AL FINAL DEL DÍA
La casa entera se ha quedado en
silencio.
A esta hora también la calle está
vacía.
Muchas veces, así, cuando ya duermen
todos,
me imagino que soy, bajo la luna
fría,
el único que queda despierto, el
único
que sigue revinando junto a la mesa
limpia
todo lo que nos dicen que nos va a
suceder
cuando mañana el sol nos ofrezca
otro día.
Mientras dormimos guardamos la
cabeza en una caja
y la cerramos para no escuchar el
viento.
Pero quien vela lo oye, y también
oye el agua
y los fusiles y las balas y además
los lamentos
y sabe la injusticia y sabe la
miseria
y no puede olvidarse del vecino
violento
ni de la pobre chica que hoy se ha
suicidado
porque la vida ha roto cada uno de
sus sueños.
Ahora que la casa se ha quedado en
silencio
y solo yo repienso lo que nos dio la
vida,
vienen a estar conmigo los amigos,
las voces
conocidas, y hay días que también
desconocidas.
Mi corazón de noche se nutre de los
sonidos
que mi mente fabrica igual que las
abejas
van fabricando en el panal su cera
blanca.
Mi corazón es tierra sembrada de
recuerdos.
De noche, cuando todos disfrutan de
sus sueños,
ante mí se levanta la imagen de mí
mismo,
como si un gran espejo me mirase,
y con voz alta dirigiera sus
palabras.
A veces, inflexible, me juzga y al
ver mi cobardía
me condena a la tristeza perpetua.
Otras veces se calla, me mira, se me
acerca,
me abraza como un hermano. Y llora.
Fernando Ruiz de
Osma Delatas, en Malos tiempos.
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