El niño se mostraba reticente, desviaba la mirada y buscaba en todo momento concentrarse en algún punto distante de la habitación.
- Martín, no tienes que preocuparte, tus padres solo quieren ayudarte.
El niño no contestó, sumiendo el lugar en un silencio incómodo, aborrecible. Por la ventana podía ver una ciudad inmensa extendiéndose hasta el horizonte, pero no llegaba ningún sonido a través de la misma. Era un piso veinticinco. Una especie de abstracción del universo.
El hombre caminó hasta su sillón de respaldo algo. Tomó asiento con movimientos lentos. No quería asustar al pequeño.
Permanecieron sin abrir la boca casi media hora. Martín, muy a pesar, rompió la monotonía.
- No estoy loco.
Tres palabras. Demasiadas. Necesarias.
El Dr. Rettana, según señalaba el título en la pared opuesta, supo que no debía desaprovechar el momento.
- No me han dicho que lo estés, si eso es lo que te ofusca.
- Es que... las voces solo las puedo escuchar yo. Por más que esté rodeado de gente, soy al único que le hablan.
- ¿Y qué es lo que te dicen?
- No lo recuerdo... ¡y eso me pone mal!
- ¿Nada de nada?
- A veces me parece que si y cuando voy a contar, me olvido, se me van las palabras. Creo que son respuestas a cosas que no sabemos, porque lo que me queda es la sensación de saber de repente algo muy importante, pero al querer transmitirlo a alguien, todo desaparece.
- Tus padres quieren que te hipnotice.
Martín dudó. Pensó que lo llevaban por creer que tenía algún tipo de demencia. Había leído sobre eso en internet. Jamás se imaginó que quisieran ayudarlo.
- ¿Y eso haría que recuerde?
- Podría ayudar.
- ¿Y si lo que las voces no quieren que transmita lo que me dicen...?
- No tendría sentido entonces que quieran darte conocimientos.
- Quizá si, quizá solo debería quedármelos. ¿Entiende? Si no busco divulgarlos, es posible que empiece a recordar lo que dicen las voces.
- Martín, eso no tendría sentido. Si tienes conocimientos importantes, es vital que los hagas saber.
- ¿Para qué?
- Para el bien de todos.
- ¿Y cómo saber si esos conocimientos causarán el bien?
El doctor guardó silencio.
- Voy a tratar de hipnotizarte, Martín.
- No quiero. Prefiero ir a casa.
Martín se puso de pie y avanzó hasta la puerta. El doctor no se movió de su silla. Esbozaba una sonrisa tímida, incierta. Cuando el niño llegó al picaporte, trató de girarlo. Estaba con llave.
- Quiero irme - dijo con énfasis
El doctor avanzaba en su dirección, caminando muy despacio.
- Eso no va a ser posible Martín, tus padres están de acuerdo en que colabores. Para ellos, estás loco.
Feliz Navidad
-
[image: Luces de Navidad en Madrid.]
Desear «feliz Navidad» sugiere ciertamente connotaciones religiosas. Aunque
solo en el fondo, dada la mercantilización...
Hace 13 horas.