Sobre ese
féretro que uno observa desde arriba reposan una bandera de Malvinas, un osito
de peluche, una birome Bic, una camiseta de Racing, el pañuelo de las Madres,
el decreto que dispone la construcción de represas sobre el río Santa Cruz y el
diario Página 12 con la cara del genocida Videla y su lacónica frase: “Nuestro
peor momento llegó con los Kirchner”.
A mi lado,
una mujer de pueblo, sencilla como una rosa, luminosa como Evita, llora
desconsolada, sin pudor alguno, desconsolada. Y aunque quiero abrazarla, no me
animo a hacerlo.
En las
paredes se aprecia el paso de una vida en plena transformación, incluyendo a
millones de argentinos.
Y en
amplios jarrones flores rojas, amarillas, blancas, lilas, rosadas y celestes.
El lugar
invita a creer que en ese Mausoleo descansa para siempre Néstor Kirchner.
Quiso la
historia que uno de aquellos hombres y mujeres que sobrevivieron a una
generación diezmada en los años setenta, fuera el primer Presidente de Sudamérica,
como llamó Evo Morales a Néstor Kirchner. Y que tres años después, la Cuba
revolucionaria de Fidel y el Ché, asumiera el timón de la CELAC en el Chile de
Allende.
Está
ocurriendo ahora. Hay que disfrutarlo.
La historia
cuando se libera, va por más. Y Cristina viene de una gira soberana que la
llevó a Emiratos Árabes Unidos, a Indonesia y a Vietnam, ampliando el horizonte
en un mundo en crisis que se empeña en achicarlo.
Por todo lo
que avanza el lado izquierdo de la vida, la derecha lo atrasa y empobrece
moralmente.
Allí está
la canallada del socio de Clarín en España para reafirmarlo: el diario “El
país” ensució su tapa con una fotografía infame de un falso Hugo Chávez.
Es inmoral
mofarse de un hombre en su calvario. Se llame como se llame.
Rosario es
territorio liberado para el narco. Pone el pecho, como siempre, la juventud comprometida
con su pueblo, con los más humildes, con los desprotegidos que están a la buena
de dios, con un gobierno del FAP que parece seguir la línea que les baja Binner:
“Hay que hacer como Ghana, mi república favorita”.
Otros dicen
que hay que hacer como Europa. Y Europa no para de caer. Cataluña se va de
España y Gran Bretaña se va definitivamente del viejo continente. La
desocupación se multiplica mes a mes. La ganancia de los parásitos financieros,
también.
Argentina,
en tanto, cerró el 2012 con superávit comercial en medio de la crisis mundial.
Salgo del Mausoleo, miro a su alrededor y siento como si este fuera mi último
día sobre la tierra.
“Tristeza
no tiene fin”, murmuro para mí. Una placa vecina me dice que allí descansa el Willy,
un militante santacruceño de La Cámpora, muerto en los caminos por llegar a tiempo a un encuentro de amor
nacional y popular. Y entonces, por vergüenza y respeto a su memoria, siento
que es mi primer día en la vida.
Si están
los pibes, estamos todos.
Paso por el
estadio donde habló Néstor por última vez. Veo su nombre en los carteles y en
las múltiples pintadas pueblerinas que lo hacen eterno.
Y pienso en
Cristina Fernández de Kirchner presidenta, en Cristina mujer, madre y esposa,
en Cristina compañera. Y no puedo evitar una lágrima, que es de gratitud. Con
decoro y disimulo, voy diciendo adiós a ese lugar del mundo, allá en la
Patagonia.
La
distancia que media entre el tiempo de los Kirchner y la oposición, es inconmensurable.
La oposición se hunde en su propio naufragio y no atina a seguir otra carta de
navegación que no sea la que le dicta Magneto.
Miles de
kilómetros para comprobar, una vez más, que los vientos nacen desde el sur.
“Esta vez depende
de nosotros y lo sabemos”, me dice un compañero de ruta.
“Ahí está
la clave de todo”, le respondo. Esta vez lo sabemos. No hay determinismo
histórico. No hay causa popular con un traje de amianto y seguro de vida renovable
cada cien años. No hay nada más que nosotros haciendo y modelando la historia a
riesgo propio.
Nosotros somos,
en tanto pueblo movilizado, el túnel vietnamita que visitó Cristina.
Los
“consensualistas” se alarman cuando se dicen estas cosas. Y piden “paz y amor”,
mientras en Rosario las balas del narco con la complicidad policial ametrallan
los cuerpos indefensos de los pibes humildes. El consenso es con esos pibes y
con sus familias y con sus vecinos. El consenso es para que entren todos los
que siguen afuera.
Se está iniciando
un nuevo ciclo en el desarrollo de las fuerzas sociales que protagonizan el
proyecto de país que lidera Cristina. Ya se está discutiendo con los silabeos
de los nuevos paradigmas de la época. Estamos sintiendo la necesidad de contar
con nuevas herramientas institucionales para consolidar las transformaciones
producidas y las que están por venir. Estamos entendiendo colectivamente que
para terminar de sellar, definitivamente, las fracturas expuestas de la
iniquidad social, tenemos que aceptar que hubo, hay y habrá una fractura
permanente con los sujetos que tiran el carro de la historia para atrás. Nada
nuevo, quizás. Sólo que esta vez hay un gobierno que se hace cargo del trance
de la historia.
Es el Año
donde se celebra el 180 Aniversario del grito rebelde y patriota del Gaucho
Rivero y sus compañeros contra la ocupación colonialista en Malvinas.
El año del
Bicentenario del Combate de San Lorenzo, con la victoria de José de San Martín
y sus Granaderos bautizando con su propia sangre nuestra voluntad de libres.
Y es el
Bicentenario de la Asamblea del Año XIII.
No pudo ser
la Independencia como querían los Revolucionarios de Mayo, pero fue el bautismo
de un país que pujó desde su nacimiento por el pleno respeto a los derechos
humanos.
Esta
generación del Bicentenario que constituimos se hace cargo de esa historia. No
para verla en los libros quietamente o en museos desprovistos de vida.
Sino para
que el Gaucho Rivero siga soñando en Malvinas, el Sargento Cabral siga blandiendo
su sable y la Asamblea apruebe el derecho constitucional a la inclusión social.
Mal que les
pese a la derecha y al progresismo placebo, nuestro mejor momento, como pueblo
y continente, es ahora.
Miradas al Sur, domingo 27 de enero de 2013