20 de mayo de 2011

No ser lo que se es


 Y es que es tan difícil no ser lo que una es.

Te dices "No, no, tú lleva una vida práctica, que eso de los príncipes azules, el chico malo que se vuelve bueno y el amor eterno son mentiras".
Lo crees con toda tu alma porque viviste el cuento de hadas y saliste escaldada para la eternidad.
No, tú quieres una vida práctica, un hombre bueno, trabajador, que te dé buen sexo y que te quiera.
Alguien con quien compartir tu vida, tener hijos y envejecer.
Así que coges a esa parte de ti, La Romántica, por los pelos y la arrastras hasta la mazmorra más pequeña, oscura y lejana de tu mente mientras berrea y patalea, pues todo en lo que ella cree es una farsa.

Pero luego están esos días...
Algo pasa... o no, pero te acuerdas del malagueño que te robó el alma, la inocencia y la juventud.
De cómo te cantaba al oído, de las poesías escritas para ti. Recuerdas que recorría tu cuerpo como si fueras lo más delicado y precioso del mundo. Cómo te sentías entre sus brazos y el tacto de sus labios. Su Regalo.
Su olor.
Las rosas.
Cómo rizaba tus rizos y que ningún otro lo ha hecho de nuevo.
De sus expertas manos y tu inexperto cuerpo.
El color de aquellos profundos ojos azules tan inusuales. Cómo te podías perder en ellos, horas y horas, mientras él te hablaba de lo que fuera.
Su ternura y su perversión.
Las conversaciones absurdas a altas horas de la noche. De lo pequeño que se podía volver entre tus brazos cuando sus miedos lo acechaban.
De cómo sonaba tu nombre con su acento. Su voz.
Dormir toda la noche en sus brazos.
Cómo no importaba la edad ni la distancia. Aprender a salvarla.
Lo exquisito de su vocabulario. Lo sucio que podía ser, también.
De que, a pesar de todo lo malo, durante una época te hizo FELIZ.

Y es que, en el fondo, sigues siendo una romántica aunque quieras negar la evidencia.
No cambiarías lo que tienes, ni por mil como él, pero... a veces...