Usualmente se suele considerar la Batalla de Azincourt, librada en 1415 entre la caballería francesa y los arqueros ingleses, como el punto pivotal en que el arte de la guerra europea dejó definitivamente en el camino a los pesados y cada vez más ineficientes caballeros, en beneficio de una infantería renovada. Y sin embargo, ya venían existiendo síntomas desde a lo menos un siglo antes de que los días de la caballería estaban contados. La Batalla de Morgarten fue librada exactamente un siglo antes, en 1315, y ayudó a consolidar la reputación de los suizos como guerreros temibles, reputación que mantendrían gloriosamente durante los dos siglos siguientes, por lo menos hasta que quedaran sobradamente en evidencia durante la Batalla de Bicocca, a la que ya nos referimos en Siglos Curiosos. Pero volviendo a Morgarten...
Hagamos un poco de historia. Aunque la Casa Habsburgo es conocida por haber regido Alemania, Austria y España, sus orígenes hereditarios están en la actual... Suiza. Dicho país no existía como entidad política independiente, subsumida entera dentro del Sacro Imperio Romano Germánico, hasta que en 1291 surgió una confederación de cantones que buscó secesionarse del Imperio. Puede que los dominios suizos no fueran exactamente los núcleos más productivos del Imperio o de la Europa de su tiempo, pero controlaban algunos pasos vitales que conectaban las tierras imperiales con Italia. Después de la muerte de Federico Barbarroja en 1250, las cruzadas imperiales en Italia parecían acabadas, pero los Habsburgo (que se habían confirmado en el trono imperial en 1273) aún tenían interés en dichos territorios, y el surgimiento de Suiza era un estorbo geopolítico considerable. Después de algunas tensiones irresolutas, en 1314 estalló una guerra civil entre dos pretendientes al trono imperial. Los suizos tomaron partido CONTRA la Casa Habsburgo, de manera que Leopoldo el Duque de Austria emprendió una campaña militar contra ellos. Con los resultados sabrosamente desastrosos que referiremos.
Leopoldo tuvo la peregrina ocurrencia de subir a las montañas suizas con la caballería al frente. Para colmo, Leopoldo no parece haber intentado siquiera enviar reconocimiento previo de la ruta. La misma era estrecha, y tenía a un lado la montaña y al otro el lago Egri. Por lo tanto, para avanzar los caballeros debieron marchar en fila. Para los suizos fue pan comido: les bastó con hacer rodar piedras hasta un recodo del camino para bloquearlo, defender el bloqueo con un pequeño destacamento, y a esperar.
Cuando la vanguardia de la caballería se encontró con el obstáculo, no pudo volver grupas o retroceder, porque los caballeros más atrás en la fila, ignorantes de lo que ocurría, seguían avanzando. Esa masa confusa de caballeros fue atacada entonces por rocas arrojadas desde lo alto, y por piqueros suizos armados con alabardas que atacaron desde arriba a todo el flanco de la línea de caballeros. Los mismos, imposibilitados de cargar montaña arriba, de seguir a través del bloqueo, o de retroceder sobre el resto de su propia caballería, sufrieron dos destinos posibles: o bien fueron aplastados por las rocas o ensartados por las alabardas suizas, o bien fueron empujados contra el lago y perecieron ahogados por el peso de sus armaduras. Leopoldo retrocedió con toda su infantería, la que ni siquiera llegó a prestar batalla, mientras que toda su caballería, unos 2000 jinetes, fue brutalmente masacrada. Leopoldo al menos tuvo la decencia de dar pelea mientras trataba de sacar a sus hombres del atolladero, y salió vivo y libre de la ordalía, sólo para... poder ser derrotado en otras batallas después (dicho muy en serio, el hombre era un imán de derrotas), y perecer finalmente una década después, con unos 35 años de edad.