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jueves, noviembre 17, 2016

NO HAY QUE TENER PRISA, VESPASIANO.




De Vespasia Polla a su noble padre, Vespasio Pollión.


Salve, padre mío, espero que cuando este mensaje te llegue te encuentres bien de salud. Por mi parte, he de decirte que acabo de dar a luz a mi segundo hijo. Es un varón y ha llorado con tanta fuerza que hasta los vecinos se han enterado. ¡Y ya era hora, pues los dolores del parto me empezaron hace tres días! Mucho me temo, padre querido, que en contra de la puntualidad y la rapidez que han sido norma en nuestra familia, este Vespasiano mío –así hemos decidido llamarle – sea tan lento como un caracol. Con todo, tiene las mejillas sonrosadas como mi madre y, según ella, aunque lo haga despacio, este hijo me dará muchas alegrías. Salve y cuídate. 


NOTA: El emperador Vespasiano nació el 17 de noviembre del año 9 d.C., hijo de Vespasia Polla y de Tito Flavio Sabino. Es conocido el humor sarcástico del emperador y, según parece, también de su madre. Vespasiano no hizo una carrera política a mucha velocidad… Llegó a trono imperial a los 60 años. La suposición de que nació tras un partlo largo es mía. Para la muerte de Vespasiano ver Un dios en ciernes.

lunes, abril 08, 2013

CELEBRAR Y NO OLVIDAR






¡Ea, celebremos hoy el nacimiento de Septimio Severo, nuestro augusto emperador! No cantaré su excelencia guerrera, aunque ha luchado mucho y bien, ha restablecido el poder de Roma sobre la gran Mesopotamia y cada día defiende nuestras fronteras de los ataques bárbaros. Marte, sin duda, está con él. Mas quiero hoy festejar otra cosa por si alguno de vosotros, a causa del deslumbrante fasto imperial, lo ha olvidado: nació del vientre de una mujer y un día volverá al vientre de la tierra. Es mortal. Y no conviene que esta obviedad caiga en el olvido, ni en el suyo, ni en el vuestro.

*Arco de Septimio Severo en el foro romano. Foto: Rafa Lillo.

NOTA 1: Tal día como hoy del año 146 d,C, nació en Leptis Magna, África, Septimio Severo, quien llegaría a ser el primer emperador romano de origen norteafricano y fundador de la dinastía de los Severos. De él y de su descendencia (Caracalla y Geta) ya hemos hablado en este blog.

NOTA 2: El miércoles 10 de abril, a las 19,30 presentaremos en Bibliocafé el libro “Una maleta llena de relatos” en el que participan muchos autores. ¡Os esperamos!

 

domingo, febrero 26, 2012

FRATRICIDIOS


De Elia, en Roma, a su amiga Cecilia en Sagunto. Salud.

Cecilia querida, te escribo ya cerca de la medianoche porque estoy muy conmovida y no puedo dormir. No sé si cuando recibas esta carta te habrá llegado ya la horrible noticia: el emperador Caracalla ha asesinado a su hermano Geta en los propios brazos de su madre, donde el infeliz se había refugiado en busca de protección y auxilio. ¿Cabe imaginarse un drama mayor? Compadezco a Julia Domna, esa mujer extraordinaria que, pese a todos sus esfuerzos, no ha conseguido apagar la rivalidad entre sus hijos, más acrecentada aún desde que, tras morir su padre, compartían el trono imperial.


Una amiga mía que vive cerca del foro boario me ha contado que esta misma tarde un grupo de esclavos imperiales ha ido a la puerta de los argentarii con martillos y escoplos. Recuerdas la puerta, ¿verdad? Es la que levantaron los banqueros en honor del emperador Septimio Severo, por eso en uno de los lados internos estaban las figuras de sus dos hijos, mientras en el otro está el propio emperador y su esposa Julia Domna. Pues bien, los esclavos han picado la figura de Geta hasta borrarla. Parece que Caracalla ha decretado condenar al olvido la memoria de su hermano.

En opinión de mi amiga, por mucho que Caracalla se esfuerce en cancelar inscripciones y derribar estatuas, su pretensión es inútil. “El emperador no debe conocer bien la historia de Roma” – me decía – “pues de otro modo no habría tomado semejante decisión. ¿Cree que podría olvidarse un crimen fratricida precisamente aquí, en la ciudad de Rómulo y Remo?”.

Sé que los tiempos son difíciles, pero me gustaría mucho que pensaras en venir a visitarme a Roma. ¿Siempre ha de haber dificultades que nos impidan cumplir con nuestros deseos? No deberíamos ceder tanto a esas presiones y, sí, en cambio, luchar decididamente por lo que queremos. Cuídate mucho.

* Cabeza del emperador Caracalla. Museo Montemartini. Roma.
* Imagen de Caracalla, y hueco que dejó la cancelación del retrato de su hermano Geta. Arco degli Argentarii. Roma. Ambas fotos son mías.

NOTA: La referencia de la efemérides la he tomado del “Calendario clásico greco-latino” de José Contreras Valverde, que fija el 26 de febrero para este asesinato. Otros autores discrepan de la fecha de la muerte de Geta pero no la sitúan en una fecha concreta, algunos piensan que pudo producirse a final del mismo año 211 o principios del 212. Mañana lunes 27 colgaré el siguiente capítulo de la fundación de Roma. ¡Nacerán los gemelos!

jueves, mayo 21, 2009

LA NODRIZA DE FAUSTA EN LA VÍSPERA DE LA MUERTE DEL EMPERADOR CONSTANTINO.



Los médicos entran y salen y vuelven a entrar. Uno de tus esclavos favoritos me ha mandado hace un rato a traer agua fresca. He obedecido con la docilidad y presteza de siempre y luego me he sentado ante el umbral de tu puerta a esperar.


Si yo fuera piadosa, rogaría a los dioses que el agua que he traído fuera un bálsamo para ti, que las gotas que tu esclavo te administra con tanto cuidado haciéndolas caer con la punta de un paño dentro de tu boca, te aliviaran. Pero ni seré compasiva contigo ni deseo que tu agonía sea breve.


Hueles. El hedor que desprendes atraviesa los cortinajes de púrpura que cierran tu cuarto, golpeándome en el rostro cada vez que alguien los descorre un poco para entrar o salir. Un olor pestilente que me agrada. Sí, aunque tus servidores frunzan la nariz y contraigan sus caras por el asco, a mí me complace oler tu podredumbre; oír, aunque lleguen amortiguados, tus quejidos. Ojala se prolongue tu sufrimiento durante muchas horas y todo tu cuerpo se convierta en una llaga viva.


Y aún así, no pagarás lo que le hiciste a mi señora. ¡Ah, Constantino, emperador magnífico! Me da risa cuando te oigo llamar “el Grande”… Abomino de ti. Tu corazón apesta.


Así lo comprendieron los romanos, y por cierto que te lo hicieron saber. ¿Creías que no serían capaces de abuchearte, de decirte a gritos lo que pensaban de ti? Poco los valorabas si pensaste de ellos que pasarían por alto tus crímenes. Te dieron una lección, sí. Tú tan ufano, montado sobre tu carro de oro, ataviado con tu manto púrpura, enjoyado, rodeado de tus soldados con los escudos destellando bajo la luz del sol, brillante tú mismo como el astro solar. Esperabas las aclamaciones del pueblo, su rendido homenaje para celebrar tus diez años de gobierno. Y así de engreído iniciaste el desfile por la Vía Triunfal camino del Capitolio.


Y no fue precisamente alabanzas ni parabienes lo que te encontraste. El pueblo entero te gritaba: ¿Cómo es posible que un hombre asesine a su esposa y a su hijo sin ni siquiera celebrar un juicio? ¿Dónde está escrito que pueda matarse a las esposas? ¿Cuándo los romanos han hecho una cosa semejante? Te amargaron el desfile. Y no fuiste capaz ni siquiera de acabarlo. No pudiste soportar esos justos reproches.


Pero nadie puede volver a la vida a mi señora, a mi niña. Nadie puede hacer retroceder el tiempo para borrar tu condena cruel y su sufrimiento. Ella era joven, sí, y ardiente. Te fue infiel. ¿Y qué? También te había dado hijos, a quienes dejaste sin madre cuando aún se agarraban a su túnica para buscar protección o para mantenerse en pie. ¿Tuvo ella la culpa de que su hijastro, tu propio hijo Crisipo, pretendiera seducirla? Y si tú ordenaste matar a tu hijo sin compasión, sin escucharlo, sin atender a nadie ni a nada ¿también fue culpa de Fausta? ¿Tenía ella que pagar tus yerros?


Pero un hombre despiadado, un asesino como tú no podía quedar contento sólo con matar a su propio hijo. Te dejaste envenenar por las lenguas de víbora y creíste a pies juntillas otra patraña: que había sido Fausta, mi señora Fausta, quien había tratado de seducir a tu hijo y había fallado en su pretensión.


Ojala te mueras muy despacio. Que la fiebre haga arder tu cuerpo entero, que te falte el aire, que te desgarres el pecho tratando de respirar, que la cabeza te estalle de desesperación, que no haya tregua ni alivio para ti. Más grande aún fue el sufrimiento de mi pobre Fausta, encerrada en los baños y quemada viva por el vapor ardiente.


Yo esperaré aquí, junto al umbral de tu cuarto, deseando que tus gemidos oculten los gritos desgarradores de Fausta que aún atormentan mi memoria. Apestas, Constantino, apestas. Por dentro y por fuera.


NOTA: Este es un post bastante duro, como habéis visto. Los hechos narrados respecto al asesinato de su hijo y de su propia esposa por emperador Constantino el Grande (272 – 337), así como el episodio de su desfile y rechazo en Roma son verídicos. Las razones de esos asesinatos no quedaron muy claras, hay versiones distintas. Las palabras de la nodriza de Fausta hemos de tomarlas, obviamente, como una declaración de parte interesada. En cualquier caso, sólo he pretendido dejar constancia del asesinato y del rechazo que suscitó en los romanos. De hecho, después de ese episodio, ocurrido en el año 326, Constantino no volvió jamás a Roma. Constantino trasladó la capital del imperio a la antigua Bizancio, a la que se denominó “Constantinopla” en su honor. Murió el 22 de mayo del año 337 en Ancycrona, ubicada en la actual Turquía.


* Pie colosal de una estatua de Constantino. Museos Capitolinos. Roma.

**Cabeza colosal de una estatua de Constantino. Museos Capitolinos. Roma.

***Detalle de escultura femenina, Venus Esquilina, quizá retrato de Cleopatra. Museos Capitolinos. Roma.

****Cabeza colosal de una estatua de Constantino en bronce. Museos Capitolinos. Roma.

***** Detalle de un relieve con figura femenina. Museos Capitolinos. Roma.