Los pájaros advierten tempranamente cualquier cataclismo. Saben que viven con el trigo y que mueren con la soja transgénica. Por eso ya no hay tantos pájaros en Gualeguaychú ni en las plantaciones sojeras de la pampa húmeda ni más al norte. La memoria de la especie les indica huir donde quiera que el peligro esté.
Su destino de belleza alada está en juego, igual que la vida del niño banderillero que señala el surco a las avionetas que rocían con glifosato esos campos que defienden Eduardo Buzzi y Alfredo De Angeli.
El cuerpo del peoncito también es rociado, envenenado, condenado a muerte tempranamente por los barones de esa soja que también defienden Elisa Carrió, Cleto Cobos, Felipe Solá y el ex senador Duhalde.
Ellos tienen quién les escriba los partes de guerra contra la esperanza, en las plumas consonantes del otro Solá (un tal Joaquín), Van Der Koy y Grondona, esos buenos muchachos que toman la hostia todos los domingos.
Allí está el tormento de los pájaros y el nuestro. No quieren perder el país que demolieron hace tiempo con Martinez de Hoz, Cavallo y Menem.
Es lo que motivó la batalla del 2008 por las retenciones a la renta extraordinaria que libró la Presidenta Cristina Fernández de Kirchner.
Este Gobierno tuvo la osadía de meterse contra el poder económico y mediático constituido. Y fue para redistribuir la riqueza, para invertirla en más escuelas, más caminos y hospitales, para impedir que nos conviertan en un país de monocultivo, evitando la muerte de la diversidad y del banderillero y de los pájaros.
Está en juego el poder, es decir, la construcción de un país para todos o de un país para pocos. Por eso saltaron violentamente sobre las rutas y en Rosario y en Palermo.
El Gobierno recogió de entre los escombros su Resolución 125, caída por el voto cínico de Cobos y esperó el momento para cobrarse una victoria que de tan poderosa, ni se dieron cuenta. Se liquidaron las AFJP, se recuperó para el Estado la administración de los ahorros de los trabajadores y se envolvió para siempre con la celeste y blanca el cóndor de Aerolíneas Argentinas.
Es para celebrar el año que se va y para advertir y advertirnos que en el 2009 se librará la batalla cultural por excelencia: la sanción de una nueva “ley de radio-difusión”, que permitirá que todas las voces, todas, puedan escribirse, decirse, oírse, mostrarse.
Allí nos convocaremos.
Para no perder nunca más el canto de los pájaros que nos siguen habitando.
Su destino de belleza alada está en juego, igual que la vida del niño banderillero que señala el surco a las avionetas que rocían con glifosato esos campos que defienden Eduardo Buzzi y Alfredo De Angeli.
El cuerpo del peoncito también es rociado, envenenado, condenado a muerte tempranamente por los barones de esa soja que también defienden Elisa Carrió, Cleto Cobos, Felipe Solá y el ex senador Duhalde.
Ellos tienen quién les escriba los partes de guerra contra la esperanza, en las plumas consonantes del otro Solá (un tal Joaquín), Van Der Koy y Grondona, esos buenos muchachos que toman la hostia todos los domingos.
Allí está el tormento de los pájaros y el nuestro. No quieren perder el país que demolieron hace tiempo con Martinez de Hoz, Cavallo y Menem.
Es lo que motivó la batalla del 2008 por las retenciones a la renta extraordinaria que libró la Presidenta Cristina Fernández de Kirchner.
Este Gobierno tuvo la osadía de meterse contra el poder económico y mediático constituido. Y fue para redistribuir la riqueza, para invertirla en más escuelas, más caminos y hospitales, para impedir que nos conviertan en un país de monocultivo, evitando la muerte de la diversidad y del banderillero y de los pájaros.
Está en juego el poder, es decir, la construcción de un país para todos o de un país para pocos. Por eso saltaron violentamente sobre las rutas y en Rosario y en Palermo.
El Gobierno recogió de entre los escombros su Resolución 125, caída por el voto cínico de Cobos y esperó el momento para cobrarse una victoria que de tan poderosa, ni se dieron cuenta. Se liquidaron las AFJP, se recuperó para el Estado la administración de los ahorros de los trabajadores y se envolvió para siempre con la celeste y blanca el cóndor de Aerolíneas Argentinas.
Es para celebrar el año que se va y para advertir y advertirnos que en el 2009 se librará la batalla cultural por excelencia: la sanción de una nueva “ley de radio-difusión”, que permitirá que todas las voces, todas, puedan escribirse, decirse, oírse, mostrarse.
Allí nos convocaremos.
Para no perder nunca más el canto de los pájaros que nos siguen habitando.
Publicado en Miradas al Sur del 28 de diciembre de 2008