No podía creérselo, ese día y no encontraba ningún sombrero. Por si fuera poco, no paraba de leer relatos que le volvían del revés, le ponían cabeza arriba y le hacían vueltos a los pantalones, pero no encontraba sus sombreros. Su magnífica colección de sombreros había desaparecido.
Es que él no sabía que sus amistades habían desvalijado la casa con la sabia intención de darle una fiesta sorpresa, llevando cada uno el sombrero que él les hubiera regalado.
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Mi sombrero para Kum*, en el día de su cumpleaños