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martes, 3 de septiembre de 2024

Go as a river (Como si fuera un río)

Había leído bastantes opiniones elogiosas sobre "Go as a river", la novela debut de Shelley Read y una de las sorpresas editoriales de los últimos meses en los Estados Unidos, así que está fue mi opción segura cuando buscaba en el Relay del aeropuerto algunas lecturas que me acompañaran en mis últimas vacaciones de verano.

La acción transcurre en el pequeño pueblo de Iola que es poco más que unas cuantas casas en torno a un par de calles en el valle del río Gunnison, a los pies de las Big Blue Mountains, en Colorado. La joven protagonista, Victoria Nash, se ocupa de las tareas domésticas para su padre, su tío Ogden, mutilado de guerra y su impulsivo y violento hermano menor, Seth. La muerte en accidente de su madre, su tía Viv y su querido primo Cal la convirtió, a la edad de doce años, en la única mujer al cargo de esa casa de hombres. La familia posee la única huerta de melocotoneros de la comarca donde produce una fruta reconocida por su gran calidad, gracias al duro trabajo y la experiencia de dos generaciones de cultivadores cuyas vidas giran por completo en torno a los ritmos y tareas que imponen las cosechas y el cuidado de árboles.

Pero el encuentro inesperado de Victoria con Wil Moon, un chico indio que cruza casualmente por el pueblo, alterará para siempre su existencia, su forma de ver el mundo y su manera de vivir. Un fugaz primer amor marcará el futuro de ambos y cambiará para siempre sus destinos.

Esta ha sido una lectura perfecta para las vacaciones: una historia intensa de amor, pérdidas, supervivencia y soledad en un escenario natural espectacular, entre las imponentes montañas de Colorado con sus magníficos paisajes de ríos torrenciales, bosques  profundos, abundante fauna y un fragante huerto de melocotones cultivados con delicadeza, sacrificio y mucho esfuerzo. Una historia que nos demuestra que nuestro hogar va con nosotros allá donde estemos y decidamos instalarlo, que las raíces que nos agarran a la tierra o a los demás se pueden arrancar, trasladar y volver a arraigar en un nuevo lugar; que es posible reconstruir nuestro destino si luchamos por él, trabajamos día a día y seguimos el que nuestro corazón nos diga que es el camino correcto.

viernes, 7 de junio de 2019

Mi hermana vive sobre la repisa de la chimenea

Rose falleció en un atentado islamista en Londres y dejó atrás una familia destrozada: una gemela a la que ahora le toca afrontar sola el difícil tránsito de la adolescencia, unos padres incapaces de permanecer juntos, cada uno buscando un camino distinto para tratar de redirigir sus vidas después del drama y un hermano de pocos años, Jamie Matthews, el narrador de esta "Mi hermana vive en la repisa de la chimenea" novela de Annabel Pitcher protagonizada por este crío que no se atreve a reconocer ante los mayores, en especial ante su padre, que ya apenas si se acuerda de su hermana por lo que no siente la pena que sabe que los demás esperan que sienta por su pérdida. Demasiado tiene, transcurridos cinco años desde que Rose no está entre ellos, con afrontar el matrimonio destrozado de sus padres, la lejanía de su madre que los abandona marchándose con el terapeuta que la trataba, la incapacidad de su padre de sobreponerse a la ausencia de Rose, por lo que insiste en conservar la urna con sus cenizas sobre la repisa de la chimenea y sigue actuando como si la niña siguiera viva, mientras que se entrega a la bebida para ahogar en lo posible su pena.

Y para más inri, Jamie debe adaptarse ahora a un nuevo colegio muy lejos ya de Londres, en una pequeña ciudad donde nadie conoce la historia de su hermana, en una zona donde, según piensa su padre, no hay musulmanes, nada más que británicos de verdad, porque los musulmanes mataron a Rose y son todos terroristas. Pero cuando la única amiga que Jamie logra hacerse en el colegio resulta ser Sunya, una niña tocada con velo y tan marginada como él mismo, el crío no se atreve a contar en casa nada sobre esta nueva amistad que sabe que su padre nunca aceptará a la vez que en el cole trata de disimular la situación que vive en casa y sigue hablando de su familia como si continuaran juntos los cinco en completa armonía.

La relación de amistad de los dos niños es absolutamente adorable y constituye el centro de la narración. Desde el principio descubrimos en Sunya a una niña valiente y decidida, además de poseer una inteligencia extraordinaria y una imaginación desbordante; en eso sí que se parece mucho a Jamie y ambos crean un  mundo propio lejos de los abusones y aborregados compañeros del colegio. Y al mismo tiempo contemplamos cómo se va tejiendo la relación de Jamie con su hermana Jas, cómo ambos se reconocen como dos criaturas abandonadas, olvidadas por sus padres y que superan los malos momentos apoyándose el uno en el otro.

La historia es sin duda trágica donde destacan la ruptura familiar, los prejuicios raciales, los miedos de los niños que no encuentran respaldo alguno en los adultos que debieran ocuparse de ellos. Sin embargo y a pesar de todo ello, la novela resulta ser, por increíble que parezca, una divertida narración gracias a que se nos cuenta desde el punto de vista del pequeño Jamie que contempla el mundo desde su inocencia, su sencillez, casi simpleza, y una enorme curiosidad, fijándose en los mayores, en sus inconsistencias, sus debilidades y dando lugar a unos razonamientos que mezclan una lógica aplastante con su gran fantasía. Las reflexiones que el libro nos plantea aparecen de manera natural, sin forzar nada, nos lleva a meditar sobre la importancia de las relaciones familiares, las responsabilidades de los padres hacia sus hijos, el egoísmo de los adultos y la capacidad de resiliencia de los niños, la fuerza de la amistad y especialmente en la relación que tenemos con la muerte de nuestros seres más queridos: la manera de afrontarla, de aceptarla, de superarla y ser capaces de seguir caminando y disfrutando junto a los que nos quedan aquí.

sábado, 1 de diciembre de 2018

Canción dulce

Myriam y Paul Massé son una pareja de jóvenes profesionales parisinos con dos hijos pequeños a la búsqueda de la persona perfecta para hacerse cargo de los niños cuando ella regrese al trabajo después de haber sido una madre entregada y dedicada en exclusiva a la crianza de los pequeños. Louise aparece en el momento ideal y es justo lo que busca la pareja: una mujer cariñosa y divertida con niños, trabajadora siempre dispuesta y estupenda cocinera además de discreta y educada. La historia que narra Leila Slimani en esta "Cancion dulce" transcurriría como una entretenida novela costumbrista sobre la paternidad en la sociedad actual si no fuera porque las primeras páginas ya nos han mostrado en una escena brutal de muerte y dolor en el domicilio familiar lo que podemos esperar de esta relación recién surgida y entendemos que vamos a asistir al proceso que llevó desde que Louise aparece en la vida de los Massé hasta ese desenlace brutal, cómo se gesta la relación de amor-odio, de dependencia y desprecio entre la cuidadora y la familia para la que trabaja.

La novela incluye una reflexión profunda y en ocasiones dolorosa sobre la maternidad, el matrimonio y la familia en el mundo actual, la necesidad de realización profesional de las madres y los efectos, en ocasiones catastróficos, que la paternidad supone para las parejas. También nos plantea el papel que asumen las inmigrantes que cuidan de los hijos de las mujeres europeas, tan centradas ellas en sus carreras profesionales, del poder que asume la mano que mece la cuna, y nos habla sobre la soledad que abunda en una gran ciudad como París, de la vida oculta de tantas personas sin nexos familiares ni nadie que se preocupe por ellas.

Mientras que a los Massé los vamos conociendo enseguida, descubriendo sus sentimientos y lo que piensan u opinan sobre diversos asuntos, de Louise solo conocemos hechos, su vida pasada, sus actividades con los niños, su relación con otras niñeras con las que coincide en los paseos, pero nos falta saber qué piensa o siente, si sus intenciones son buenas, si busca convertir a los Massé en su propia familia o si tiene malas intenciones hacia ellos. El relato es sumamente inquietante debido a que no todo es explícito, te obliga a imaginar o suponer mucho de lo que no se dice, lo que provoca que el lector haya de poner de su parte en cuanto a las motivaciones y los sentimientos de Louise, lo que supone una mayor implicación personal ya que debemos recrear lo que no se nos cuenta y admitir que existe la maldad humana aunque desconozcamos su origen o no entendamos a qué se debe o qué la puede llegar a provocar.

viernes, 30 de septiembre de 2016

Mi recuerdo es más fuerte que tu olvido

Parece ser que Paloma Sánchez-Garnica ha encontrado su punto fuerte en contar historias dramáticas protagonizadas por mujeres emocionalmente maltratadas por la vida. Es bueno eso de encontrar el tono de tu escritura, descubrir lo que haces bien e incidir en ello. Y es que tanto en su anterior novela, gran éxito editorial y ahora convertida también en miniserie televisiva "La sonata del silencio" como en esta última, "Mi recuerdo es más fuerte que tu olvido", la autora maneja temas que, en otras manos, tal vez hubieran dado lugar a culebrones sentimentaloides, porque abundan en ellas los amores imposibles, los matrimonios desgraciados, los hijos ilegítimos, intensas historias de amor frustradas, abocadas al fracaso, amantes que tienen todo en su contra, incapaces de superar los impedimentos que les separan. Sin embargo, como digo, Sánchez-Garnica no se excede del drama para pasar al melodrama, lo que es, sinceramente, de agradecer.

En esta novela nos encontramos con una protagonista a la que se nos presenta desde niña: Carlota descubre muy pronto que su familia no es normal, las frecuentes ausencias de su padre, Clemente Balmaseda, del lado de su madre y de ella misma se deben a que éste tiene otra esposa y otros hijos, una familia "legal". Al margen de sorprenderla, este descubrimiento le lleva a preguntarse el porqué de la actitud de su madre que no hace sino permanecer en la sombra, sin pretender luchar por esa relación, asumiendo el papel de ser siempre "la otra", sin protestar ni rebelarse contra su destino. Cuando Clemente Balmaseda está al borde de la muerte pide ve a su hija Carlota, necesita sincerarse y contarle todo lo que ella ha desconocido siempre de la verdad de su relación con su madre. Lógicamente, los hijos y la esposa de Clemente tratan de evitar que ese encuentro se produzca, temiendo por las intenciones que puedan guiar a Carlota. Solamente Julia, la menor de los Balmaseda, se acerca a Carlota llevada por la curiosidad de conocer de cerca a esa hermana secreta que siempre fue un misterio para ella.

Iremos de este modo conociendo cómo se fraguó la relación entre Clemente y la madre de Carlota y también el papel de la abuela Zenobia en esa intensa trama familiar. La autora retrata de manera muy visual escenarios y personajes, caracteres y relaciones personales. Con una prosa muy fluida y mediante diálogos veraces, nos va desgranando una narración cargada de sentimientos muy bien reflejados: el odio, la ira, la frustración, que forman un inmenso cúmulo de secretos y mentiras. 
En mi opinión personal, la imagen de los años 50 que se extrae de la novela es excesivamente agria: hay un cierto exceso de esposos maltratadores y a su lado demasiadas esposas sumisas y calladas, vamos, que ni un matrimonio feliz cruza por las páginas de esta novela. Por otro lado, también refleja muy acertadamente la situación en la que en aquellos años se encontraban los hijos "bastardos" frente a la sociedad hipócrita y mojigata que los ignoraba y no reconocía sus derechos frente a los hijos nacidos del matrimonio. Tal vez el retrato de la época quede demasiado oscurecido, abunden los personajes grises cuando no directamente malvados y malintencionados. Eso es lo peor de los dramas: que nos muestran el lado peor de los personajes y nos dejan con el mal sabor de boca y la duda de saber si es que las malas personas superan en número y fuerza a las buenas, que es seguro, debe de haberlas y en abundancia en cualquier época y lugar, pero no en las novelas dramáticas, de no ser que asuman el papel de víctima.

viernes, 11 de julio de 2014

El jilguero

En esta novela de Donna Tartt y de generosa extensión nos encontramos con un protagonista que nos cuenta en primera persona su agitada existencia; a lo largo de un montón de páginas acompañamos en su periplo a Theodore Decker, un chico de trece años que vive con su madre en Nueva York y lo seguimos durante sus primeros años de juventud. Theo es un buen hijo que acude a un colegio prestigioso a costa del duro esfuerzo materno por asegurarle una buena educación. Una mañana las circunstancias y la lluvia les llevan a ambos a encontrarse visitando el Met cuando una terrible explosión destroza las salas que estaban visitando. Theo es uno de los pocos supervivientes de la masacre, logra escapar del infierno en que queda convertido el museo y en su huída se lleva consigo un pequeño aunque muy valioso cuadro, "El jilguero", que mantendrá oculto, sin ser capaz de separarse de él ni de entregarlo a las autoridades, además de un anillo que un anciano que cae herido junto a él en la explosión le entrega para que se lo haga llegar a su socio.

Huérfano y sin nadie a quien recurrir, rechazado por su abuelo y con su padre en paradero desconocido es acogido temporalmente por la familia de su compañero de colegio Andy Barbour, una familia acomodada, culta, aunque algo excéntrica. Al tiempo, se atreve a ponerse en contacto con Hobie, el socio del anciano que falleció en el museo y conoce también a su sobrina Pippa que también ha sobrevivido a la explosión aunque con graves secuelas. Las cosas parecen ir enderezándose hasta que aparece por sorpresa, después de años sin dar señales de vida, el padre del chico que lo reclama y se lo lleva a Las Vegas, con intención en realidad de beneficiarse de la gestión del fondo que su madre ha dejado para Theo.

De las calles de Manhattan y su ambiente de toda la vida el chico se ve transportado al inhóspito desierto de Nevada a donde le acompaña siempre bien oculto el cuadro del que nunca se separa. Las Vegas son lo más parecido al infierno para Theodore. Supuestamente se encuentra a cargo de su padre y la novia de este, pero ellos se dedican básicamente a buscarse la vida entre los casinos, las apuestas y demás asuntos turbios donde no tiene cabida el ocuparse de un niño. Theo está más solo que nunca, falta a la escuela, conoce a Boris un muchacho de origen ucraniano y naturaleza salvaje, más abandonado todavía que Theo porque, a pesar de tener padre, jamás conoció el amor. Ambos chicos pasan los días entre borracheras, colocones de pegamento y viendo películas en la televisión, en un barrio deshabitado a las afueras donde no llega ni el transporte público ni los repartidores de pizza.

A ese niño perdido y solitario nos lo encontramos más adelante de vuelta en Nueva York, convertido en un adulto que se sumerge en las drogas y el alcohol para escapar de su soledad, que sigue tratando de llenar el hueco que su madre le dejó, un sumidero en el que se va hundiendo sin remedio a pesar de que podemos adivinar una posible vía alternativa, que podría salvarse y disfrutar de una vida "normal", la que podría esperarle al lado de Hobie, que se convierte casi en un segundo padre para él, que le acoge y le da un oficio del que vivir en el mundo de las antigüedades, e incluso llega a planear una boda que le podría situar bien en el entorno social. Pero ese no es su destino ni se esfuerza por alcanzarlo, él sigue hundiéndose arrastrado por el peso de su dolor y tendrá en su cuadro oculto la única fuerza que le hace sentir que tiene algo valioso, algo que lo distingue de los demás y le da sentido, aunque tenga que mantenerlo en secreto. Y para ayudarle en ese camino sin retorno reaparece su ángel negro, su amigo Boris que tira de su manga hacia el pozo de la nada, porque su amistad es profunda pero letal, le lleva a lo peor de la autodestrucción. Y cuando tenga que acompañarlo para recuperar su jilguero perdido, emprenderá un descenso definitivo hacia el desastre.
El Jilguero de Carel Fabritius

En la novela nos encontramos con un minucioso detalle de las sensaciones, los pensamientos y las alucinaciones, las ansiedades y miedos sin fin, las sospechas y el vacío existencial, pero también mos acercamos al disfrute de la amistad fraternal, el amor de la familia y la sensación de pertenencia, en un relato que se desarrolla sin prisa, a pesar de ir avanzando en la narración se detiene en cada reflexión, en cada momento de ansiedad o sufrimiento. Es esta una novela alejada del buenismo, de todo intento de salvar el honor del protagonista, de hacerle aparecer como un personaje positivo. Nos lo muestra como un ser débil y sometido a la esclavitud de sus adicciones, con un muy buen fondo, una buena base humana, Theo es una buena persona pero que perdió demasiado pronto y de manera demasiado brutal los pilares de su vida y desde entonces sus cimientos no fueron sino arenas movedizas sobre los que nada permanente es posible construir. Y sufrimos con ese hundimiento anunciado, al menos yo he sufrido junto a ese joven al que tomas cariño necesariamente y como él, llegas a añorar a esa madre ausente a la que sigue adorando y cuya figura no para de crecer aún después de muerta, encarnando todo lo luminoso que pudo haber en su vida. Sólo Pippa se le asemeja de alguna manera como referente positivo, tal vez porque pasó por la misma experiencia traumática que él, sufrió el mismo shock pero salió de ello fortalecida en sus virtudes, en vez de perderse en la oscuridad como Theo, ella sobrevivió física y psicológicamente. Theo la ama desde el primer día y parece ser la única que podría darle un sentido a su vida.

El libro es largo, bastante largo la verdad y además, aunque la prosa es bastante limpia y se lee bien, es preciso contar con tiempo y ánimo para embarcarse en él, ya que resulta una lectura intensa, dramática en ocasiones pero que toca en lo más profundo, porque entra de lleno en lo más oscuro del alma del protagonista, en su soledad y en sus duras experiencias. Una lectura recomendable, sin duda, que merece la pena disfrutar, aunque sea a costa de sufrir algo por ello.