La batalla se presentaba llena de claroscuros que daban miedo. Nunca había estado tan asustado durante tanto tiempo. La guerra se hacía de rogar, presente y silenciosa, aguardando el momento idóneo para el sonar de las trompetas. Miré a mis compañeros de lucha, y no observé sino dolor y odio hacia un rival que nada tenía que ver con nuestras pesadillas. Pues nuestros verdaderos contrincante eran aquellos que desfilaban bajo la misma bandera que debíamos defender y que, durante gran parte de nuestras vidas, pensamos incorruptibles. Llevaban grandes atuendos y caballos, los cuales paseaban frente a nuestras casas para hacernos creer, únicamente, partícipes de una guerra que habían ocasionado ellos. Y, para su cruel ventaja, hablaban nuestro idioma para engatusar a los más ignorantes. En medio de mis pensamientos, las trompetas comenzaron a sonar. Los nervios afloraron con más violencia y, como si no hubiera un mañana (que, ciertamente, muchos de ...
Blog de relatos y artículos literarios.