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jueves, 16 de junio de 2011

La carne

Dedicado a Pablo Garcinuño

Hoy comí un bistec. Como siempre, se me quedan pequeños hilillos de carne entre los dientes, por eso no me gusta comerlo cuando voy por ahí, es muy desagradable andar manipulándose la boca toda la tarde. Pero hoy, afortunadamente, estaba en casa.
Al rato de andar con la lengua moviendo, para que cayera, fui al baño desesperada, y allí, armada con un cepillo dental, eliminarlo definitivamente.
Me acerqué al espejo para mirarlo, estaba ahí justo, entre el incisivo y el colmillo, y cuando encendí la luz del frente para verlo bien dí un respingo ¡se movía!
Primero morí de asco, luego el morbo me pudo y volví a observarlo, tenía que sacarlo de allí como fuera, preferí usar la seda dental por si acaso el cepillo no fuera suficiente. Corté el trozo de seda largo para hacer, si era necesario, más de una prospección y me lancé a por el asqueroso bicho con patas que se había alojado entre mis dientes.
Pasé la cinta una primera vez, no lo conseguí, una segunda y ahora sí, allí lo tenía, un hombrecito pequeño, diminuto, aferrado al hilo de seda. Ya no me sorprendí, solo me asqueé aún más ¿cómo había podido? ¡el muy puñetero! hay hombres que no hay manera de echar, ni en la noche, ni en el desayuno, ni siquiera en la comida. Esta vez no vuelve me dije, y lo lancé por la taza del váter.

martes, 28 de septiembre de 2010

El hada roja


Aquél fin de semana en Mar y Monte nos recomendaron un sitio para comer. Se trataba de una Tasca en El Castillo, en Garafía, una casa con jardín y unas mesas dispuestas entre plantas y flores con una espectacular vista al mar y a la montaña de Matos, la montaña mágica.
El lugar estaba decorado con mucho detalle, lo regentaban unos alemanes y el menú era igualmente encantador. La comida, el vino, la temperatura, la vista, la vegetación, y hasta el gato que se tumbó a mi lado, invitaban al disfrute pleno de los sentidos.
En una mesa cercana, unas mujeres mayores reían y comían, igual que nosotros y disfrutaban de la preciosa tarde. Nos fijamos particularmente en una de ellas, llevaba un vestido rojo vaporoso y un gran moño de pelo totalmente blanco con trabas de colores y flores.
Salimos a la vez de aquél paraíso, y nos quedamos mirando como se pararon en la salida, junto a la carretera, a mirar el cielo, señalando las nubes y sus formas. Después de esto, el hada roja sacó de no sé donde un patinete y salió volando.
Y es que en La Palma, la magia emerge por cada rincón.

*Relato escrito para la propuesta de Aprendiz de Palabras sobre La Palma (basado en hechos reales)
La foto del hada, desapareció "mágicamente" de la carpeta de imágenes, pero ya ha vuelto!

jueves, 23 de septiembre de 2010

Masticar y tragar


Y dio otro bocado, y luego otro más, tenía que comer, no pensar. Masticar, masticar, tragar. Ella ya no estaba allí, era solo su carne y era la única forma de sobrevivir. Él no la había matado, ella fue más débil. Así lo habían decidido, el que aguantara más se comería al otro y viviría los días suficientes hasta que llegara el rescate. Pese a todo, tenía que reconocer que estaba sabrosa.

lunes, 14 de junio de 2010

Almuerzo




La comida salió buenísima, los comensales no dejaron nada, primero rebañaron los platos, después los lamieron y luego empezaron a comerse unos a otros.
Cuando el chef salió no pudo terminar la pregunta "¿les ha

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