Cuando interactué por primera vez con una IA avanzada, en un chat, me sorprendí. Durante días me asombraba más y más, hasta que, como con todo lo nuevo, se va haciendo habitual, vas viendo que es apenas una potencial idea de lo que se avecina, pero el contacto dejó de ser fluido y el shock inicial se transformó en una realidad tangente, una herramienta, tan solo eso. ¿Reemplazarnos? Puede que sí, según lo que uno haga, con el tiempo. En dos años la cantidad de aplicaciones con IA se transformó en un manantial que emana día a día cientos de nuevas opciones. Un infinito continuo, que no sabemos hasta dónde puede llegar. Hace poco, comencé a jugar con mi hija con apps que crean música. Crean robando de miles de bases de datos, aún, como en las imágenes, no son capaces de crear de la nada (¿acaso eso existe? ¿acaso cuando escribo no parto de mis experiencias, de mis lecturas, de las obras de otros que han escrito sus historias?) y los resultados son increíbles y divertidos. No buscamos más que eso, reírnos. Pero hace un instante, casi accidentalmente, me topé una canción imposible, que alguien creó, usando IA. La voz de Freddie Mercury cantando a dúo con Adele esa poderosa canción llamada Set fire to the rain.
Y entonces, tan en shock como en aquella primera experiencia a fines de 2022 con el chatgpt, me quedé pensando en qué es el arte. ¿No es algo que emociona, que te transporta, que te eriza la piel, que te hace reflexionar sobre millones de cosas y sobre la nada al mismo tiempo? Porque eso, eso mismo, además de nostalgia, tristeza, esperanza, y el dolor de pensar en lo que significa la muerte de un artista, lo que no podrá crear ni hacer, y partiendo de allí, a la muerte cercana de alguien querido, de esas cosas que nunca se dirán, de esas situaciones que jamás compartiremos, sean cuáles fueran... imposibles. Escuchar la voz de Freddie entonando las oraciones de una canción con tanta fuerza, secundado por esa voz maravillosa de Adele, me emocionó. ¿Entonces, estoy escuchando algo artístico? ¿O es un simple engaño? ¿Es el arte un engaño? ¿O son barreras que debemos romper y adaptarnos, entender que el arte puede ser también un algoritmo que no siente, que no tiene alma, que solo hace lo que le programan, con resultados, a veces, sobrenaturales?
Freddie no está, hace años que es polvo en el polvo, y sin embargo, está en sus canciones, en sus letras, en las experiencias que cuentan otros de él, de lo que uno lee, de lo que uno ve en documentales, recitales y hasta películas. Y sin embargo, ahí está, milagrosamente vivo en esa canción, tantos años después. ¿Es, la IA, un milagro? ¿Una forma de inmortalidad? Quién quiere vivir para siempre, cantaba (y canta cada vez que lo escuchamos) Freddie a mediados de los ochenta. Es algo imposible, físicamente. Y siempre decimos, que los artistas a través de su obra, lo son. Pero esperen, permítanme detenerme aquí. Porque el nacido como Freddie Bulsara Larry Lurex jamás supo de la existencia de una tal Adele, y mucho menos, supo de una canción llamada Set fire to the rain donde la letra es tan dolorosa como potente es la voz de ambos, sonando una y otra vez en mis auriculares mientras no puedo, no quiero, no me permito, dejar de pensar en todo eso, porque si alguien que hace rato nos abandonó en el plano real ahora, en el plano virtual es capaz de seguir emocionándome, cómo puedo descartar la idea de la inmortalidad, de seguir aquí de alguna manera sin estarlo, de ver en la IA una forma de seguir cerca de quiénes amamos, de quiénes nos extrañarán, de poder lograr algo así como un diálogo, una charla, entonar una canción juntos, hacer qué, al menos sobre el rostro de los que quedan, caiga una lágrima, de emoción, de añoranza, de esperanza, sabiendo que es un engaño pero es algo.
No sé cuánto avanzará la ciencia y la tecnología en lo que me resta de vida. Sé hasta donde ha llegado. Y si un algoritmo me emocionó, por qué no soñar con seguir acompañando a los que queremos. Por más, que no lo sepamos. Si, parece una historia de ciencia ficción. Pude haber encarado un cuento de ciencia ficción con este pensamiento, pero prefiero un texto repleto de incertidumbre, de temor y al mismo tiempo, de una sensación extraña, de haber llegado ante el umbral del futuro. ¿Qué no daría por hablar con mi viejo, escuchar a mi abuelo contándome algo gracioso, ayudar a mi abuela con un crucigrama, qué no daría por preguntarle a los que ya no están, aunque sepa que siguen faltando pero que de alguna manera, sus recuerdos, su voz, su lo que sea, permanece en una IA... qué no daría por esos momentos extras, irreales, de lo más insensato y doloroso que uno pueda imaginar, propio de una película de ciencia ficción que seguramente terminará mal...
I can't help myself from looking for you resuena en mis oídos, en dos voces que se desgarran, en un engaño de una IA. Pero dicen lo que quiero oír, porque no puedo evitar buscar a los que no están y siento, entiendo, que me gustaría, que el día que falte, exista alguna manera de seguir allí, de que buscarme no sea un irreal, un imposible, porque el miedo a morir no se compara al miedo de ser olvidado. Quiero estar, quiero permanecer. Quiero volver a cantar con mi hija, decirle cuánto la quiero, lo que la extraño cuando no la veo. Quiero estar cerca de los que no puedo estar cerca. Quiero dejar de emocionarme por una canción que Freddie no cantó, pero me cuesta, porque escucho su voz, entiendo el engaño, pero no lo comprendo, como al universo, como al hecho de que existimos y no sabemos aún el por qué.
La noche se apodera de los imposibles, hace que los miedos susurren cerca del oído, que todo se convierta en un objeto frágil. Es el cansancio del día, del paso de los años, del tiempo. Es saber que nada es eterno, que la vida es efímera y que a veces no valoramos todo lo hermoso que tenemos, que nunca tendremos la posibilidad de disfrutarlo. Y en estos tiempos aciagos, convertidos en esclavos de las responsabilidades, prisioneros de una realidad compleja, rodeados de una falta de empatía total, pensar es un esfuerzo gigantesco.
Es tarde. Aunque no tanto. El futuro es lo que llega al segundo siguiente. Le tememos. Pero quizá, quiero soñar, sea ese lugar donde seremos felices por siempre. Porque, Freddie me lo demuestra cantando... no hay imposibles.
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