
Desde aquel lunes de Aguas, no se había vuelto a ir de picos pardos. Y lo cierto es que lo necesitaba...Aquellos ojos, la suave sonrisa, el atardecer entre brumas de fiesta que más bien parecía un conjuro para echar fuera los males, las fiebres, las pestes y todo lo que no fuera alborozo y vino, mucho vino...
No recuerda bien cómo de entre la marea de lances y requiebros había surgido aquella belleza que se ocultaba bajo una capa de desaliño y hambre, cómo se había acercado a él predestinada, impelida por las ganas de huir de los últimos brazos abrazadores y rudos, cómo se habían volcado el uno en el otro y cómo tuvo que defender su trofeo escondiéndolo de la avidez de la marea buscona.
Y tampoco recuerda cómo la perdió. Pero sí, claro, ahora saldría a buscarla, sólo a ella, sólo a ella.... Y se volvió a dormir.
(Martes después de Pascua. Salamanca, 1550)
No recuerda bien cómo de entre la marea de lances y requiebros había surgido aquella belleza que se ocultaba bajo una capa de desaliño y hambre, cómo se había acercado a él predestinada, impelida por las ganas de huir de los últimos brazos abrazadores y rudos, cómo se habían volcado el uno en el otro y cómo tuvo que defender su trofeo escondiéndolo de la avidez de la marea buscona.
Y tampoco recuerda cómo la perdió. Pero sí, claro, ahora saldría a buscarla, sólo a ella, sólo a ella.... Y se volvió a dormir.
(Martes después de Pascua. Salamanca, 1550)