lunes, 30 de junio de 2008

Elena: cumple años...




Hoy es día de cambio de dígito. Por la noche se acuesta uno siendo 2 (delante) y por la mañana ya es 3 (delante). ¡ Lo que pasa en escasas 8 horas !. Uno no sabe como, pero se ha tornado adulto, casi de golpe, en silencio, por la puerta falsa y sin avisar para poder prepararse.

Ser adulto que pesadez, cuantos retos dejados atrás, cuantas cicatrices, cuantos asuntos sin cerrar del todo. Pero cuanta experiencia, cuanta felicidad, cuantos "saberes", cuantas situaciones superadas, cuantos proyectos de futuro, cuantas ilusiones cumplidas, cuantos sueños renovados, cuantas acciones buenas, cuantos deseos de seguir, aunque en ocasiones sea cuesta arriba...

Eso es, como una balanza. Y casi depende mas, de como uno interprete las cosas, que de como han sido o son verdaderamente. En muchas ocasiones vale la pena, perder para luego ganar con creces y en otras se gana para lamentablemente luego resultar perdiendo, ¿cómo hacerlo entonces?.

Pues eso es la vida, solo un juego de ganadores y perdedores, lo importante es no querer pertenecer al primer grupo en exclusiva y asumir que mas de una vez estaremos en el segundo. Lo verdaderamente relevante es saber, que por cada año que pasa uno aprende y aprende, ayuda y le ayudan, ¡ eso es lo que cuenta !.
Felicidades decimos al que cumple años. Como si fuera cosa de deseo ajeno; cuando en realidad la felicidad va de dentro a fuera, solo así es válida. Pero ya sabemos somos sociedades de costumbres. La actitud es lo que vale, porque la calidad de vida de una persona está determinada por el nivel de sinceridad de las relaciones que mantiene con los demás y creo que eso afortunadamente no te falta...

Uno puede acomodar el presente y en ocasiones planificar el futuro... pero la vida es imparable, luego vivamos con la mayor intensidad el día a día, que es lo que existe... como en la fotografía: "soñando", "balanceándose", "con amigos" y "jugando"... tal vez así, lo acabemos de entender casi todo .

jueves, 26 de junio de 2008

Paradoja


Dice Eduardo Punset en su libro "Adaptarse a la marea": " En el mundo corporativo son innumerables los ejemplos de empresas que, a base de planificar minuciosamente el futuro incierto, han perdido la partida del presente frente a competidores menos poderosos, pero enfrascados de lleno en la lucha cotidiana día a día, del aquí y ahora mismo. Es uno de los cambios más importantes que tendrán lugar en la gestión de los negocios del tercer milenio. La palabra clave será flexibilidad".


Durante muchos años, la mayoría de las empresas que he conocido, han basado sus parámetros de gestión en el volumen, aún hoy es el punto de mira. Además lo mas preocupante siempre fueron los costes, para ello, la lección mas simple dice, lleve sus industrias próximas al máximo de producción y optimice los costes fijos - sin discernir con claridad si esa producción llegará al mercado, o permanecerá en los almacenes propios -, conclusión la teórica mejora de coste industrial, queda con creces minimizada por el incremento desmedido de los costes financieros.


Las épocas pasadas, proclives a tipos de interés bajo, propiciaban y aconsejaban endeudarse, pero con el cambio de tendencia, las cosas ya no cuadran de forma tan clara. Pero sin embargo, la mentalidad no ha cambiado, sigue por inercia gestiones, que ahora con toda claridad están obsoletas.


El futuro creo que pasa, por la especialización y la flexibilidad. Ésta última implica medios productivos tan versátiles, que permitan, fabricar en exclusiva lo que sabemos con seguridad, que pueden ponerse en el mercado sin dilaciones, reduciendo sensiblemente los plazos medios de Stocks en almacén, es decir, generando tesorería a mucha mayor velocidad y liberando recursos para emplearlos en otras necesidades.


Pero esta práctica directiva de no atender al día a día y acoplarse a él con toda celeridad, conlleva la aplicación de técnicas de gestión erróneas, que acaban necesitando la aplicación de "cirugía" para acoplarse a las circunstancias que acontecen. Cuando de haberse hecho en el momento adecuado las medidas, sin duda habrían sido menos drásticas.


Si dirigir una empresa ya es complicado, hacerlo con los ojos vendados y los oídos tapados, para no escuchar las opiniones ajenas discrepantes, es una misión imposible. Muchos directivos, deberían reconocer su falta de imaginación, para poder afrontar de modo rápido las estrategias mas adecuadas y en muchos casos, dar paso a quienes podrían intentarlo. Y todo ello aún en el caso de que el directivo de turno, sea además, propietario de la empresa, que no siempre es una cualidad que avala y es paradigma de la mejor gestión.

lunes, 23 de junio de 2008

Capacidad para pensar... ¿una conquista?.


Dice José Saramago en su libro "Ensayo sobre la lucidez": ...actuaba con concentración para mantener los pensamientos a distancia, para dejarlos pasar solo de uno en uno, después de haberles preguntado qué llevan dentro, es que con los pensamientos todo cuidado es poco, algunos se nos presentan con aire de inocencia hipócrita y luego, pero ya demasiado tarde, manifiestan lo malvados que son..."

Quizás una de las parcelas mas importantes del hombre libre, ha sido la posibilidad de pensar y reflexionar sobre los acontecimientos, con suficiente capacidad y discernimiento para poder interpretar adecuadamente los sucesos que le rodean. Durante un tiempo muy dilatado, la "Sociedad" se preocupó, de que solamente tuvieran acceso a la adquisición de los "saberes" necesarios, para poder ejercitar con propiedad esta facultad, unos pocos, los de siempre, vaya.

Pero la realidad viene demostrando, que aún teniendo la capacidad de pensar con propiedad, uno no tiene el seguro de que sus propios pensamientos, no le jueguen una mala pasada, pues con toda suavidad nos pueden plantear propuestas, que aun siendo remotas, las conviertan en muy viables y además lo hacen con la suficiente machaconería como para que nos calen profundamente.

No hace mucho leía en un artículo, que si uno imagina reiteradamente un suceso futuro "terrible", si lo repite con la adecuada frecuencia, el cerebro acaba incorporándolo como si se tratase de algo que ya ha sucedido y entonces nos lo rememora con fuerza e intensidad para atenazarnos. Es decir, aquella capacidad de pensar, que nos hacía libre, ha tornado su inestimable valor y como todo, usado de forma no racional se puede transformar con claridad en algo extremadamente peligroso y nocivo.

Seamos consecuentes, ejercitemos la capacidad de pensar, pero hagámoslo con orden, de modo positivo, no dejemos que se desboque y nos domine, cuando no, nos esclavice; sobre todo si lo hacemos sobre sucesos futuros. Pensemos siempre que lo verdaderamente real es el presente y el futuro, está por venir, y no tiene porque ser tan negativo como la propuesta que nos atormenta... todo está por escribir aún, luego solo tiene el viso de realidad, que nuestra imaginación no controlada quiera adjudicarle.



sábado, 21 de junio de 2008

En su justa medida

Cuando trabajas durante mucho tiempo en una misma empresa, realizando tareas parecidas y que son de tu agrado, acabas vinculándote mentalmente con la actividad de tal modo, que incluso la ejecutas, tal como si se tratase de tu propio patrimonio. Te llevas problemas (mentalmente) a casa que en realidad no te corresponden, ya que no son tuyos y ni siquiera los has provocado.

Esa tendencia, casi general a traspasar el umbral de la prestación de un servicio a cambio de un salario, por la otra, posicionada en la interiorización de que está uno vinculado a la gestión de bienes cuasi propios, es un error estratégico personal muy importante. Una cuestión es trabajar con el máximo interés y empeño y otra muy diferente es hacerlo como si fuera tuyo el negocio, del que en realidad solo tienes una parte alícuota de capacidad de decisión y en la mayoría de los casos, sujeta a contrastación y autorización.

A fuerza de actuar y pensar de este modo reiteradamente, le parece a uno que está en su propia casa, incluso emplea lenguaje en su relación exterior como así fuera, es decir se tiene a si mismo por eterno en el desarrollo de sus funciones e incluso acaba pensando, que es insustituible; craso error. Uno cede su total fidelidad, pensando que es absolutamente correspondido, por los que verdaderamente "mandan" y tarde o temprano acaba descubriendo que no es así.

La vida de las empresas es cambiante como las estaciones del año. Hay de todo desde frondosas primaveras hasta rigurosos inviernos. Se dan "buenas" y "malas" circunstancias, como en la vida de las personas. Para resolverlas se toman decisiones en la mayoría de los casos tardías, porque hay circunstancias, que no se desean asimilar, ya que en el fondo es la evidencia de un gran fracaso del propio Gestor.

Hay mucha tendencia a encontrar chivos expiatorios ambiguos, como la economía, el mercado, los tipos de interés, el cambio monetario, la crisis de la construcción, etc., cuando casi siempre las cosas son mas cercanas, tales como, falta de estrategia, previsión y organización inadecuadas, dudas en las decisiones relevantes, y sobre todo no escuchar atentamente las opiniones de los demás y pensar (el directivo de turno) que él ya lo "sabe" todo, por eso está en el puesto que está. Como también hay tendencia a confundir, al portador de malas noticias, con el responsable de haberlas provocado.

No sabe uno porque, pero en las épocas de "vacas flacas", todo adquiere su verdadera dimensión - como en la vida personal de cada uno - y cada cual descubre cual es su posición real en la organización. Aquí se evidencia, que la entrega personal casi incondicional, no era correspondida al mismo nivel... tal vez le quede a uno la impresión de haber dado mucho mas que ha recibido.

Hay que ser lo mas diligente posible en el desarrollo del desempeño encomendado, acometer las tareas con el máximo interés y ser eficiente, pero ir mas allá, puede ser adentrarse en un camino, que puede resultar tortuoso y poco gratificante y muy decepcionante.... En todo caso hay que recordar siempre que: "Cuanto mayor es la oscuridad, mejor se ven las estrellas".




martes, 17 de junio de 2008

Empezar a vivir...de nuevo


A fuerza de hacer, casi lo mismo cada día, perdemos la sensibilidad para apreciar, que esa machacona monotonía en muchas ocasiones, significa normalidad. Creemos que no tenemos tiempo para nada, atenazados de modo férreo por todas las actividades, que hemos de desarrollar y eso nos inquieta cotidianamente. Somos proclives a pensar que somos esclavos de nuestros actos cotidianos.


Estamos tan acostumbrados a tener nuestro tiempo tasado, que si de forma súbita pudiéramos dejar todas las actividades (obligatorias o no), en que lo ocupamos, es muy posible que durante un periodo no supiéramos que hacer para llenarlo. Teniendo en cuenta, que no hay nada tan tedioso y "largo" como no tener nada que hacer. A fuerza de estar programados casi de forma total, hemos perdido parte de la imaginación y la espontaneidad y lo que es mucho peor, la capacidad de organizar de forma personal y "libre" nuestro tiempo y actividades.

Hemos sido domesticados, durante mucho tiempo por los usos sociales generalmente aceptados y/o nuestro trabajo. Nos han suplido en la programación cotidiana, relevándonos y subplantándonos y nosotros lo hemos aceptado. Todo nos ha venido dado en ese aspecto y nos hemos dejado llevar por la dulce corriente. Las costumbres han arraigado con fuerza y junto con los otros dos han formado un nudo gordiano, difícil de soslayar.

La cuestión es, que cuando se descompone uno de ellos, los otros quedan descolgados y fuera de control, descolocándonos de forma intensa, pues en realidad forman una unidad, difícilmente separable. Durante un tiempo, de golpe ganamos grados de "libertad de acción", precisamente de lo que somos menos avezados en organizar. Consecuencia, confusión, desorientación, inactividad y un largo etcetera.

Cuesta perder muchas "plumas" para aprender que en la libertad de acción está la vida y que es un bien muy preciado poder disponer de ella a nuestro antojo. Difícil de asimilar, cuando durante la mayoría de nuestros años han sido otras circunstancias ajenas las que la han venido gobernando.

Al final del camino, aceptar lo que a uno le pasa, es empezar a vivir. Evitar el fatalismo y el aislamiento interno, que produce la interpretación errónea de los acontecimientos diferentes que nos suceden, es la antesala de la eliminación de los fantasmas... que acechan siempre sin descanso y tienen vocación de dominarnos de modo negativo.

Cambiar de papel y considerar el lado positivo de la diversidad en nuestra vida, "permiten sobrellevar las victorias y las derrotas con menos tensión y ansiedad"




miércoles, 4 de junio de 2008

Porque hay que seguir...


Cuando uno deja de escribir durante un tiempo, volver a hacerlo, produce cuanto menos mucha pereza, la tendencia a la inactividad es innata en nosotros, o por lo menos en mí. Máxime si además te encuentras en encrucijadas, donde los pensamientos recurrentes te absorben de modo intenso.

Pero un comentario a la entrada anterior, me ha producido como una especie de empuje encaminado a tratrar de componer un escrito.

Ya escribía en otra ocasión que hay momentos que uno necesita silencio, pero intenso, es decir no solo la falta de sonidos, sino que hablo de ese recogimiento interior, que le devuelve a uno la paz intensa, preludio con toda claridad de volver a recuperar parte del equilibrio perdido, provocado por todos los avatares de la vida cotidiana, acumulados de modo irracional y sin filtrar.

Si, porque el filtro es lo que hace considerar lo importante en exclusiva y rechaza de forma total todos los acontecimientos nimios, que extrapolados de forma recurrente en nuestra mente se transforman en gigantes, que nos amenazan y nos hacen sentirnos tan impotentes, cuando no, nos colocan en situación de precariedad mental.

No es la importancia del enemigo, la que nos produce tribulaciones, es la interiorización que hemos hecho de los acontecimientos perturbadores. Nuestra mente, en muchas ocasiones nos pone en caída libre, sin que seamos capaces de detenernos reposadamente y discernir, cual es verdaderamente la importancia, solo con ello, el gigante empieza a adquirir su verdadero tamaño y además inmediatamente se convierte en asequible y lo que es mejor nos vemos capaces de abordarlos y como David, derribarlos y apartarlos.

Cuando las cosas adquieren su verdadera dimensión, todo es mas fácil, nada es tan complicado, lo que parecía inalcanzable, se convierte en fácilmente transformable, solo hace falta tener la suficiente valentía y cordura para poner cada cosa en su sitio y no pretender ignorar los acontecimientos que ya han ocurrido y que por tanto son pasado. Nos debe interesar solo el presente, que es lo que verdaderamente es relevante.
Y todo esto, porque a veces un comentario tira mucho...



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