Dice K.C.Cole en su
libro “El universo y la taza de té. Las
matemáticas de la verdad y la belleza”: “Como las matemáticas exponen tan bien
la verdad, resulta curioso comprobar con cuánta frecuencia se las emplea para
perpetuar equívocos y mentiras. El poder de las matemáticas obedece a que
atribuimos más peso a los números que a
las palabras.
Los seres humanos consideran con frecuencia que las
matemáticas son una línea objetiva de argumentación que las rescatará del
desasosiego de la ambigüedad. Confiamos en que de conseguir expresar las cosas
en términos numéricos, tal vez surja la verdad. Sin embargo las matemáticas,
solo sirven para articular esas ambigüedades: no son salvavidas para escapar
del mar de la confusión, únicamente la boya que señala la presencia de bancos
de arena.”
Cuando los maestros en
el uso de la palabra, están agotando sus extenso argumentos, sin pensarlo ni un
segundo, con rotundidad, lanzan un número – generalmente un porcentaje -, y
miran a su alrededor con la cara del triunfador, como si hubieran laminado al
adversario, dejándolo absolutamente desconcertado. Cuánto mayor énfasis en la
presentación, mayor probabilidad de que este número sea el que se ha calculado
expresamente para avalar un argumento débil y confuso, y además, no exento de
intencionalidad de “enredar”.
Si la verdad expuesta
con medias palabras, frases incompletas y eufemismos, acaba siendo un sucedáneo
de la mentira; si además se adereza con cifras, gráficos y porcentajes, acaba
siendo la escenificación de la confusión. No tengo que insistir mucho sobre
como los políticos manejan estas presentaciones con magistral destreza. Los
adalides de comentar “la jugada” en tertulias – léase algarabías -, se han dado
cuenta también la utilidad y han incorporado hasta pizarras, como si de una
clase se tratase.
Se ha acabado la
objetividad del número. La destreza habitual para enredar con la palabra, se ha
fortalecido exponencialmente, con los argumentos numéricos, que expuestos con
cierta habilidad, pueden convertir cualquier cosa en su contraria. Pronto
estaremos estupefactos y dudaremos hasta de que dos y dos son cuatro, Porque
dependiendo de la intención del orador, será “casi cuatro” o “mucho mas que
cuatro”.
Los números ya se sabe,
puestos en una hoja de cálculo y aderezados con un buen gráfico con la escala
adecuadamente manipulada, pueden ensombrecer la tendencia de cualquier magnitud
y pueden transmitirnos esperanza en el futuro o extraordinario desasosiego. La
verdad de los asuntos se oculta cada vez más. Vivir en el enredo parece nuestro
sino y eso que quienes más lo hacen,
recibieron un mandato de los ciudadanos a través de las urnas, para gestionar
con eficiencia y transparencia y además lo prometieron o juraron.
Como dice el matemático
Keith Devlin: “Las cifras engañan con
frecuencia a la gente. No hay que avergonzarse de eso: también las palabras
resultan equívocas en ocasiones”. Claro, pero creo que el matemático, está
hablando de forma fortuita, no intencionada…