(Sergio Belmonte)
Me duele el mundo en el costado,
aquí, entre el páncreas y el apéndice.
Al principio creí que era cosa del doctor.
me hizo un rápido análisis de orina,
me puso mala cara, me prohibió la bebida
y me mandó reposo para el fin de semana.
me ha bajado un poco el colesterol,
sin embargo, la polisemia del hambre
me sigue oprimiendo las costillas.
Más tarde fui de consulta a un psicólogo
que me atacó sin piedad con sus pastillas
como un loco al borde mismo de la demencia.
Algunas me quitaron el dolor de cabeza,
pero ninguna me quitó la soledad,
ni el vértigo insobornable de la existencia.
Luego pensé que era cuestión
de hablar con el sacerdote.
me dio una explicación metafísica del hecho:
- tanta blasfemia no es buena para el riñón
y después, biblia en mano y alzado el dedo,
me asaltó con su ejército de salmos.
Como me duele el Dios de las beatas,
el que se cruza de brazos
y deja que nos untemos las uñas con ceniza
y que manchemos con sangre nuestra historia.
Aún me duele el mundo en el costado,
los otoños por correo,
el amor de microondas,
aquí, entre el páncreas y el apéndice
me duele ser hombre
y al final
un olvido de polvo derrotado.
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