Por Esopo Sitor
"Qué razón tiene, me digo cuando leo un fragmento
de un autor cuya opinión concuerda con la mía.
En caso contrario, declaro que se equivoca".
(Jonathan Swift)
Ahora que todos estamos de crisis hasta el cuello y avizoramos a lo lejos, gracias a nuestros sabios y prudentísimos mass media, la hidra de nueve cabezas del apocalipsis del capital, se repite un ritual tradicional en estas ocasiones tan especiales. Rito a través del cual se invoca una solución confortante y salvífica que nos arrancará de las garras de la injusticia y la pobreza y traerá de nuevo la confianza y la seguridad que son el maná de nuestras sociedades. Este rito, sano y necesario, al que dedican sesudas columnas y sutiles comentarios tantos periodistas y tertulianos, no es otro que la entrañable y tradicional caza del funcionario, perfecto saco de boxeo para desahogarse de la crisis.
Según algunos de estos superdotados plumíferos - por lo de escribir con ella, la pluma, dicen - lo que hay que hacer para acabar con la crisis es congelar el sueldo y acabar con las plazas vitalicias de esos privilegiados gorrones, de esa rémora arcaica y estamental, de esos parásitos consentidos y arrogantes, los funcionarios. Según una señora periodista de largo apellido que escribe en un importante periódico de la capital imperial, es insultante que a estas ladillas de la sociedad capitalista se les haya subido el sueldo por encima del IPC mientras los demás trabajadores sufren las funestas consecuencias de la crisis. Cierto, igual que cuando había oro se lo quedaban unos pocos, ahora que cae mierda la repartiremos entre todos. Afirma además esta señora que es indignante que en una sociedad competitiva perviva aún un sistema retrógrada de oposición que perpetua en el cargo a incompetentes, haraganes, holgazanes y vagos, vamos, a esos piojos insufribles y molestos que son los funcionarios. Y así, mete en el mismo saco a policías, profesores, bomberos, bibliotecarios, jueces, administrativos, médicos, enfermeras, bedeles, conserjes, secretarias y demás ralea de pedigüeños perezosos y perrunos a los que tal vez deberíamos mandar a picar piedra a las carreteras de Extremadura. Sí, señora. Mejor los nombramos a dedo, o por enchufe o, en solidaridad con la sagrada monarquía borbónica, hacemos esos cargos hereditarios entre los amiguetes del partido. Porque lo que es ahora, todos, absolutamente todos los funcionarios, sin excepción alguna, son unas ratas haraganas que no merecen ni el aire que respiran, ¿verdad?. A ver si por haber aprobado una vez un examen después de dejarse las cejas y la paciencia estudiando les tenemos que regalar algo, total, mi niño los aprueba en la ESO cada día, y sin estudiar. Y eso sí, los profesores, los peores, que encima tienen más vacaciones.
Uno, que aprobó una vez un examen y tal vez debería arder eternamente en el infierno por ello, piensa que si de repartir mierda y miseria para todos se trata hay medidas muchos más efectivas. La cuestión es que, en lugar de atacar a los verdaderos culpables de la pobreza, en lugar de criticar a cuantos se han forrado hastas las cejas a costa de la futura miseria de muchos, nos saquemos los ojos unos currantes a otros. En lugar de exigir que se bajen sueldos y primas los altos cargos y los altos ejecutivos, lanzamos mierda sobre el currante público. Funcionario vagos los hay, y muchos, y sobran cargos vitalicios, sin duda, pero meterlos a todos en un mismo saco,... Esos periodistas iluminados de sabiduría celestial deben saber algo que yo no sé. Si tienen tan claro que los culpables de la crisis no son los ejecutivos de las grandes financieras ni los políticos que han tolerado y fomentado sus desmanes sino que los únicos y absolutos culpables son los funcionarios, por algo será, que cuando el río suena....
Así pues, siguiendo el ejemplo de tan preclaros cráneos de la prensa y radio españolas, propongo que además de esterilizar a los funcionarios para que esa raza de parásitos gorrones no se perpetúe, llevemos a cabo otras medidas destinadas a acabar con las crisis. Si éstas no funcionan, podemos repescar y ampliar la propuesta del sabio Swift y comernos a todo el personal no rentable ni competitivo, o sea, hijos de pobres, estudiantes, parados, jubilados, pensionistas, funcionarios y enfermos. A las ricas galletitas Inserso. Pero vamos a las propuestas.
Primero, reconversión del sector futbolístico en parque móvil de los cargos electos. Con las colecciones de deportivos de los jugadores de primera, tenemos coche para todos los políticos de las españas y chóferes jóvenes y guapos para todas las ocasiones. ¿Y como no va a mejorar la imagen del país cuando Zapatero se presente en la reunión de la OTAN en un Ferrari rojo conducido por Mesi o Raúl? El sueldo de los futbolistas, que ahora cobrarán como simples chóferes, se nacionalizará y servirá para reflotar a golpe de subvención la industria automovilística. Los nuevos modelos de Seat, el Seat Bernabeu, el Seat Mestalla y el Seat Guardiola serán símbolo de la nueva pujanza nacional: Dios bendiga el fútbol.
Segundo, a los banqueros, políticos y ejecutivos no podemos tocarlos pues, según estos mesías de la prensa, de nada tienen culpa, pero sí podemos exigir a actores, famosetes, toreros, coplistas, cantaores, obispos, presentadores de televisión y demás modelos de conducta nacional que apadrine cada uno a diez parados/as, verás qué pronto nos sobra subsidio del paro para emplearlo en otros menesteres.
Tercero, aunando toda la demagogia y odio que destilan determinados periodistas y tertulianos, propongo creación de un partido populista-lerrouxista que convierta, mediante mensajes simples y directos, toda la rabia y la decepción de la sociedad en crisis en una ola superdemocrática de renovación y transformación, como en Italia o Alemania en los 30. Al lado de esta nueva raza de líderes, Berlusconi y Le Pen parecerán Gandi y John Lennon.
En todo caso, agradezco a 7V el haberme cedido un rincón para esta perorata y dejo abiertos los comentarios para otras propuestas anticrisis realmente efectivas. Eso sí, siempre que entren en un edificio público, hagan caso a los cráneos pensantes de nuestros medios y griten bien alto, a ritmo de proclama sindicalista: "¡Funcionario, malo: sueldo congelado!".
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