por la conciencia,
sin hacer ruido a penas,
sin ni si quiera pensarte,
es un latido suave
el delator de tu presencia,
la piel se me eriza
y las manos tienen
el recuerdo leve,
del deseo de una caricia
y luego simplemente desapareces
en un acto de voluntad férrea
que te aparta con delicadeza
de este corazón desobediente.
En vez de huir
cojo el móvil y te escribo…
Escúchame, aunque sólo susurre y mi voz no te llegue entre tanta algarabía, no pares, corre, esfuérzate y consíguelo, cuando hayas llegado a la meta, ponte otra más lejana y difícil o dejarás de ser tú… ven, te presto mi abrazo, descansa en mi pecho como si fuera una playa infinita, el flujo de mi sangre como el rumor de las olas, mis latidos son el son antiguo y milenario de todos los cantos de sirenas… ni si quiera tienes que llegar al filo de mi cuerpo para cobijarte, solo tienes que cerrar los ojos y descansar unos minutos cuando el cansancio te rinda, te queda menos y te queda todo, así niño, es la vida, pero tienes una sirena que te cuida, que no sirve para nada, pero sirve para todo, así niño, son los sueños. Te dejo miles de besossssss ahí, justo en tu mesa en un puñadito, para que los vayas cogiendo según los necesites.
Y vuelvo a ordenar los cajones,
te coloco de nuevo,
en tu sitio,
me acerco con cuidado,
te regalo una sonrisa
esperando que tal vez
te alegre un poquito el día
y me voy vestida
con la que tu respuesta
siempre me provoca
y vuelvo a escribir
la palabra AMIGO
por todas las paredes.
He aquí mi loca teoría de los susurros: tú debes creer que mis susurros son cantos de sirena que intentan acercarte a mí, sin embargo yo los uso para alejarte cuando, sin querer, te me cuelas. Terapia de choque creo que lo llamáis los humanos.