14 de abril de 2013

Un domingo como otro cualquiera.


Hoy hace seis años que Niño Bonito y yo salimos juntos. Tal día como hoy, esta noche, me pedía una oportunidad. Recuerdo la pregunta "¿Tú quieres intentarlo?" y se sigue dibujando en mi rostro una sonrisa.

Deberíamos estar felices y contentos celebrando nuestro aniversario. Habíamos hecho planes entre ayer y hoy (ya que hoy trabaja hasta las 16.00) y los hemos seguido. Pero todo está siendo un poco descafeinado por la muerte de Quim. Esta tarde vamos al velatorio que, la verdad, no es un ambiente muy festivo. Pero la vida no entiende de fechas (ni la muerte), de celebraciones, ni de calendarios. Las cosas suceden sin más y tienes que adaptarte.
Como me suele decir mi lobo triste, hoy relativizo más que nunca. Compartimento mi tiempo según mis obligaciones y aislo las emociones que provocan cada una de ellas de las otras.
Domingo por la mañana, luce el sol, la primavera sigue dándolo todo, me he levantado demasiado tarde (muy demasiado), he cumplido las tareas domésticas necesarias, he llamado a una amiga a la que no había conseguido localizar para darle la mala noticia (y mira que es dificil, decirlo eh? No hay frase más simple "x ha muerto" pero más difícil de pronunciar), he hecho una tarea del trabajo otra vez trabajando el fin de semana, me he reído muy mucho con mi gatito durante un rato, he hecho terapia vía whatsapp con M -una de mis compis- para volver mañana a la oficina con mejor ánimo (o al menos no un desánimo total) después de un viernes muy muy malo e incluso he planeado una excursión para el próximo finde.
Medio día (a una hora de la llegada de mi niño bonito) y sólo me queda alimentar mi cuerpo y darme una ducha. Hasta tengo tiempo que escribir una entrada absurda en el blog!

Lo mejor de hoy es que esta noche vamos al concierto de Rammstein y, si no fuera por esta sensación de absurdo, estaría pegando brincos de emoción. Nada mejor que una buena sesión de metal industrial -así lo definen, no es cosa mía- y un directo brutalmente bueno para aplacar las malas sensaciones después de un drama.

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