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Mostrando entradas de 2024

Revívelos

Poema  Suenan voladores, risas, canciones. Ríos llenos. Parejas, amor y trovadores. Todo es perfecto en el mar, el cielo y miradores. Pero, dentro de mí: corazón sordo, ojos ciegos y temores. No hay descanso en el mundo, tu sonrisa baila, vive, embellece. La mía apagada, sin vida enloquece. Tus ojos llenos, vivos y profundos. Los míos mirándote perdidos y sin rumbo. No me pidas palabras, se las llevó el viento. No me supliques que regrese, el pasado se llevó mis labios, pupilas y latidos. Los tuyos aún siguen vivos. Quédatelos. Revívelos. De los míos aléjalos. Mantenlos con vida.

Gritos de Dolor

 Sus ojos eran lágrimas. O, al menos, así me los imaginaba mientras en la oscuridad de mi cuarto miraba al techo. Estaba muerto de miedo. No me podía imaginar qué podía ser tan doloroso como para generar ese llanto que, cuando la luna surgía, parecía eterno. El desconsuelo con el que aquella chica lloraba era desgarrador y, durante varias noches, su dolor era mi desvelo. Mi cabeza daba vueltas y vueltas tratando de entender. Algunos días se dejaba escuchar la voz de un hombre a través del techo. Me preguntaba si sería él el causante de todo aquel sufrimiento. ¿Amor? ¿Desamor? ¿Infidelidades? ¿Inseguridades? Cualquier pista que me ayudara a comprender, me daría la paz que el primer grito que escuché aquel día me arrebató. La primera noche, cuando oí aquel alarido desgarrador, subí al piso que estaba justo encima del mío. Fui en bata y con unas pantuflas descoloridas, decidido a averiguar a qué se debía aquel quejido. Mientras subía las escaleras, mi cabeza no dejó de recrear cientos...

No dejes que me pierda

 Sentir que nada va bien, que te vas apagando poco a poco en silencio y sin motivo. Las calles ahora parecen tristes, no hay gente ni tampoco luces. En la oscuridad, todo es más confuso. El gentío, las risas, los bailes... pertenecen a otro mundo. Nada es justo: El sol ya no está, y la luna aun no ha llegado; los ríos no llevan agua, y el verano hace tiempo que se ha acabado. Le suplico al destino que encause mi futuro. "No dejes que me pierda", le ruego, "en esta oscuridad nada es bonito, ni yo ni nadie ni el rumbo. Llévame por otro caminos, más iluminados y bonitos. Enséñame nuevos lugares, sin melancolía ni tristeza, silencios ni diluvios". "No dejes que me pierda", le repito, "aún sé que quedan alegrías, días y triunfos. Aún sé que en sus ojos yo puedo ser el hombre que nunca tuvo".

La Disculpa de Sara Calloway

 Sara Calloway murió el cinco de enero de mil novecientos ochenta y siete, entre remordimientos y penas. Tenía ochenta y cuatro años cuando abrió por última vez los ojos de aquel cuerpo repleto de arrugas, ojeras y marcas de una vida cargada de dificultades. El día de su fallecimiento, sus cuatro hijos lloraron desconsolados su muerte frente a la cama del hospital, pensando más en los momentos que no tuvieron junto a su madre que en los pocos recuerdos felices que disfrutaron a su lado. «Que dura ha sido la vida», repetía Margarita, la cuarta de ellos, apesadumbrada. Estaba empapada en sudor y las lágrimas no se distinguían de los goterones que emanaban de su frente. Aquellas palabras cargaban mucho dolor, pero también desesperación y rabia. En un último intento, trataba de hacérselas llegar a su madre, rindiéndose ante el reloj, el cual mantuvo su orgullo tan alto que le impidió sincerarse alguna vez sobre la crudeza de su vida. Cuando minutos más tarde se llevaron a su madre y su...

La Mentalidad Intoxicada

 No me hables. Te suplico que por segunda vez no resucites. Ya estoy cansado de tus palabras y de tus ilusiones. Son todo imaginaciones. Quizás algún día de tanto repetirlo me convierta en aquello que siempre quisistes: en un ser envuelto en una catástrofe constante, preso de sus propios desvaríos condicionantes. Quizás yo mismo me crea la persona que me vendes. Puede ser que sucumba en tu martilleo verbal constante. No lo sé. Pero espero que nunca pase. Rezo por continuar sin tu amargura desquiciante. Llama en otro momento, cuando la razón te reviva con fundamento. Hasta entonces, sigue en tu silencio. "¡Te amo!", grito. Él me contesta que mi corazón está confundido: "ella no lo corresponde, ella es sólo un delirio. Sus palabras mentiras y sus acciones sin motivo". Regresa cuando de verdad veas. Regresa cuando tu naturaleza cambie y se sustituya por una más bella. Por una en la pienses que ella me quiera y tu convicción en ello sea plena. No me hables.

La Comunidad de la Música

 Ahí estaba otra vez. Rosa había vuelto y, de entre el murmullo de decenas de instrumentos que se oían a través del patio interior, el violín había adquirido todo el protagonismo. Hugo la oía desde el piso de abajo. La facilidad que tenía para transmitir al acariciar las cuerdas con la vara lo mantenía atónito. Su control era absoluto. No había imperfecciones. Desde el techo, resonaba una melodía llena de pasión, con partes más calmas que hacían temer el final de la música, y otras repletas de vida, las cuales hacían que el pulso se acelerara y una alegría desmesurada se hiciera con el alma. Todo vibraba. Especialmente, el corazón de Hugo. Y, tal era su excitación interior que comenzó a tocar. Dio un salto desde el sillón y se sentó frente al piano. Sus dedos bailaron solos. Al principio, piano y violín estaban completamente desconectados el uno del otro. Pero la atención de Rosa no tardó en ser atraída por el sonido de las cuerdas del piano que, por unos segundos, sonó en solitari...