martes, 17 de diciembre de 2024

LA FAMILIA DE JESÚS

 


La lista de los antepasados de Jesucristo, descendiente de David y de Abraham:
Abraham fue padre de Isaac, este lo fue de Jacob y este de Judá y sus hermanos. Judá y Tamar fueron los padres de Fares y Zérah. Fares fue padre de Hesrón y este de Aram. Aram fue padre de Aminadab, este lo fue de Nahasón y este de Salmón. Salmón y Rahab fueron los padres de Booz. Booz y Rut fueron los padres de Obed. Obed fue padre de Jesé. Jesé fue padre del rey David, y el rey David fue padre de Salomón, cuya madre fue la que había sido esposa de Urías.
Salomón fue padre de Roboam, este lo fue de Abías y este de Asá. Asá fue padre de Josafat, este lo fue de Joram y este de Ozías. Ozías fue padre de Jotam, este lo fue de Ahaz y este de Ezequías. Ezequías fue padre de Manasés, este lo fue de Amón y este de Josías. Josías fue padre de Jeconías y sus hermanos, cuando la deportación de los israelitas a Babilonia.
Después de la deportación a Babilonia, Jeconías fue padre de Salatiel y este de Zorobabel. Zorobabel fue padre de Abihud, este lo fue de Eliaquim y este de Azor. Azor fue padre de Sadoc, este lo fue de Aquim y este de Eliud. Eliud fue padre de Eleazar, este lo fue de Matán y este de Jacob. Jacob fue padre de José, el marido de María, y ella fue la madre de Jesús, a quien llamamos el Mesías.
De modo que hubo catorce generaciones desde Abraham hasta David, catorce desde David hasta la deportación de los israelitas a Babilonia y otras catorce desde la deportación a Babilonia hasta el nacimiento del Mesías.

La finalidad de esta genealogía es mostrarnos que Jesús es plenamente hombre. Hermano de todos, santos y pecadores, hombres y mujeres. Dios nos envió a su Hijo haciéndolo plenamente hombre para que recuperáramos la libertad que habíamos perdido. Es la prueba de la misericordia divina.

"Hoy toca una de esas lecturas del Evangelio que nos resultan extrañas. Y que incluso nos suenan a patraña. Hoy leemos el comienzo del Evangelio de san Mateo en el que se nos cuenta la genealogía de Jesús, empezando por el patriarca Abraham. Quizá a nosotros ciudadanos del siglo XXI nos habría bastado con saber de sus padres y de sus abuelos. Pero aquellos tiempos eran otros y el evangelista necesitaba demostrar que Jesús pertenecía al pueblo de Israel desde su fundación. Si Abraham era el padre y fundador del  pueblo judío, el evangelista quiere demostrar que Jesús es tan judío como el que más. No es un extraño. No es uno venido de fuera. Dios ha escogido a uno de los suyos para hacer presente en medio del mundo su salvación. El Mesías esperado viene, como indicaban las escrituras más antiguas, del mismo pueblo judío.
Pero no deja de ser una genealogía complicada. Incluso podríamos decir muy humana. Se ve esto que digo en la inclusión de cuatro mujeres en esa genealogía. La primera, Tamar, tiene una forma complicada de tener descendencia con Judá. La segunda, Rahab, es directamente una prostituta en Jericó. La tercera, Rut, es una moabita, una extranjera. Y la cuarta es la mujer de Urías, de la que se enamoró David cuando el marido andaba peleando en la guerra y con la que aquel tuvo un hijo. Son historias que nos hablan de cómo Dios va guiando la historia por caminos que nos pueden sorprender pero que siempre llegan a buen término. Y aquí el término es Jesús, nuestro salvador. Porque, como dice el refrán español, “Dios escribe recto con líneas torcidas”.
Conclusión: que a veces lo que nos parece que está mal o que nos hace daño puede terminar en bien para nosotros y para los que nos rodean. La fe es creer que Dios es el señor de la historia y que, aunque no siempre lo comprendamos, él lo va orientando todo para nuestro bien. Esa es nuestra fe y es nuestra esperanza."
(Fernando Torres cmf, Ciudad Redonda)

lunes, 16 de diciembre de 2024

LA AUTORIDAD DE JESÚS

 


Jesús entró en el templo y, mientras estaba en él, enseñando, se le acercaron los jefes de los sacerdotes y los ancianos de los judíos y le preguntaron:
– ¿Con qué autoridad haces estas cosas? ¿Quién te ha dado tal autoridad?
Jesús les contestó:
– Yo también os voy a hacer una pregunta: ¿Quién envió a Juan a bautizar: Dios o los hombres? Si me respondéis, también yo os diré con qué autoridad hago estas cosas.
Ellos se pusieron a discutir unos con otros: “Si respondemos que le envió Dios, nos dirá: ‘Entonces, ¿por qué no le creísteis?’ Y si decimos que fueron los hombres, tenemos miedo de la gente, porque todos tienen a Juan por profeta.” Así que respondieron a Jesús:
– No lo sabemos.
Entonces él les contestó.
– Pues tampoco yo os digo con qué autoridad hago estas cosas.

Para los sacerdotes y ancianos, el tema de la autoridad era muy importante. Sobre ellos recaía la autoridad en el pueblo de Israel. ¿Quién le había dado a Jesús la autoridad si no era ni sacerdote ni anciano?
Jesús evade la respuesta. Quizá porque aun no era el omento de la respuesta, o, posiblemente, porque la idea de autoridad de Jesús era muy distinta de la que tenían sacerdotes y ancianos. La autoridad de Jesús se basaba en el servicio. Para Él tenía más autoridad quien servía más. Esta es la autoridad que nos viene de Dios: servir y amar.

"Es una cuestión de autoridad lo que les preocupa a los sumos sacerdotes y a los ancianos del pueblo. Para ellos es una cuestión vital: hay que tener claro a quién hay que obedecer. Está en juego la salvación. Con esa cuestión se acercan a Jesús. Y se produce un diálogo curiosísimo en el que Jesús termina dejándoles sin una respuesta clara. Es más, da la impresión de que Jesús juega con ellos pero que no tiene ninguna intención de decirles con qué autoridad actúa.
Es normal que se produzca ese diálogo imposible. Porque Jesús se mueve en otro nivel. La cuestión de la autoridad es secundaria sino la última en el Reino. La esencia del Reino de Dios no es la autoridad sino el amor. Dios no es un dictador, un rey absoluto, que impone normas que deban ser obedecidas sí o sí bajo la amenaza de un castigo terrible que llega hasta la condenación eterna. Dios es Padre, es Abbá, que significa más bien “papaíto”. Y en el mundo del amor no existe la ley ni la norma ni el castigo.
Lo que propone Jesús es un reino que tiene mucho más de familia que de cuartel. En la mesa de los hijos todos son acogidos, sin excepción. La obediencia no es la clave de la relación sino el amor. Es un amor que se mueve en todas direcciones. De Dios a nosotros, a cada uno de nosotros. De nosotros a Dios y de nosotros a nosotros. La clave del reino es una forma nueva de relación que no está basada en que uno manda (Dios o sus representantes) y los demás obedecen sino en la dimensión de la mesa en la que todos estamos sentados al mismo nivel, incluso el que preside la mesa (más allá incluso, el que preside se abaja a lavar los pies a los demás, como hizo el mismo Jesús en la última cena). En la mesa del reino Dios no tiene un escabel más alto sino que se ha sentado a nuestro nivel. No hay primeros puestos ni segundos ni últimos. Es una mesa en la que todos somos iguales.
Por eso, la cuestión de la autoridad le debió hacer reír a Jesús. Y debió pensar que los sumos sacerdotes y los ancianos no se habían enterado de nada. No es una cuestión de autoridad sino de amor. Y eso vale para aquellos y para nosotros."
(Fernando Torres cmf, Ciudad Redonda)

domingo, 15 de diciembre de 2024

¿QUÉ DEBEMOS HACER?

 

La gente le preguntaba:
– ¿Qué debemos hacer?
Y Juan les contestaba:
– El que tiene dos vestidos dé uno al que no tiene ninguno, y el que tiene comida compártala con el que no la tiene.
Se acercaron también para ser bautizados algunos de los que cobraban impuestos para Roma, y preguntaron a Juan:
– Maestro, ¿qué debemos hacer nosotros?
– No cobréis más de lo que está ordenado – les dijo Juan.
También algunos soldados le preguntaron:
– Y nosotros, ¿qué debemos hacer?
Les contestó:
– No quitéis nada a nadie con amenazas o falsas acusaciones. Y conformaos con vuestra paga.
La gente se encontraba en gran expectación y se preguntaba si tal vez Juan sería el Mesías. Pero Juan les dijo a todos: “Yo, ciertamente, os bautizo con agua; pero viene uno que os bautizará con el Espíritu Santo y con fuego. Él es más poderoso que yo, que ni siquiera merezco desatar la correa de sus sandalias. Trae la pala en la mano para limpiar el trigo y separarlo de la paja. Guardará el trigo en su granero, pero quemará la paja en un fuego que nunca se apagará.”
De este modo y con otros muchos consejos anunciaba Juan la buena noticia a la gente.

Le preguntan a Juan Bautista qué deben hacer. Les responde que sean justos. Que no cobren de más, que no abusen del poder, que compartan.
Si hoy lo preguntamos, nos responderá lo mismo. Que seamos fraternos, que compartamos, que no abusemos de los otros.
Hoy es el domingo Gaudete (Alegraos). Si seguimos los consejos de Juan, experimentaremos la alegría de compartir, de ser justos, de considerarnos todos hermanos. Es así que podremos recibir a Jesús, hacer que nazca en nuestro corazón.
 
"Ya queda menos. Se aproxima la Navidad. Empezamos la tercera semana de Adviento. Es el domingo “Gaudete”, “Alegraos”. Las lecturas nos lo repiten, para que no se nos olvide. Que somos dados a la tristeza, sobre todo en invierno.La semana pasada el Bautista hablaba en general del arrepentimiento por los pecados y la conversión a una nueva vida. Sin dar instrucciones precisas, sólo en general. Hoy la cosa se concreta más. Vamos a ello. (...)
Lo primero que pide el Bautista es relativizar los bienes materiales. Para que Dios entre en nuestra vida, debemos hacerle sitio. Sabemos que lo material es importante, pero hay que ponerlos en su lugar.Me parece importante recordar una cita del Catecismo de la Iglesia Católica, concretamente, el número 2446: San Juan Crisóstomo lo recuerda vigorosamente: “No hacer participar a los pobres de los propios bienes es robarles y quitarles la vida; […] lo que poseemos no son bienes nuestros, sino los suyos” (In Lazarum, concio 2, 6). Es preciso “satisfacer ante todo las exigencias de la justicia, de modo que no se ofrezca como ayuda de caridad lo que ya se debe a título de justicia” (AA 8): «Cuando damos a los pobres las cosas indispensables no les hacemos liberalidades personales, sino que les devolvemos lo que es suyo. Más que realizar un acto de caridad, lo que hacemos es cumplir un deber de justicia» (San Gregorio Magno, Regula pastoralis, 3, 21, 45).
Es una buena forma de revisar los “pecados de omisión”. Si alguien pasa necesidad cerca de mí, y yo miro para otra parte, no hago el bien que debo hacer. Puede ser un buen propósito para este Adviento, repartiendo “mis túnicas”, intentando hacer el bien que, en otras ocasiones, he dejado de hacer.
Lo segundo a lo que apunta el Bautista, en su exhortación a la orilla del Jordán es a la forma de cumplir con nuestras obligaciones. A los publicanos y a los soldados no les dice que se vayan al desierto, o que adopten la vida monástica o sacerdotal. Les dice que pueden realizar su trabajo de otra manera, con más responsabilidad, y siendo justos. Es un consejo que nos viene bien también en nuestro camino de Adviento.
Todo lo que hacemos, ya sea en casa, en la oficina, en la escuela o en la universidad, se puede llevar a cabo de muchas maneras. Lo mínimo que se nos puede pedir es que lo hagamos con responsabilidad – nuestra obligación como individuos – pero, como cristianos, se nos puede pedir algo más. Cosas que no se incluyen en el contrato, como la sonrisa, la amabilidad, la empatía… Para poder recibir al Niño Dios que viene, estar atentos a los hermanos es la mejor manera.
Nos avisa también Juan del peligro del abuso de poder, de aprovecharnos de una posición de fuerza. Puede ser una posición de superioridad provocada por la diferencia en la escala social, en la educación, puede ser por la jerarquía en el trabajo… No tenemos espadas como los soldados, pero, a veces, las palabras “matan”. Para que Cristo entre en nuestra vida, debemos ser de maneras y formas suaves, como fue el mismo Jesús.
En definitiva, hay que cambiar algo en nuestras vidas – y es preciso rezar mucho – para que dejemos de imponer nuestros puntos de vista, dejemos de estar tranquilos con lo que hacemos, y permitamos a Cristo entrar en nuestras vidas. Eso que nos da miedo, porque nos exige cambiar lo que no va bien. No siempre lo vemos como un motivo para la alegría. Pero para eso Él viene a nosotros. Cada uno debiera escuchar la llamada concreta que este año le dirige a él el Señor.  Deja entrar al Evangelio y a Cristo en tu vida: Él viene, y no tardará. Ésta es la gran noticia. Y hazlo con alegría. Siempre."
(Alejandro Carbajo cmf, Ciudad Redonda)

sábado, 14 de diciembre de 2024

NO LE RECONOCIERON



Los discípulos preguntaron a Jesús:
– ¿Por qué dicen los maestros de la ley que Elías tiene que venir primero?
Jesús contestó:
– Es cierto que Elías ha de venir y que ha de poner todas las cosas en orden. Sin embargo, yo os digo que Elías ya vino, pero ellos no le reconocieron, sino que hicieron con él cuanto quisieron. De la misma manera va a sufrir a manos de ellos el Hijo del hombre.
Entonces comprendieron los discípulos que Jesús les estaba hablando de Juan el Bautista.

Jesús dice a sus discípulos que Elías ya le ha precedido y que no lo han reconocido. Acabó como todos los profetas, mal. Y les dice, que Él también tendrá que sufrir, que tampoco lo van a reconocer.
El camino de Jesús no es fácil. Seguirlo comporta incomprensión. Pero Jesús repite en su evangelio que Él estará con nosotros, que su yugo es suave. Por desgracia no siempre sabemos verlo. Entonces nuestra vida se llena de dudas. Nos parecerá notar la ausencia de Dios, su silencio. Pero Él está junto a nosotros. Debemos confiar. Si sabemos esperar, lo notaremos un día junto a nosotros. ¿Lo sabremos reconocer?

viernes, 13 de diciembre de 2024

EXCUSAS


 
¿A qué compararé la gente de este tiempo? Es comparable a los niños que se sientan a jugar en las plazas y gritan a sus compañeros: ‘Tocamos la flauta, y no bailasteis; cantamos canciones tristes, y no llorasteis.’ Porque vino Juan, que ni come ni bebe, y dicen que tiene un demonio. Luego ha venido el Hijo del hombre, que come y bebe, y dicen que es glotón y bebedor, amigo de gente de mala fama y de los que cobran impuestos para Roma. Pero la sabiduría de Dios se demuestra por sus obras.

Siempre buscamos excusas para no actuar. Si la misa es muy tradicional, decimos que es aburrida y no hay vida. Si se tocan guitarras, se hace la homilía compartida, se baila...decimos que eso no es litúrgico. 
Lo mismo hacemos con las personas. Siempre las juzgamos de forma negativa. Si son alegres no son serias. Si son serias, decimos que son aburridas y exageran. 
Todo esto lo hacemos para no cambiar, para seguir siempre igual. Para no actuar. Y Dios espera nuestras obras, no nuestras palabras y juicios. Él quiere que actuemos, que cambiemos, que nos convirtamos.
Adviento es tiempo para esto, para convertirse.







jueves, 12 de diciembre de 2024

EL PRECURSOR

 


Os aseguro que, entre todos los hombres, ninguno ha sido más grande que Juan el Bautista; sin embargo, el más pequeño en el reino de los cielos es más grande que él.
Desde que vino Juan el Bautista hasta ahora, al reino de los cielos se le hace violencia, y los violentos pretenden acabar con él. Todos los profetas y la ley de Moisés anunciaron el reino hasta que vino Juan. Y, si queréis creerlo, Juan es el profeta Elías, que había de volver. Los que tienen oídos, oigan.

A Juan siempre lo hemos tenido como personaje central en Adviento. Nos invita a preparar los caminos que llevan al nacimiento de Jesús en nuestro corazón. Pero los judíos no lo aceptaron. La gente sencilla se convertía y se hacía bautizar por él; pero escribas, doctores de la ley, fariseos...lo ignoraron totalmente.
A nuestro lado tenemos personas que, como Juan, nos indican el camino a Jesús. ¿Les hacemos caso? En este Adviento ¿nos estamos preparando para recibir a Jesús en nuestro corazón?¿Ayudamos a los demás a encontrarlo?

"La figura de Juan el Bautista aparece con frecuencia en este tiempo de Adviento. Se dice de él que es el precursor, el que anuncio la presencia del Mesías, del que tanto hablaban y al que tanto esperaban los judíos de la época. Pero hubo un pequeño problema con Juan el Bautista. Un problema que para los judíos de aquel tiempo resultó insuperable.
Es que ni Juan el Bautista resultó ser el profeta que esperaban ni el Mesías que anunció se parecía en nada al Mesías que llegó. Es decir, a Jesús. Tanto el precursor como el mesías fueron tan diferentes de lo que esperaban los judíos, que fueron incapaces de aceptar ni al uno ni al otro. Ellos ya tenían sus ideas preconcebidas y lo que vieron en Juan y lo que vieron en Jesús no tenía nada que ver con aquellas ideas. Por eso el rechazo, que fue total. Al primero lo mató Herodes pero nadie en el mundo judío levantó un dedo para protestar por aquella muerte injusta. Al segundo lo mataron los romanos pero después de que los mismos jefes de los judíos lo pusieran en sus manos. La muerte terminó con ambos profetas. Por la sencilla razón de que no se ajustaban a la idea que tenían de lo que debía ser un profeta y de lo que tenía que ser y parecer el Mesías tan anunciado. Conclusión: se liberaron de ellos y decidieron seguir esperando.
A menudo, a nosotros nos puede suceder algo parecido. Tenemos unas ideas ya muy fijas de lo que es Dios, de cómo es Dios, de lo que Dios manda y también de lo que nosotros tenemos que hacer, de cómo debemos comportarnos, de lo que es importante y de lo que no lo es. Ya nos sabemos tan bien todo que no queda hueco para la sorpresa, para la novedad de un Dios que va a terminar naciendo en un pesebre maloliente, que se va a manifestar cercano a los pobres y defensor de la justicia.
Tenemos todo el tiempo de Adviento para desprendernos de las ideas fijas y sabidas que llenan nuestra mente y para comenzar a leer el Evangelio con ojos nuevos. Es nuestra oportunidad para no terminar haciendo lo que hicieron los judíos con Juan y con Jesús."
(Fernando Torres cmf, Ciudad Redonda)

miércoles, 11 de diciembre de 2024

UN YUGO SUAVE



Venid a mí todos los que estáis cansados y agobiados, y yo os haré descansar. Aceptad el yugo que os impongo, y aprended de mí, que soy paciente y de corazón humilde; así encontraréis descanso. Porque el yugo y la carga que yo os impongo son ligeros.

La vida, con los años, se nos hace cada vez más pesada. Nos sentimos agobiados y cansados. Nos sentimos solos, cosa que es más grave si vivimos en comunidad.
Jesús nos llama. Nos invita a ir a Él para encontrar el reposo. Nosotros lo buscamos lejos de Él. La sociedad nos ofrece mil descansos, distracciones, alegrías, que no acaban de llenarnos. 
Jesús nos invita a tener paciencia; a tener un corazón humilde y sencillo. La mayoría de nuestros agobios provienen de nuestras ansias de poseer, de tener cada día más. Jesús nos invita a seguir su camino de sencillez, de servicio, de Amor al prójimo. Nos puede parecer un yugo y una carga, pero, como Él mismo nos dice, son ligeros. Conformarnos con lo que tenemos, vivir atentos a las necesidades de los demás, amar...puede parecernos difícil, pero no lo es; porque Él está a nuestro lado, nos ayuda y nos conforta. Él recorrió este camino hasta el extremo.