este año.
Esperemos que esta situación siga así durante mucho tiempo, ya que el interés citado repercute a todos los niveles en el valle.
Pasada la Foya de los Ingenieros dejamos las pistas pisadas y nos adentramos por el hayedo en busca de la Foya Manaté. El camino de verano poco a poco se va cerrando y este año el paso por él no resulta del todo cómodo, aunque sí resultó entretenido para Elia esquivando ramas en el ascenso.
Al salir del bosque, Elia visualizaba y reconocía los picos que veía. Me comentaba que cuando fuera como yo de mayor también subiría con los esquís a ellos y que ahora se conformaba con subirlos en verano. También preguntaba que cuando utilizaría crampones y piolet, que ya tenía ganas.
Cambiamos de orientación y seguimos ascendiendo buscando la caseta de chapa roja, conocida como "Refugio de Acherito", a la que ya accedió cuando era bastante más pequeña en sus primeras excursiones por el monte.
Con vistas a Maz llegamos a la cota más alta del día, donde tocaba otra de las cosas que le encanta hacer, quitar pieles.
Aunque se le había hecho corta la subida, aquello de empezar a esquiar en bajada, compensaba. Arrancamos con el descenso hacia la caseta y la recordaba bien. El grito que pegó cuando la vio, lo corroboraba.
Tras una rápida visita, seguimos con el descenso. Llegaba la parte mas divertida de la bajada y como dijo Elia, ¡esto mola!.
La pala, aunque corta, tiene su pendiente. Además, aquello de esquivar pinos y hayas también tiene lo suyo. Y si a todo le añadimos que la nieve estaba en su punto, casi podíamos decir que los esquís bajaban solos.
La bajada, de nuevo por las pistas mimadas y cuidadas al máximo, completaron una vuelta que, aunque corta, dejó un buen sabor de boca y ganas de seguir avanzando en esto del esquí de travesía.