Ella era una dama de alta alcurnia, vivía en un palacete cerca de la catedral, malcriada y consentida desde niña todo lo que quería siempre lo tenía, sin más moral que la de darse gusto a sí misma siempre entre sus semejantes decía, “hasta los hombres, el que yo quiero, lo tengo”.
Sin embargo entre la gente humilde ella era “la otra”, se había encaprichado del marido de María, que remendaba ropa para completar el triste sueldo de aguador que traía su infiel esposo, famosa por sus manos mágicas que todo lo componían, era respetada y querida por todos.
María fue a verla para suplicarle que dejara a su esposo...
“ Eres hermosa y puedes tener a quien quieras, pero yo solo lo tengo a él, sin él la vida ya no tiene sentido, las noches se hacen eternas esperándolo sentada en la puerta a que regrese ebrio de vino y oliendo a tu perfume, mira nuestro hijo, no quiero que crezca huérfano de padre y bajando la cabeza por la calle. Sé que me escucharás y atenderás a mi súplica, le he rezado hasta desgastarme las rodillas a la Esperanza Macarena para que ablande tu corazón y te haga ver que no actúas correctamente...”
Pero la miró con desprecio, ¿cómo ese ser insignificante creía que podía decirle a ella lo que estaba bien o mal?, ¿cómo se atrevía a hacerle sentir rastrera y mala persona?, la vergüenza hacia si misma la volcó en forma de ira y burla sobre María. Con una carcajada la despidió de allí diciéndole:
“Dile a la virgen que venga a mi casa a decírmelo y lo mismo le hago caso, no una insignificante “remienda trapos” como tú...”
Jueves Santo, “madrugá”, las camareras colocan las últimas flores con mimo a su virgen, los cofrades miran al cielo rezando, no hay nubes, que si una sola amenaza lluvia no sacan a la Señora, si llueve fuera, más llueve dentro de la capilla de los ojos de los hermanos...
Sevilla entera espera, ni un alfiler cabe para ver a la Reina de Sevilla salir por las puertas, ya se oye el Himno, la señora está en la calle...
Faltan un par de manzanas para llegar a la catedral cuando del cielo desaparecen las estrellas.
Llantos, prisas, gritos acunan el paso apresurado de los costaleros...
“No llegamos, se nos moja”, grita con el corazón desgarrado el hermano mayor...
Un chiquillo con los ojos arrasados en lágrimas llama a la puerta de un palacete y suplica cobijo para la Señora en las caballerizas, los criados corren a abrir las puertas para proteger de la lluvia a la virgen, la dama y dueña de la casa baja apresurada para ver que es ese escándalo.
Aterrorizada girta:
"¡La Esperanza Macarena en mi casa!".
y justo antes de perder el conocimiento, ve fuego en la mirada de la virgen que parece reprocharle su conducta, cuando para el resto no es más que el bailar de las llamas de los cirios en sus hermosos ojos...
Aterrorizada girta:
"¡La Esperanza Macarena en mi casa!".
y justo antes de perder el conocimiento, ve fuego en la mirada de la virgen que parece reprocharle su conducta, cuando para el resto no es más que el bailar de las llamas de los cirios en sus hermosos ojos...