Sentir que nada va bien, que te vas apagando poco a poco en silencio y sin motivo. Las calles ahora parecen tristes, no hay gente ni tampoco luces. En la oscuridad, todo es más confuso. El gentío, las risas, los bailes... pertenecen a otro mundo. Nada es justo: El sol ya no está, y la luna aun no ha llegado; los ríos no llevan agua, y el verano hace tiempo que se ha acabado. Le suplico al destino que encause mi futuro. "No dejes que me pierda", le ruego, "en esta oscuridad nada es bonito, ni yo ni nadie ni el rumbo. Llévame por otro caminos, más iluminados y bonitos. Enséñame nuevos lugares, sin melancolía ni tristeza, silencios ni diluvios". "No dejes que me pierda", le repito, "aún sé que quedan alegrías, días y triunfos. Aún sé que en sus ojos yo puedo ser el hombre que nunca tuvo".
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