"No hay que creer que la pereza sea estéril. Se vive en ella intensamente, como una liebre alerta. Nadamos en ella como en el agua, pero sentimos el roce de las hierbas del remordimiento."
"A los jóvenes. Os voy a enseñar una verdad que quizá os resulte desagradable, porque vosotros siempre esperáis cosas nuevas. Esta verdad es que no envejecemos. Con el corazón, está claro: ya se sabía, por lo menos en cuanto al amor. Pues bien: con el espíritu sucede lo mismo. Permanece siempre joven. Uno no comprende la vida a los cuarenta años mejor que a los veinte, pero lo sabe y lo confiesa. Eso es juventud."
Ficha: "Diario 1887-1910", Jules Renard, editorial Debolsillo, 300 páginas, ISBN: 978 84 8346 708 4
Su inclusión en la lista de escritores recomendados por Alberto Domínguez en su interesante libro "Cioran. Manual de antiayuda", fue lo que me impulsó a conocer a este escritor francés, uno de los más importantes de su época, finales del siglo XIX, un periodo excepcionalmente fértil en lo que a literatura se refiere dominado por la corriente del realismo literario. En esa corriente artística habría que encuadrar a un Jules Renard que trató de buscar fortuna en todos los géneros, novela, teatro, poesía... además escribió numerosos artículos de crítica de novela y teatro para diferentes publicaciones siendo uno de los fundadores de la revista literaria "Mercure de France" en su reaparición en 1.890.
A los 23 años Renard comenzó a escribir la que sería su obra más ambiciosa, su diario, publicado póstumamente en 1.925, el diario, definido por el autor como "cartas a mí mismo que os permito leer", constituía sin lugar a dudas una especie de válvula de escape, una forma de exorcizar sus demonios personales y alejar el terrorífico fantasma del bloqueo del escritor. La versión que he leído es la selección y edición de Josep Massot e Ignacio Vidal-Foch, una versión reducida de la ya de por sí "expurgada" que ha llegado a nosotros. Tal y como los editores recogen en la introducción del mismo, la viuda de Renard, Marie Morneau, censuró buena parte de los mismos, aparte de realizar otras acciones más drásticas como la eliminación física de tres mil doscientas cartas de las más de cuatro mil que guardaba el escritor... todo con la sana intención de evitar perjuicios y ofensas a terceros, y es que Renard era implacable cuando escribía con libertad.
Quizás sea cuestión de gustos, pero no me ha parecido para nada un escritor tan genial como me lo pintan, aunque sí desde luego que hay en él fugaces destellos de genio, especialmente cuando escribe máximas y sentencias cortas... no me extraña que muchas de las mismas terminasen al final, ironías del destino, impresas en calendarios, dudo mucho que a Renard le hubiera gustado.
"La mujer, con sus piernas abiertas como tijeras, corta la gavilla de nuestros deseos"
"Que no te engañen los rostros altivos y silenciosos: son tímidos"
"En mí, la necesidad casi incesante de hablar mal de los demás, y una gran indiferencia por hacérselo".
"Avaro, pero muy cortés. Cuando un mendigo se quita la gorra para tendérsela, él responde con una profunda reverencia"
Hay un sentimiento durante toda la obra, al menos en la selección escogida por los editores, presente de principio hasta casi el fin... el ansia de gloria, de reconocimiento, de triunfar en el mundo de las letras, de ver sus novelas vendidas en cantidades masivas y saborear el triunfo como dramaturgo, y sobre todo obtener el reconocimiento público a través de las condecoraciones, estuvo obsesionado por la "Legión de honor" por ejemplo, y sobre todo con la remuneración que la fama conllevaba, casado y con dos hijos, no sufrió graves penurias económicas pero tampoco terminó de vivir nunca con desahogo. Esta obsesión con la fama y el reconocimiento literario, a ser posible en vida y debidamente remunerado, contrasta con sus pensamientos íntimos donde se critica duramente y se considera un escritor fracasado y sin talento.
"No serás nada, Llora, grita, agárrate la cabeza con las dos manos, espera, desespera, reanuda la tarea, empuja la roca. No serás nada"
Dicen en ajedrez que solo un fuerte jugador sabe cuan débil es su juego, se podría decir en contrapartida que solamente un escritor de talento sabe hasta qué punto su arte con las palabras es limitado y mediocre. Renard era muy consciente de su inferioridad respecto a los grandes de su siglo:
"Si vinieras a besarme mientras estoy leyendo un soneto de Baudelaire, sería capaz de no interrumpir la lectura; y si me anunciaran la muerte de mi padre entre dos estrofas de Hugo, diría -espere-".
En su diario como es de esperar hay un poco de todo, referencias a su familia: se muestra la indiferencia y el resentimiento que le provocaban su madre, a la que nunca quiso, la admiración hacia su padre, su referente en lo personal aunque siempre le reprochó su indiferencia hacia su obra, y a quien terminó admirando sinceramente a través del acto de su suicidio, que Renard consideró siempre un acto de valor que él estaría obligado a emular si llegaba a vivir en sus mismas condiciones... algo que no pudo hacer al final. Y también alguna referencia a la educación de sus hijos y alguna muestra conmovedora de cariño hacia su esposa.
"Mamá se podría pasar horas charlando con una niña, con un gato: con un ronroneo de respuesta se conforma. No miente: inventa. Se lo inventa todo con una facilidad insignificante, incluso sus sueños. No se puede decir que robe: ella desplaza. Cuando sabe que estás buscando un dado, lo esconde. No lo devuelve enseguida: deja que lo busques. No son hurtos de persona adulta; son pequeños robos de urraca"
"¡No! No nos había prevenido. Solíamos hablar de la muerte, pero no de la suya. Habríamos necesitado virtudes de los antiguos romanos. Él quizá las tenía. Pero nosotros no. Sería un culpable y un necio si no supiera sacar de esta muerte la hermosa lección que nos da. No se puede llorar y pensar a la vez, porque cada pensamiento absorbe una lágrima."
"A veces, cuando mira a sus hijos, parece tan cerca de ellos que se diría que son dos ramas suyas. A través de sus ojos se ve su corazón, un corazón rosado. Es el sol. En el fondo de sus ojos, en la retina, ¿habrá un espejo, un rinconcito no velado por la ternura, donde mi imagen no es buena?... Tengo a Marinette: ya no tengo derecho a nada."
Pero por encima de todo el diario está ocupado por impresiones sobre su obra y sus colegas literatos, a los que en general no deseaba mejor suerte que la suya pues como bien expresa en algún lugar de su diario un triunfo artístico completo requiere no solo un éxito personal sino un fracaso de los demás. También expresa su aproximación a las ideas socialistas, llegaría a ocupar la alcaldía de su pueblo representando a este partido, su rechazo a la religiosidad... hay unas cuantas líneas encendidas en el diario donde critica la "beatería", también expresa su menosprecio por diferentes artes como la pintura y la música, que no acierta a comprender y valorar. Y por encima de todo carga contra las convenciones sociales y el mundo teatral en el que vive, dentro y fuera del escenario, hacia el final de su vida solamente la vida retirada en el campo y la naturaleza parecían reconfortarle un poco, hastiado de todo llegó un punto en el que hasta la lectura, especialmente la de sus contemporáneos, dejó de interesarle.
"No tengo prisa por ver la sociedad futura: la nuestra es buena para el escritor. Con sus injusticias, sus vicios y su estupidez, alimenta la observación literaria. Cuanto mejores sean los hombres, más insulsos"
Lo mejor: Su sinceridad, su ingenio e ironía a la hora de retratar personajes y mostrar de forma ácida y despiadada la ridiculez, las contradicciones, la fragilidad y lo pretencioso de la naturaleza humana. Hay entradas en el diario en verdad memorables, como la del 1 de enero de 1.895 donde hace un maravilloso examen de conciencia que habría que leer y releer una y otra vez, o como la bellísima, e irónica, del 31 de julio de 1.889, todo un alegato en pos de la vida contemplativa y su imposibilidad en el mundo moderno. En fin, un escritor al que todavía da gusto leer a pesar del tiempo transcurrido y cuyos mordaces pensamientos y reflexiones acerca del alma humana difícilmente pasarán de moda, estoy seguro de que cualquier lector se verá en más de una ocasión retratado en ellos.
"Yo no diré, como Jean-Jaques Rousseau: -No estoy hecho como nadie que haya conocido; me atrevo a creer que no estoy hecho como nadie que haya existido antes- . ¡No, no! Estoy hecho como todo el mundo, y si consigo verme en mi espejo sólidamente colgado, veré a la humanidad casi entera".
"Qué cómodos son los entierros. Se puede ser huraño con la gente: lo toman por tristeza"
Lo peor: Aparte de algunos destellos indudables de ingenio y de alguna entrada memorable como las ya mencionadas el diario en general está ocupado en su mayor parte por comentarios sobre reuniones y conversaciones con sus colegas literarios y no siempre se explica el contexto lo suficiente o tienen interés, salvo para los estudiantes de filología y literatura francesa. En fin, abundan la paja y fragmentos que me han resultado aburridos y repetitivos, completamente disculpable en una obra como esta donde el autor escribió con total y plena libertad sin pensar en nadie más que en sí mismo y que sin duda debió de constituir todo un consuelo en una vida forzosamente llena de ataduras y convencionalismos que despreciaba profundamente.