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[A pie por aquella ciudad], Erling Kagge & fragmento de Chomolangma

viernes, 15 de febrero de 2019
Mark Prinsen

En Los Ángeles todo el mundo va en coche, y nosotros queríamos ver la ciudad desde la acera. Por el camino nos paró la policía, se mostraron suspicaces y nos preguntaron por qué no íbamos en coche. Según el agente, solo los ladrones, los yonquis y los locos iban a pie por aquella ciudad.

Erling Kagge, El silencio en la era del ruido, Taurus, Barcelona, 2017. Traducción de Carmen Montes Cano.

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Las aceras exhiben cada vez más cicatrices, heridas que los terremotos continuos no dejan de acentuar. Pero nadie tiene interés en reparar las calles cuando el solo hecho de pasear se ha vuelto tan marginal como subversivo.

Chomolangma, La Isla de Siltolá, Sevilla, 2017.

Komorebi

domingo, 30 de diciembre de 2018



[Ojos de hierba...]

domingo, 8 de mayo de 2016
 Kansuke Yamamoto


Ojos de hierba:
el horizonte es suelo,
se alza lo inútil.
  

[Trina ese mirlo...]

jueves, 28 de abril de 2016


Trina ese mirlo
astillas de tus ojos.
Se ensambla el mundo.
 

[Primeros brotes...]

viernes, 1 de abril de 2016
Resiliencia, Olli Syrjäkari

Primeros brotes.
Pero en el reloj, óxido...
Sigue el invierno.
 

[Tan sólo una hebra...]

jueves, 17 de marzo de 2016
Campos de relámpagos, Hiroshi Sugimoto


Tan sólo una hebra
de luz, y en cambio un astro.
Tapiz de vida.
  

[Largo pasillo...]

miércoles, 6 de enero de 2016
  Corridor, Duane Ditty


Largo pasillo
—si es que una sola puerta
fuera posible.

[En palimpsesto...]

martes, 22 de diciembre de 2015
Árboles de otoño, Egon Schiele



En palimpsesto,
las hojas; tanta gente
hecha de otoño.

14/12/95

lunes, 14 de diciembre de 2015
Gervasio Sánchez

14/12/95

   Es difícil pensar estas calles sin ruinas. Tantos años el mismo paisaje, por una guerra que, como todas por el mero hecho de empezar, se ha alargado demasiado. Ahora al fin termina. Reconstruirán la ciudad, pero no será fácil recordar cómo era, saber si podremos ya recordarla de otra forma. Lo que fue se ha desvanecido. Ahora Sarajevo es esto y otra vez van a quitárnoslo.
   También a esos niños que juegan al escondite, corriendo entre los muros derribados: la única forma en que realmente los conocen. Cómo trepará por ellos la nostalgia, si sus recuerdos sólo podrán partir desde lo devastado, si la ruina misma ya es en sí lo que se pierde. Cómo recordarán estos años, estos escombros.
   Cuando recuerden todo esto.
   Cuando recuerden aquellos que eran sus escombros.
  

Palabra de muerte

lunes, 16 de noviembre de 2015
Bertioga, Marcos Simanovic

PALABRA DE MUERTE
   
   Después de hacerlo prisionero en el sótano, mató al invitado. A pesar del acuerdo, del refugio incondicional que le había prometido. Las muertes incontables, tantos crímenes y huidas, parecían difuminarse bajo el peso de aquel cuerpo inerte. Su promesa, por qué tuvo que hacerla. Tal vez, demasiado poeta para tratarse de un asesino: en los ojos de sus infinitos niños de probeta sólo buscaba abrazar el mar.
    Le concedió el océano, la voluntad de perderse en un baño último. Y aun así Wolfram Bossert no tembló al dar muerte a aquel huésped con el que había entablado tan honda amistad.
   En las aguas calmas de una playa brasileña, dejaría hundirse aquel cadáver.
   Ya inofensivo, como un triste ángel.
   Como el gemelo imposible de Mengele.


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Microrrelato finalista en el V Concurso de La Microbiblioteca correspondiente al mes de octubre, junto a los textos de Sergio Astorga, Pedro Herrero Amorós, Josefina Maymó i Puig y Mónica María Brasca. El ganador ha sido Rafa Heredero García.

Epitafio

miércoles, 4 de noviembre de 2015
Tumba, Martyn Ravensdale

EPITAFIO

    Aquellas señales que grababas en los árboles, ¿te acuerdas? Desde niño te gustaron los códigos. Fuimos creciendo, y yo quise aprender morse, o cirílico, si aquello me acercaba a ti. Si era el modo en que quizá un día descifraría tu piel, en que quizá deletrearía tus ojos.
    Descodifiqué mi deseo, y tu balbuceo, tu espalda, fueron una respuesta que no busqué traducir. Sólo la herida. La necesidad de un idioma sin ti en que repararme. Me aferré a la amistad como única interpretación entre nosotros, aunque siguieras siendo ese ideograma que podría leer siempre sin cansarme.
    Te fuiste, me fui: dos adultos que se bifurcan como tantos. Aunque no tu recuerdo: todavía aprendí que el eco es el alma de un bosque, que una séptima te convoca en puntos suspensivos. Tú me entenderías. Ojalá pudieras aún hacerlo.
    Ahora, al cobijo de un ciprés, la lluvia es una ‘O’ que se me clava. Raya, raya, raya. Adónde envío esta señal de emergencia. Cómo se codifica el dolor tallado en un silencio.
    Ahora, que descubro este relieve. Braille. Así que ahora me lo dices. Como una caricia tuya, al fin. Pero el mármol, tan frío. Y este tiempo tan tarde.
 

[En Esta noche te cuento.]
 

[Tiempo contigo...]

lunes, 7 de septiembre de 2015
Shōji Ueda

Tiempo contigo:
en qué piel el tatuaje.
Tan sólo arena.
   

[Sobre la arena...]

miércoles, 12 de agosto de 2015




Sobre la arena,
la hoya de un cielo ausente
llorada en música.
  

[Tormenta en bucle...]

jueves, 30 de julio de 2015
El diluvio, Miquel Barceló

Tormenta en bucle.
Son rieras las semanas.
Tanta erosión.
 

[El sol se pone...]

viernes, 17 de julio de 2015
Paréntesis, Liz Davidson

El sol se pone.
Traza el cierre al paréntesis
de lo posible.


[Cara agrietada...]

domingo, 12 de julio de 2015
Llanto, Maria João Franco


Cara agrietada,
torpe fuga al dolor
que estalla dentro.
   

Horizonte

viernes, 10 de julio de 2015
Raíles en Auschwitz-Birkenau, Lindsay Fincher

HORIZONTE

   Nathalie tiembla. Todos en el vagón lo hacen. Hambre, frío, miedo: sólo varían los coeficientes que individualizan cada ecuación. Después de tres días de viaje, el tren avanza ahora más despacio. Pasan por un pequeño poblado; teme que aquello sea Polonia. Qué importa, se acaba diciendo, sólo es cuestión de esperar. Seguir temblando.
   Una niña, según se aproxima el convoy, comienza a correr. Nathalie se fija en ella. Se acuerda de su afición cuando era pequeña: ir de la mano de su padre a la Gare d’Austerlitz, soltarse cuando un tren arrancaba, esa ilusión por perseguirlo, soñar con rasgar el mismo horizonte. Era cuando ser judía todavía era como ser rubia, ser ingenua, ser madre. Un rasgo más. Desde entonces no han pasado más que unos años, aunque en realidad ahora equivalgan a demasiado tiempo.
   La niña corre, saluda, grita unas palabras ininteligibles pero de las que no se precisa traducir su entusiasmo. Se va quedando atrás, es inevitable. Está a punto de tropezar, antes de al fin detenerse, de una rendición que sin embargo no conlleva que se apaguen sus gestos. Nathalie, casi sin advertirlo, sonríe. Sus labios se quedan curvos durante unos segundos, hasta que la niña es sólo una mancha y, en cambio, siente que el temblor permanece extendido en ella. El tren va aún más lento, la desolación se agudiza.
   Y una nueva pérdida que le duele. La sonrisa.
   Cuando se da cuenta de que, probablemente, por delante ya no le espere otra ocasión para volver a hacerlo.

[Venda en los ojos...]

jueves, 9 de julio de 2015
Nº 64, Magdalena Kaczmarczyk

Venda en los ojos,
proyección de un recuerdo.
(No habrá piñata.)


[Recuerdos de humo...]

viernes, 26 de junio de 2015
Hoguera, Valera Pesin


Recuerdos de humo...
Sólo arde lo que existe,
y es el vacío.
 

[Baila el juguete...]

martes, 23 de junio de 2015




Baila el juguete
en la pista del viento.
Madera rota.