Es un secreto a voces que, durante los últimos años y al amparo de la crisis económica, el
negocio de los álbumes ilustrados se ha disparado. Bien por la
pasión manifiesta de algunos, bien porque la necesidad apremia, se han
abierto numerosas librerías especializadas en muchos puntos de
nuestra geografía, y escritores e ilustradores se han lanzado a
probar suerte en esto de la LIJ, pero lo que más llama la atención
es la proliferación de casas editoriales, modestas, minúsculas, que
intentan abrirse un hueco en esto de los libros para niños, algo que
he intentado recoger en ESTA SECCIÓN que creé hace ahora unos
tres años.
Como bien dije AQUÍ,
aunque el nacimiento de todas estas editoriales ha permitido que
muchas obras desconocidas pudieran ver la luz en nuestra lengua y ha
dado oportunidad a muchos autores que de otra manera nunca hubieran
salido a la palestra, también hay que hablar de la empinada cuesta
que muchas de ellas deben afrontar para seguir en el candelero para poder constituirse como empresas solventes. De hecho, algunas de esas
editoriales que recogí al comenzar con este panorama se han ido
desinflando poco a poco, e incluso en algunos casos, no son más que
los rescoldos de lo que otrora eran muchos sueños.
Es por ello que en esta
cuarta entrega del panorama emergente de LIJ española me gustaría
hacer un llamamiento, no sólo a las instituciones, unas con cierta
responsabilidad a la hora de diversificar las opciones culturales que
deben ofrecer a los ciudadanos, sino también a legisladores y
gobernantes para que elaboren una hoja de ruta dirigida a todas estos
pequeños empresarios que se ven sepultados por las cuotas, los
plazos y cánones de los circuitos de venta y distribución, y un
montón de obstáculos más que frenan su afianzamiento. Por una vez, y
aunque parezca lamentable, dejaré al público -nosotros, los
aficionados al libro-álbum- a un lado, no sólo porque no queda
mucho que rascar, sino porque muchas veces somos los que
sufrimos la desaparición de libros geniales que mucho tienen que
decir dentro del mundo de los álbumes ilustrados.
Sin más reivindicaciones
(que ya son), me pondré a enumerar y ejemplificar todas aquellas
empresas con nacionalidad española que he ido descubriendo en los
últimos tiempos y que han apostado por el álbum en sus múltiples
variantes.
En primer lugar redimirme
con Silonia, una editorial que surgió hace un par de años, con un
catálogo impecable del que ya he reseñado parte de sus títulos. Es un lujo contar con ella, tanto por el rescate que ha hecho de títulos
antiguos, como por sus novedades de producción propia. Como sus responsables no
se prodigan mucho por las redes sociales, me haré eco de algunos
títulos que me encantan: los Illustration school de Sachiko
Umoto, ¡Oh! ¡Un zig-zag! de Antonio Ladrillo, el Si yo
fuera mayor... de Janikovszky y Réber, El huevo maravilloso
y el Me gustan los animales, libros informativos de Ipcar, el
Leotolda de Olga de Dios o su edición de la Alicia de
Carroll.
Sobre las editoriales
catalanas tenemos La casita roja, una editorial con muy poco
recorrido (unos mesecitos, más o menos), pero que ha saltado al
terreno de juego con mucho garbo, no sólo porque ha apostado por
obras relacionadas con el cómic y la novela gráfica infantiles (les
recomiendo echar un ojo a títulos como El globo rojo en la lluvia de
Liniers o La caja sorpresa de Art Spiegelman), sino por llevar
como bandera el humor blanco y la línea narrativa clásica de trama,
nudo y desenlace en álbumes como Las aventuras de Lester y Bob
de Ole Könnecke u Ovejas, muchas, muchísimas ovejas de
Haluka Nohana. Sin muchas vueltas de tuercas ha destacado y esperemos
que siga trayendo nuevos títulos a reseñar en los espacios
monstruosos.
La topera, otra casa
nacida en Barcelona, aunque cuenta con sólo tres títulos en su
haber, también empieza a llamar la atención por haber editado al
penúltimo ganador del Premio Lazarillo (edición 2015), Martín, una
historia de Alaine Aguirre y Maite Gurrutxaga. Esperemos que siga
dando pasos en esta andadura de los álbumes ilustrados.
La editorial catalana
Mosquito Books Barcelona es un proyecto que irrumpe con fuerza en las
librerías de nuestro país. Con un acabado excelente e historias muy
cercanas a los lectores, sus primeros libros hacen una apuesta clara
por autores nacionales más o menos desconocidos que, como Mia
Cassany, Ana de la Sima, Asís Percales o Mikel Casal, harán las
delicias de muchos durante los meses venideros con libros ilustrados, humorísticos, surrealistas, para colorear o informativos sobre todo lo que nos
rodea.
Nos trasladamos a Madrid
con Libros de las Malas Compañías, un sello editorial que me gusta
bastante por fijarse en colecciones de cuentos tradicionales de
nuestro país (Mapa legendario de Gran Canaria) como de fuera
(Cuentos noruegos), también en formatos más arriesgados como
El principito ha vuelto o Si tuviera que escribirte (me
parece una idea fabulosa, editar poesía en formato de postales), o
en álbumes como La mujer esqueleto o El ratón que quería
un palacio. Sin duda, dará mucho que hablar.
Llega el turno con dos
colecciones de libros infantiles dentro de dos sellos editoriales para
adultos, algo que durante los últimos años se viene observando
dentro del entorno de los libros para niños de nuestro país. En
primer lugar tenemos La casa azul, una colección inserta en Frida ediciones, que aboga por álbumes de autores patrios como Ismael
Serrano, Mar Blanco, Maxim Huerta y María Cabañas, unos títulos
que empiezan a tener visibilidad dentro de los mercados.
En segundo lugar, me
gustaría apuntar hacia Monterrey Ediciones y sus libros para niños.
Aunque de carácter pedagógico y con unas colecciones que se centran
en lo didáctico, podríamos destacar algunos de sus libros incluidos
en la colección Valores Horus, donde se han incorporado obras de
otros entornos donde destacan autores como Monika Filipina.
Es cierto que la LIJ
procedente de los países boreales sigue siendo una gran desconocida
por estas latitudes donde el sol brilla más, por lo que es de
agradecer que la editorial Gato Sueco, formada por Leticia y Tora,
una española y una sueca (no esperaba menos), haya decidido editar
en castellano algunos álbumes ilustrados firmados por autores
nórdicos más o menos conocidos por aquellos lares y que se centran en
sostenibilidad social e inteligencia emocional. Son una de las
apuestas más plausibles a la hora de inculcar valores entre los
pequeños.
Aunque Koala Ediciones es
una empresa ecléctica que comercializa tanto libros de actividades,
como boardbooks para los lectores más pequeños, no podía dejar
pasar la oportunidad de centrarme en la colección de álbumes pop-up
de Rudolf Lukes, cuatro maravillas de 1965 que, finalmente, se han
materializado en castellano gracias a esta pequeña editorial y que
les recomiendo encarecidamente, no sólo por el valor histórico,
sino por tu aire vintage y su gran aceptación entre los pequeños
lectores.
El proyecto maño
(Ontinar del Salz, Zaragoza) bautizado como Ediciones sinPretensiones, es uno de esos proyectos editoriales con el que da
gusto terminar este recorrido anual. La apuesta que desde el pequeño
municipio de Zuera se hace por álbumes de producción propia es
notable y reconocida a nivel internacional (vean sus menciones dentro
de los premios Cuatrogatos). A pesar de tener cierto recorrido en
esto de la LIJ y de que todos los libros están escritos por la misma
persona, Daniel Nesquens, incluyen a ilustradores como Ana Lóbez (El
sombrero volador), Elisa Arguilé (Un agujero) y Alberto
Gamón (Nada de nada, Seis leones y Un perro),
ejemplos de cómo, desde la modestia y lo regional, puede alcanzar el
universo de la excelencia y lo global.