El otro día, mientras regresaba de participar como miembro del jurado en cierto concurso de álbum ilustrado, me puse a pensar a ritmo de cantaditas en el libro y sus maldades, en ese producto cultural tan soberano, que ni la digitalización ha logrado exterminar.
Si bien es cierto que el libro de texto, la prensa y todo tipo de revistas están migrando a nuevos formatos, no sucede lo mismo con novelas, álbumes ilustrados o ensayos. Esto puede deberse a tres razones. La primera es la materialidad. Nadie concibe un álbum en formato digital, máxime cuando contiene elementos emergentes, texturas o proporciones que añaden elementos narrativos y forman parte de la obra en sí misma.
En segundo lugar, está la comodidad. Si uno se va a leer una novela de seiscientas páginas, más le vale hacerlo en papel, porque, sinceramente, como tengas que pasar cuatro horas mirando fijamente una bombilla, lo llevas claro. Y el tercero es el romanticismo. Tiene tantos adeptos el libro de papel, que hoy por hoy es impensable desterrar el libro físico de un panorama donde lo sentimental y lo propio priman sobre otras muchas cosas.
¿Y esto? ¿Tiene vises de cambiar? Personalmente, y teniendo en cuenta que me encanta todo lo apocalíptico, observo cierta deriva, no desde una industria editorial que sigue con su negocio, sino desde la esfera institucional. Fíjense en el empeño por la digitalización de absolutamente todo. Colegios, hospitales, bancos y ayuntamientos están llenos de pantallas. Se ha empezado a criminalizar el consumo de papel echando mano del ecologismo y, si no fuera poco, las grandes empresas, valedoras de los regímenes imperantes, se han apuntado al carro.
Si a todo esto unimos que la esfera cultural vive centrada en el contenido y sus posibilidades, es posible que dentro de unos años librerías y bibliotecas pasen a ser meros recuerdos de otra época en el que ideas y palabras estaban al alcance de todos.
Mientras tanto, vamos a ensalzar su figura con El libro azul, un álbum de Germano Zullo y Albertine que llega a las librerías gracias a Libros del Zorro Rojo. Este título, que ya he añadido a la selección de Libros en los libros, nos cuenta la historia de Serafina, una niña que se va a la cama acompañada por un libro muy especial que leerá junto a sus padres. Serpientes, flores, volcanes, ranas, vallas y jirafas. Todo cabe en este viaje tan especial a través de las páginas.
Además de ostentar el color que le da nombre, algo que favorece lo metaliterario desde la perspectiva del espectador (¿Quieres un libro como la de la protagonista? ¡Pues lo tienes en las manos!), el título en cuestión se convierte en una suerte de oda poética al objeto-libro y su contenido, uno que en muchas ocasiones depende de las propias decisiones del lector.
Preguntas y respuestas, elementos inverosímiles, vueltas de tuerca y mucha imaginación se combinan en un libro que a priori podría pertenecer al nonsense, pero sin embargo tiene una lógica aplastante, la del libre albedrío con el que disfruta una niña que, lejos de amedrentarse frente a la incertidumbre de viaje, nos sumerge en una historia muy especial.