A pesar de que el
independentismo empieza a tocarnos el asunto (¡Qué rollo...!) y la
división de un entorno otrora conciliador (Y yo me pregunto: ¿habrá
familias divididas por este asunto? Qué pena..., y pensar que así
empezaron en Sarajevo...), durante los pasados días me he permitido
el lujo -dado mi desconocimiento- de pensar en las consecuencias que
una posible escisión catalana acarrearía al mundo de la LIJ.
Teniendo en cuenta que la
diferencia lingüística es uno de los pilares fundamentales en los
que se sustenta este cotarro, nadie sabe a ciencia cierta cómo se
plantearía la Literatura (pedagógica y lúdicamente hablando) en
este hipotético ámbito territorial, pero si los que lo gobernaran
fuesen fieles a sus planteamientos iniciales, deberían erradicar por
completo la enseñanza del castellano como lengua vehicular (algo que
no tengo tan claro gracias a los políticos y su doble faz... ¿Serían
capaces de decir que el castellano nació en Cataluña para perpetuar
el bilingüismo actual...?), lo que mermaría por completo las
ediciones en lengua castellana dentro de sus fronteras y la
consecuente disminución en las ventas entre los castellano hablantes
(“Dios le da dos lenguas al que no tiene dientes”, refranero dixit).
Evidentemente, las
editoriales del ramo podrían seguir produciendo literatura en
castellano, pero las trabas a la exportación crecerían -aranceles y
otros impuestos- por lo que la rentabilidad de comerciar con el
producto literario disminuiría. Si pensamos detenidamente en ello,
no sólo existiría una repercusión directa sobre la
comercialización del producto, sino sobre la compra del mismo a
terceros (léase la adquisición de derechos de reproducción
extranjeros por parte de las casas editoriales). Ejemplifico: es como
si los grandes de la edición española se dedicaran a comprar
derechos en inglés, francés o alemán... (N.B.: Doblemente absurdo,
doblemente posible...).
Otra de las consecuencias
que esta división traería consigo sería una disminución en la
calidad de las obras de producción propia. Me explico... Hoy día,
los editores reciben manuscritos e ideas procedentes de cualquier
parte de España; con la nueva configuración territorial, los
autores darían buena cuenta de las limitaciones de esta nueva
realidad, lo que conllevaría una bajada en la recepción de
originales, una merma en la diversidad y riqueza de ideas, y una
bajada en la producción y calidad de las obras producidas por las
propias editoriales. Asimismo hay que puntualizar que, actualmente,
muchas editoriales reciben subvenciones y ayudas estatales que han
permitido que muchos libros de notable calidad hayan visto la luz en
los últimos años. Seguramente esas ayudas, aunque sigan existiendo
dentro del nuevo panorama territorial, diferirán en requisitos y
cuantías, lo que iría en detrimento de este tipo de libros más
complejos o “diferentes”. (Espero que las editoriales catalanas no se decantaran por la calidad "panfletaria" de libros como los que siguen...)
Si tenemos en cuenta que
un sinfín (por no decir la mayoría) de casas editoriales dedicadas
a la LIJ y sobre todo el libro-álbum tienen sus centros neurálgicos en Cataluña, no debemos de
pasar por alto un panorama futuro que pasaría por la deslocalización
o los cambios de sede fiscal y/o administrativa a poblaciones
limítrofes o fronterizas -a pesar de mantener la producción en su
lugar habitual-. Aunque la considero una opción igual de lícita que
otra cualquiera (cada cual hace lo que le sale del fandango con sus
cuartos), he de apuntar que es poco factible y práctica, más si
cabe cuando dichas entidades deben tributar dentro de un territorio
en el que van a mermar sus ventas. Paradójico...
Por último, me gustaría
destacar el factor humano... Aunque yo no practico el rencor, sí me
consta que muchos se dejan llevar por las vísceras y toman
decisiones poco acertadas y limitantes en pro del odio y perjuicio
ajeno, léase aquí el boicot a ciertos productos según su
procedencia y temática.
Sabiendo que las
anteriores conjeturas se pueden extrapolar al ámbito del resto de
España (no me imagino a casas españolas editando en lengua catalana
si no es rentable...), todo lo anterior es más complicado. Por ello, lejos de sentimientos (todos los tenemos y todos son respetables), de violencia verbal (de esta no habla nadie y por lo que he podido constatar ha estado en boca de todos) o física, y aunque muchos vociferen estos días los más variopintos pros y
contras (unos no hablan de la deuda histórica catalana -echen mano de hemeroteca-, otros del aporte que los
contribuyentes catalanes hacen a las arcas estatales -tomen nota...-, de
los posibles “refugiados” catalanes en su propia tierra, de los intereses creados de algunos privilegiados -¡lo que será el poder y el mangoneo!-, del chantajismo, o del federalismo
-una posible solución si se hiciera bien-), lo único que se atreve
a referir este donnadie (aunque ello sirva para que muchos me
critiquen en las redes sociales) es que con este embrollo, pierden
editores, escritores, ilustradores, distribuidores, libreros y, sobre
todo, los lectores, que a fin de cuentas, somos TODOS.