Escribe Luis García Montero en su columna, hoy. Cada latido de los días -dice- mezcla realidades y baraja lo que sucede con la memoria. Y habla de un encuentro con Blas de Otero, y yo, que soy memoria, voy a Blas también en la distancia, y a Sabina voy, tan lejos ya y cerca siempre.
Memoria soy. La de un casi niño -¿o no ya entonces?- que se acerca y conoce y quiere saber. Saber para que ya siempre, como Sabina (de la Cruz, no se confundan), nunca quede lejos esa lengua nueva que escucho hablar a mis coetáneos compañeros de aquel viejo bachillerato y sus reválidas. Es el catalán cantarín y sonoro que hablan mis mallorquines y que con ellos aprendo. Una dona llarga i prima se passeja... caragols!, qui en vol comprar? Y es el catalán más sobrio y no menos sonoro el que escuché anoche mezclado con los cánticos alegres que celebran la némesis de Messi y sunuestra Argentina, a partes iguales creo aquí, en la Barcelona que vio el fin de la aventura del hidalgo Quijano, libros mediante.
A Barcelona me ha empujado el reclamo de mi hija, que se doctora. Ella, Paula A. (el A. que esconde esa Aitana con que su padre, memoria y homenaje, quiso en ella celebrar al Rafael que dejaba atrás su patria) presenta y defiende elocuente y clara su Tesis doctoral en la que mezcla reflexión y reivindicación y sus múltiples combinaciones y declinaciones. Y su padre, que memoria soy, pasea su recuerdo por un colegio y un instituto de la mancha manchega, y un conservatorio, música egebé y bachillerato, y a Granada se acerca, como el Luis que habla con Blas, y la pausa es en el Londres -¡ay, Erasmus, hoy dolor!- donde habrá de volver, Eastbourne mediante y con su pier, para ir haciéndose de valor y sombras y de mujer.
Se doctora Paula después de volver sin nieblas y ser master, y asociada más tarde, en la Universitat de Barcelona. De sopetón casi, arte y memoria. La Mancha y su común territorio universal, Andalucía, Catalunya. Y el amor, esa alegría. Una etapa que cierra, puerta que abre. Trafalgar, 37.
Memoria de cuando -y de cuanto- uno escribe. Latido de los días. Que no sé, como no sabe nunca el pueblo que anda callado a sus afanes, si a estas horas se habrá torcido algo y será de nuevo el destino irremediable. Los hay que quieren, presos de su rencor secular y su memoria de dominación y ruido, reclamar para sí como antaño siempre hicieron ley y justicia y sus voceros. Suya, suya sola la ley, y solo suya la justicia.
Salvo que hoy quede hoy vencida por la razón y el recto Derecho la vanidad hueca de tanto profesional degradado y viejo que no cumple
con la dignidad de su oficio y se dedica a recibir órdenes de los
prepotentes y a obedecer con demasiado servilismo. LGM dixit.
También hoy yo, tiempo y memoria, quiero seguir con orgullo,
querido Luis, en el verso de Blas, tan querido, y con Sabina, con Paula y con Xavi ahora, pidiendo la paz, la educación y la palabra.