Hace poco caminaba por las salas del Veletržní palác de Praga, uno de los museos de arte contemporáneo de la ciudad, dispuesto a que alguna sorpresa me golpeara y me obligara a abrir los ojos más allá de su propia cuenca. Hubo varias, pero este cuadro de Mikulas Medek tiró con fuerza de mis pupilas. Y ya no tuve más remedio que dejarme arrastrar. Arrasar.
Mikulas Medek nació y murió en Praga. 1926-1971. 44 años en los que creó una de las obras más fascinantes del arte contemporáneo checo. No renunció a la vanguardia pese a vivir en el seno de una dictadura comunista. Su entorno deliraba en el acartonado realismo socialista oficial, obreros heroicos que glosaban en su piel perfecta la gloria del régimen. Y mientras, Medek pintando desde el corazón de la pintura. Proscrito. Sin que casi nadie se atreviera a montarle una exposición. Resistiendo, a su manera.