Esta frase de Picasso siempre me ha gustado. Tiene múltiples interpretaciones. Puedes pensar que Picasso ya no necesita pararse a buscar, sino que va justo a donde quiere ir, que se queda con las ideas que encuentra -decía también que el pintor roba de otros pintores todo lo que puede-, o que el artista debe ir con ojos atentos a todo lo que pueda ser interesante para él. Pero yo me quedo con que en su obra el azar tiene un gran papel, aunque luego tenga que trabajar sobre lo encontrado. Viendo la película documental El Misterio Picasso, de Georges Clouzot, nos damos cuenta de que en gran medida debe referirse a esto último.
Últimamente pienso mucho en esta frase. He leído hace poco Arte e Ilusión de Gombrich, y me llamó mucho la atención la teoría sobre la aparición del arte expuesta en este libro. Según cierta hipótesis el arte surgiría del intento en tiempos remotos de perfeccionar formas y colores vagamente reconocibles, que evocaban alguna cosa conocida, para que dejasen de ser ambiguas. Es como lo de un 6 y un 4... o la palabra ojo, que parecen una cara. Si las retocamos un poco ya no parecen números ni letras.
Pues bien, hay un método de dibujo o de creación, que consiste en generar formas arbitrarias y luego retocarlas hasta que parezcan algo reconocible. Los surrealistas lo utilizaron ampliamente. En las clases les puse ese ejercicio a los alumnos, bien en forma del juego de las tres líneas -otro día lo explico- o bien con manchas obtenidas mediante monotipos.
Yo hice unas pocas imágenes partiendo de monotipos, que convertí en postales navideñas un tanto extrañas. Pues aquí están: