viernes, 2 de diciembre de 2016

AL OESTE DE LOS POEMAS

WESTERN, Luci Romero, Editorial Delirio, Salamanca, 2016, 68 pp.


El western es el género cinematográfico por excelencia, y también el único exclusivamente estadounidense, con permiso de la tropa de Sergio Leone; de ahí surge una mitología, ya clásica, que explica y sostiene parte de los cimientos culturales del occidente contemporáneo. El cine y EEUU han modelado en gran medida nuestro estar en el mundo desde hace un siglo, y el western ha sido clave. Un libro de poemas sobre este género deja de ser una rareza para convertirse en algo necesario. Luci Romero (Cabra, 1980) lo sabe y por eso escribe Western, un libro de textos adustos, cuyo tono, como ocurre en las mejores películas de John Ford, se debate entre la sequedad prosaica y el lirismo, consciente de que para contar algo desde la misma esencia del género sólo es posible desde un “idioma fronterizo” (p.15).
Desde el mismo comienzo del volumen Romero nos deja claras las coordenadas sobre las que vamos a transitar: el mito, sus pliegues y sus costuras, intuyendo que la ficción es el motor de la verdad, sea lo que sea lo que convenimos en llamar así. De esta manera empieza trazando un mapa (p.13), que no es otra cosa que la ficción de un territorio, de igual forma que hay ficción, mito, en la raíz de la Historia y de la construcción de las naciones. Que tanto la Historia como las naciones no son otra cosa que ficción. “El encuadre vigila los orígenes de lo nuestro, hablamos de generar un espacio, una nación –para ponerle nombre- donde las huellas cristalicen en fósiles” (p. 20). El western es precisamente la crónica mítica de la construcción de los EEUU, de las raíces y señas de identidad de una nación o un imperio, el relato mítico del proceso, de lo aún inacabado que se acaba proyectando como ausencia en fantasma. Incluyendo el recuerdo, tantas veces ocultado, del genocidio indio. (p.37) Y ese fantasma se desarrolla, sobre todo, en el concepto amplio de frontera, en la amplitud del espacio sin final ni dueño, en el territorio salvaje aún sin conquistar, cuando no hay cercas ni cancelas, cuando no hay ley ni relato fijado. El paisaje, podríamos decir, se erige en el verdadero protagonista del género, más allá de forajidos, indios o vaqueros. El desierto que nos invitan a cruzar los protagonistas de Cielo amarillo (William Wellman, 1948) cuyo diálogo (p. 14) tanto nos recuerda al poema con que Valente abriera su primer libro: “Cruzo un desierto y su secreta/ desolación sin nombre…”. Como con la cita de Wellman cada poema se encabeza con un extracto de alguna película del oeste, ganando una profundidad hipertextual de gran potencia, que crea también una suerte de collage de contrastes que quizá sean el hallazgo más notable del libro, y que para nada ata los textos a la referencia externa.


Transitamos pues por ese universo mítico acompañados por los ecos de las películas, recordando que el mito no es otra cosa que “construir un río de sonidos que no necesita respirar” (p. 33), cuestionando así lo que subyace en la base de las verdades colectivas, como la nación o la Historia, o incluso personales, y de ahí la referencia a la infancia en poemas como La caza o El animal salvaje (pp. 39 y 40). La infancia, que es el territorio mítico por antonomasia, y que es la época en la que la autora descubrió estas películas, con la impronta de maravilla que eso deja. Y lo hace a sabiendas de que el mito, cuando quieres atarlo a la realidad, se acaba convirtiendo en algo vaporoso, porque cuando lo inacabado adquiere al fin su forma el único destino posible es el de sufrir lo que un personaje de Los que no perdonan (John Huston, 1960) denomina la fiebre de las praderas (p.41). El quedar atado a un fantasma. Todo eso, sí, en Western, pero también el brillante influjo de las fronteras desdibujadas, de lo que puede ser porque todo está por hacer. El mito. La ficción en versos que nos recuerdan que en la estrechez de nuestros mapas dibujados al milímetro siempre anhelamos la frontera por cerrar, porque sí, porque “lo salvaje/ nos muestra el camino” (p.62).
(reseña aparecida en el número de diciembre de 2016 de la revista Quimera)

lunes, 17 de octubre de 2016

POESÍA DE CÓDIGO ABIERTO. UN EXPERIMENTO.




En 2014 enrolé a 35 poetas en lo que pretendía ser la primera obra editada en España con poemas de código abierto libremente intervenidos. Un experimento de escritura colaborativa que acabó convertido en un hackeo, en un virus.  En principio el material generado iba a ser publicado por una editorial de poesía online que, casualidad o karma, quebró antes de darle luz.
De acuerdo. El lenguaje es un virus, dijo William Burroughs. Algo que infecta todo lo que se relaciona con él; y no hay relación posible fuera del lenguaje. La poesía es el lenguaje reclamando su materialidad, su condición de virus en música. Un virus incontrolable que se transforma con cada nuevo contagio. El mismo poema siempre es otro. Un virus, la puerta al infinito. Y sin embargo los poetas creemos que el poema debe esculpirse en mármol, que el verso es la palabra perdurable, lo que no cambia en un mundo que gira demasiado rápido. Los poetas creemos que el poema permanece porque ansiamos permanecer nosotros. Los libros escritos y firmados, los versos citados y los diccionarios enciclopédicos. El yo también es un virus. Una cepa moderna, con no más de tres siglos. Grandes nombres grabados en mármol debajo de versos memorables. Somos hijos del virus. Así que la idea es actuar como tal, infectarlo todo deliberadamente. Infectar la noción de autor y la idea de poema. Podrir el mármol y ver qué hay debajo.
El experimento:

1-      Se reúne a 35 poetas dispuestos a renunciar a sí mismos. Cada poeta selecciona un poema de algún autor que considere relevante. Esos poemas se introducen de manera aleatoria en un programa de sorteos, de tal forma que el azar selecciona cinco. Estos serán los textos sobre los que se habrá de intervenir: poemas muy reconocibles de Antonio Machado, Francisco de Quevedo, Claudio Rodríguez, Antonin Artaud y José Ángel Valente.

2-      Se concreta fecha y hora y se cuelgan los poemas en una página de Titan Pad, un editor de textos colaborativos en red que tuvo cierto éxito durante las acampadas del 15M. Previamente los poetas se han inscrito como usuarios de forma anónima, no hay forma de saber quién es quién ni quién escribe qué. Durante una hora podrá manipular libremente los poemas. También pueden usar el chat de la página para coordinarse o no, pero los poemas se acaban transformando sin apenas control, con una pulsión salvaje y apenas humana. Es como si el mármol se derritiera.  El resultado final no tiene nada que ver con la obra inicial.

3-      La sesión se graba en vídeo, un visionado acelerado muestra el crecimiento y mutación de los poemas, como si fuera un organismo vivo. El lenguaje se devora a sí mismo, el sentido aparece, desaparece, se reconecta, se disfraza y emerge al borde de su propia posibilidad. Cada diez minutos se realiza una captura de pantalla para observar la fotografía detenida del proceso, para ver en qué poemas se ha ido transformando el poema. La obra es eso, y los interrogantes que convoca.


La idea tiene que ver también con la necesidad de encontrar un modo de escritura poética propia de Internet, como la hubo de la oralidad o de la página escrita tras la invención de la imprenta.  Entendemos, transmutando el adagio de Marshall MacLuhan, que el medio es el lenguaje, que cada formato condiciona la forma de expresarse. Que la literatura también es fruto de la tecnología. Así cuando la poesía era esencialmente de transmisión oral la métrica y la rima permitían una nemotécnica sencilla para bardos, juglares o ancianas frente al fuego. Igualmente cuando la imprenta fijó los versos a las páginas de papel  y la poesía se hizo íntima, esa necesidad de ritmo pautado fue desapareciendo y se fueron poblando los libros de poemas en verso blanco y libre, aparecieron los caligramas y se empezó a jugar con el blanco del papel como elemento significante del texto. Son otras reglas, otra forma. E igual debería ocurrir con Internet y sus nuevos límites, con su lenguaje. Si Internet es la unión de tres tecnologías: la digitalización masiva de la información, la comunicación de alcance mundial, e instantánea, en una red descentralizada a través de terminales de ordenador y la noción de hipertexto, entendemos que eso permite que acabe creciendo un nuevo tipo de escritura, un poema nuevo. El experimento pretende forzar lo que pueda dar de sí la segunda característica.  Una escritura en red, anónima e instantánea, similar al modo en que colaboran a distancia los programadores en las experiencias de crowdsourcing, algo que se podría llamar crowdpoetry.
Aunque al final se acabara imponiendo la lógica del virus informático.
Supongamos que los cinco poemas originales son productos literarios perfectos, destilados por el tiempo. Quevedo ha sobrevivido para nosotros. Valente no ha muerto porque podemos leer ese poema. La existencia de esos versos le da sentido y peso a la literatura, a la escritura de tantos. Cada poema es como un elemento de hardware en la máquina eterna de la literatura. La cosa funciona. Entonces. Nuestros 35 poetas son un virus troyano, un virus de sobrescritura que destruye el poema y al autor para crear una maravilla aberrante. El poema pierde su cuerpo y su función, la Historia de la literatura pierde pie. Antonio Machado ha sido hackeado. Antonin Artaud ya no puede ser más Antonin Artaud.
Porque aparte de tentar la posibilidad de una escritura en red nativa de Internet, la idea era debilitar la idea de yo, la noción moderna de autor. Los propios poetas participantes aceptaron borrar sus huellas en el proceso, que alguna frase brillante fuera eliminada o sustituida por otras casi automáticamente. Quien fuera al experimento con un cincel se encontró sólo agua. Los poetas no sólo hackearon el poema y al autor sino también a ellos mismos. La idea era la dilución del yo, entendiendo el yo como esa herencia del Romanticismo que está en la base del capitalismo (propiedad privada, búsqueda del máximo beneficio propio) y del sistema liberal (derechos individuales) y en la poesía y el arte de los dos últimos siglos y medio. La poesía se agarra al yo con insistencia, desde lo puramente textual hasta la simple marca del nombre sobre el poema: la autoría. La autoría se puede entender como una pieza más dentro del entramado capitalista (derechos de autor, propiedad intelectual), y no deja de ser, como el capitalismo, una realidad esencialmente moderna, por mucho que se encuentren rastros más antiguos que indiquen su trazabilidad. Lo habitual a lo largo de la Historia es que la escritura poética sea una experiencia colectiva. Valgan un par de ejemplos para refutar esto, dos nombres propios tallados en la dura roca de la eternidad literaria y que jamás fueron un solo autor: Homero y William Shakespeare. Homero es el nombre que se le da a la recopilación de relatos orales, enriquecidos y transformados colectivamente, que se fijan por escrito en el siglo VIII aC. No hay un Homero escribiendo la Ilíada que tú lees ahora, tampoco es el mismo autor de la Odisea. Y sin embargo le imponemos un nombre. Del mismo modo Shakespeare es una marca a la que convenimos adjudicar la autoría de Hamlet o de La Tempestad, pero se sabe que esas obras de teatro, como las pinturas barrocas, eran obras de taller, escritas a varias manos, y probablemente aquello de “ser o no ser” ni siquiera fuera escrito por alguien llamado William Shakespeare, del que además tampoco se sabe a ciencia cierta que fuera siquiera alguien.
Así que este experimento no es un paso adelante tecnológico sino más bien una regresión, una vuelta al estado anterior a la infección.
Si observamos la reproducción acelerada del proceso en la pantalla del ordenador lo que dijo Burroughs se muestra transparente, efectivamente el lenguaje es un virus. Bien. La poesía es el lenguaje que gira sobre sí intentando reflejar todo en su espejo. Vista en la pantalla cada palabra en mutación no es nada, es una danza sin música. Ahora vendría bien citar a Nietszche y decir que seguramente seamos nosotros los que no somos capaces de oír la música viral, las notas son las voces rotas de Juan Carlos Mestre, Sofía Castañón, Carlos Pardo, Rubén Martín, Elena Medel, Layla Martínez, Borja de Diego, José Daniel Espejo, Vicente Luis Mora, Antonio F. Rodríguez, Lola Nieto, Enrique Falcón, Julio Mas, Erika Martínez, Javier Moreno, Berta García Faet, Unai Velasco, Julieta Valero, Luci Romero, Sandra Santana, Alberto Santamaría, Laia López Manrique, Alex Portero, Luis Bagué, Cristina Morano, Begoña Callejón, Cecilia Quílez, Sergi de Diego Mas, Jesús Jiménez Domínguez, Ana Gorría, Martín López-Vega, Yaiza Martínez, Carmen Camacho, Ángel Cerviño y María Eloy García. Sin ellos el experimento no habría pasado de una ocurrencia en mi cabeza. Podría anotar aquí algunas conclusiones acerca del control y la entropía, decir que era imposible reproducir la escritura de un poema en red de manera ordenada en una hora, porque no tiene límite de tiempo la escritura de un poema individual, y se pueden tardar meses o años en cerrar un texto. Así que la premisa con la que se convocó a los 35 era falsa. Se trataba de hackear poemas, una venganza refinada y absurda contra la Historia de la Literatura.





Un poema hackeado de Claudio Rodríguez en 7 fases de mutación.

Fase 1: poema original
Siempre la claridad viene del cielo;
es un don: no se halla entre las cosas
sino muy por encima, y las ocupa
haciendo de ello vida y labor propias.
Así amanece el día; así la noche
cierra el gran aposento de sus sombras.

Y esto es un don. ¿Quién hace menos creados
cada vez a los seres? ¿Qué alta bóveda
los contiene en su amor? ¡Si ya nos llega
y es pronto aún, ya llega a la redonda
a la manera de los vuelos tuyos
y se cierne, y se aleja y, aún remota,
nada hay tan claro como sus impulsos!

Oh, claridad sedienta de una forma,
de una materia para deslumbrarla
quemándose a sí misma al cumplir su obra.
Como yo, como todo lo que espera.
Si tú la luz te la has llevado toda,
¿cómo voy a esperar nada del alba?

Y, sin embargo —esto es un don—, mi boca
espera, y mi alma espera, y tú me esperas,
ebria persecución, claridad sola
mortal como el abrazo de las hoces,
pero abrazo hasta el fin que nunca afloja.



Fase 2.


Siempre la realidad viene del excremento.
No se halla entre las cosas -ni en los satélites
ni en la alta bóveda del cielo -discrepo
sino en las altas cámaras del miedo -el viento es la cúpula
Así amanece el día; así la noche -tiemblo
cierra la gran suite de sus sombras -danza
el agente entrelazado, tiembla el enemigo [1] -entrelazado el enemigo al fondo
Moscú se esconde del espacio mas 
los satélites -emula la inteligencia artificial al agua  
mientras el cielo gélido se divide -entrepierna
en retículas de espacial basura- oigo el rozamiento del satélite e
[fragmentos donde
la ropa hierve -o no- para alejar el poema].

Dónde hallar la pregunta,
¿es acaso respuesta la nota al pie    [lateralidad]


Y esto es un puente. ¿Quién hace menos creados
cada vez a los dormidos? ¿Qué diminuta aguja
contiene el antídoto? ¿Quién susurra en mis¡Si ya nos llega
y es pronto aún, ya llega a la redonda
a la manera de los vuelos tuyos
y se cierne, y se aleja y, aún remota,
nada hay tan claro como sus impulsos!

Oh, calibre sediento de sombras, Yog-sothoth!
de un lugubre lulú gututal bretón escondite salta
quemándose a sí misma al cumplir su obra.
Como yo, ante un acto espectral.
Si tú la luz te la has llevado toda,
¿cómo voy a esperar luna tan alta?
¿cómo voy a tener luna



Fase 3.


Siempre a la realidad le importa un bledo, es atroz.
No viene hacia las cosas, pues participa al tiempo
del cielo y sus ventajas
sino en las altas cámaras del medo- protesto
el viento es la cúpula
Así anochece el día; así la noche dice sus escasas palabras -tiemblo
cierra la gran suite de sus sombras -danza 
                                                              yo también tiemblo
el agente entrelazado, tiembla el enemigo [1] -entrelazado el enemigo al fondo
Moscú se esconde del espacio sin
embargo los
satélites -emula la inteligencia artificial al agua  
mientras el cielo gélido se divide -entrepierna
en retículas de espacial basura- oigo el rozamiento del satélite contra el espacio
                                                                           yo también
                                                                           discrepo
[fragmentos donde
la ropa hierve -o no- para alejar la enfermedad].

Dónde hallar la pregunta a todo este ruido
¿es acaso respuesta la nota al pie?
¿kanciones antidisturbios?
                                                                Silencio:
                                                                [lateral
                                                                pornografía
                                                                del caos]
                                                                 
Y esto es un puente que hay que cruzar. ¿Quién hace menos confiados
cada vez a los huidos -su prisa? ¿Qué diminuta aguja
contiene el antídoto -el pinchazo de la abeja? ¿Quién susurra en nuestros oídos -dios, si estás?
¡Si ya nos llega, ya llega a la indómita
a la manera de los vivos tuyos
y se cierne, y se aleja y, aún remota,




Fase 4.
Siempre a la realidad le importa un bledo, es atroz.
No viene hacia las cosas, pues participa al tiempo
del cielo y sus ventajas
sino en las altas cámaras del medo- protesto
el viento es la cúpula
Así anochece el día; así la noche dice sus escasas palabras -tiemblo
cierra la gran suite de sus sombras -danza 
                                                              yo también tiemblo
el agente entrelazado, tiembla el enemigo [1] -entrelazado el enemigo al fondo
Moscú se esconde del espacio sin
embargo los
satélites -emula la inteligencia artificial al agua  
mientras el cielo gélido se divide -entrepierna
en retículas de espacial basura- oigo el rozamiento del satélite contra el espacio
                                                                           yo también
                                                                           discrepo
[fragmentos donde
la ropa hierve -o no- para alejar la enfermedad].

Dónde hallar la pregunta a todo este ruido
¿es acaso respuesta la nota al pie?
¿kanciones antidisturbios?
                                                                Silencio:
                                                                [lateral
                                                                pornografía
                                                                del caos]
                                                                 
Y esto es un puente que hay que cruzar. ¿Quién hace menos confiados
cada vez a los huidos -su prisa? ¿Qué diminuta aguja
contiene el antídoto -el pinchazo de la abeja? ¿Quién susurra en nuestros oídos -dios, si estás?
¡Si ya nos llega, ya llega a la indómita
a la manera de los vivos tuyos
y se cierne, y se aleja y, aún remota,



Fase 5.


¿CONOCEMOS TODO EL UNIVERO?
Ya que la eternidad viene de eterno
y nosotros,
desde las altas cloacas del bledo,
gobernamos con semejante desgobierno:
buscamos cópulas, acentos, mundos, testimonios fósiles
y así anochece el día; y así la noche traza 
su perímetro -su suite de sombras- danza 
                                                              yo también tiemblo
tiembla el enemigo [1] -entrelazando el amigo al fondo
Moscú se esconde:
despacio caen satélites y emulan 
la inteligencia vertical 
del agua clara  
mientras el cielo gélido se divide en la entrepierna
-retículas de espacial basura- oigo el rozamiento del satélite contra el espacio
                                                                           yo también
                                                                           discrepo
[fragmentos donde
la ropa hierve -o no- para alejar el mundo del poema].

Dónde hallar la pregunta a todo este ruido- en el ojo de aquella aguja
¿es acaso respuesta? 
¿kantianos antidisturbios? ¿protestantes de Heráclito? ¿plácidos heideggerianos?
                                                                Silencio:                                                                [lateral
                                                                pornografía                                                                 del caos]
El sexo como reseteado, rasurada la palabra cero
que encela al diccionario                                                                 
Un puente se cruza o no es puente
                                            ni acaso. 
¿Quién hace menos confiados
cada vez a los banqueros -su divisa? ¿Qué diminuta aguja
contiene el antídoto -el pinchazo de la abeja? ¿Quién susurra en nuestros oídos -dios, si estás? ¿Quién da la vez?






Fase 6.

Ya que la eternidad viene de infierno
y nosotros, desde las altas cloacas del miedo,
gobernamos con semejante desgobierno:
buscamos cópulas, acentos, mudos testimonios fósiles
y así nos luce el pelo; y así la noche traza 
su perímetro -su suite de sombras- danza 
                                                              temblor también
tiembla enemigo tiembla [1] y devuelve el amigo hondo
que escondiste en el este:
cae tus baluartes, yo te oiga el rozamiento: el espacio
                                                                           tiemble yo también
                                                                           descuente piedras
reste fragmentos donde la ropa hierve para alejar el mundo del poema.

Dónde la pregunta a todo este ruido- en el ojo de aquella aguja
¿es acaso respuesta que el mundo tiembla en cada aposento?

Aletea el diccionario                                                                 
Un puente se cruza o no es puente, 
toda biografía necesita sus hilos                                            
¿Quién hace menos confiados
cada vez a los banqueros -su divisa? ¿Qué diminuto euríbor
contiene el antídoto -el alfiler del azúcar? ¿Quién da la vez?
¡Si ya nos llega, ya llega a la indómita costilla
alimento ceremonial
a la manera de los vivos tuyos que pariste 
y se cierne, y se aleja y, aún remota, te llaman con su voz
han piado y nada es obvio (Gólgota suite)

¿Cómo voy a esperar luna tan muerta?
¿cómo voy a tener luna o moneda cuando llore la niña loba?
¿Nunca sacia su sed de dentadura?
Ansia de rotación y sed de traslación.



Fase 7: Producto final.

Ya que la eternidad viene de infierno
y nosotros, desde las altas cloacas 
gobernamos con semejante desgobierno:
buscamos cópulas, acentos, mudos testimonios fósiles
y así nos luce el pelo; y así la noche traza 
su perímetro -su suite de sombras- danza
                                                              anublado estribillo 
                                                              temblor también
tiembla enemigo tiembla y devuelve el amigo hondo
que escondiste en el Este:
cae tus baluartes, dios te oiga el rozamiento: el espacio
                                                                           tiemble yo también
                                                                           ándeme caliente / descuente piedras
reste fragmentos donde la ropa hierve para alejar el mundo del poema.
                                                                           trofeo y ofrenda
Dónde la pregunta a todo este ruido, dónde el ojo, el lugar para la aguja. ¿Responde acaso que el mundo tiembla en su aposento?

Pende el diccionario de su estante acrílico 
y la poca luz desmocha las palabras.
Todos saben que la luz es tísica y no atraviesa,                                                                
que un puente se cruza o no es puente, 
que toda biografía necesita un muerto
(le totémisme aujourd'hui) a ras de ti
                                            
¿Quién hace menos confiados
cada vez a los seres? ¿Qué diminuto rubor es estar vivo?
¿Qué contiene el antídoto -el alfiler del azúcar? ¿Quién perfuma los pocos paños?
¿Quien eres? ¡Que ya nos llegas, ya hiendes nuestra costilla
con alimento ceremonial,
aplazas por minutos la condena
a la manera de los vivos tuyos que diste a nacimiento,
y nos ciernes, y alejas y aún remotamente nos llama tu voz
negada y sólita (tu Gólgota, tu negra suite).


 (publicado en la revista Quimera de mayo de 2016)





lunes, 5 de septiembre de 2016

LA CAJA ROTA DEL LENGUAJE

TUSCUMBIA, Lola Nieto, Harpo Libros, Madrid, 2016, 88 pp.


En Mulholland Drive (2001) David Lynch nos muestra una secuencia donde se canta una canción en un playback fantasmagórico, que pareciera decir que el lenguaje rompe amarras con cualquier emisor y vive por sí mismo y más allá del mundo, mientras las protagonistas lloran entre el público del Club Silencio. Entonces descubren una caja, miran dentro, el plano se pierde en su interior, y la realidad ya es completamente otra. Una caja como cada uno de los textos de Tuscumbia. Podría ser. Tuscumbia es también el pueblo de Alabama donde se produjo el famoso milagro de Ana Sullivan: enseñar a leer, escribir y hablar a Helen Keller, una mujer sorda y ciega.  Abrió la caja del lenguaje dentro de la caja oscura de su aislamiento para descubrir que tanto el lenguaje como el mundo que conforma no es otra cosa que una convención aceptada, una amalgama de símbolos tejidos para salvarnos aparentemente de la soledad. Una mentira maravillosa y terrible, cuyas reglas y sentido pueden ser otros. Sobre esas coordenadas traza Lola Nieto (Barcelona, 1985) el mapa de su segundo libro, tras el interesante Alambres (Kriller71, 2014). Un mapa “deforme y libre” (p.29) sobre distintos tipos de soledad y aislamiento, desde la alienación laboral a la enfermedad, que pone en cuestión la relación del lenguaje, y por tanto de la literatura, con la realidad. Un libro consciente de que “ninguna palabra nos dice” (p.29) y de que los símbolos convenidos, lo que parece significar el mundo, están siempre cerca de perder su significado, que la función del lenguaje pende de un hilo demasiado débil, que el mundo y lo que somos es más incertidumbre que otra cosa. Y, también, que “no explicar a veces ayuda a explicar y a seguir viviendo” (p.35). Porque este es un libro sobre el misterio y desde el misterio, consciente de que el asombro es el motor de todo arte, y puede que de toda vida digna.
Y en ese camino de cuestionamiento de las convenciones lingüísticas, rompiendo con ellas o ensanchando sus límites, nos encontramos los hallazgos más notables de este libro, sin desmerecer las atmósferas enrarecidas, las historias como de cuento o mal sueño que profundizan en la veta del misterio a la que antes aludíamos, y que lo vuelven a hermanar con Lynch. Tuscumbia hibrida sin remilgos los géneros literarios y  hace indistinguible el poema del relato, y, sobre todo, reclama la función expresiva de la página impresa y la tipografía, el valor significativo de los significantes, en lo que podríamos catalogar como una escritura pictórica. Lecciones de Mallarmé y sus dados, pero tirándolos lejos del azar. Ese valor de la comunicación plástica, más allá de la mera palabra, se conjuga además con una dicción propia de la oralidad, lo que añade más extrañeza y originalidad. Enjambres de puntos que son mariposas en vuelo, palabras rotas por el temblor del que hablan, palabras que giran, se empequeñecen o agigantan, que te dicen lo que son en un símbolo nuevo y puede que más preciso, como esas “cuatroooo gotitas” (p.14). Del mismo modo en que juega con las anáforas para desgastar el sentido o con las palabras inventadas, como ese “dudú dudurudú” (p.29), para situarlas en el mismo plano que las aceptadas, para demostrar que aquello de Derrida de que el poema siempre está a punto de carecer de sentido se puede aplicar al lenguaje mismo, a la realidad; y que hay momentos en los que irremediablemente se rompe todo y ningún lenguaje sirve porque no sirve el mundo, como se aprecia en el último texto donde cruza fragmentos de Jean Améry con el relato del suicidio de una madre, con la incomprensión del mundo que genera, con el antilenguaje que crea. Con el enigma en carne viva. Esta contundente coda  cierra  un libro que abre algunas puertas poco cruzadas y  confirma a Lola Nieto como una de las voces a las que hay que seguir la pista, las que demuestran que la poesía está “para hacer ruido y romper la ciudad muda”. (p.45) Eso: abrir la caja del Club Silencio, entrar dentro, llegar a Tuscumbia.


 (reseña aparecida en el número de septiembre de 2016 de la revista Quimera)

lunes, 9 de mayo de 2016

POESÍA (NO SÓLO) QUINCEMAYISTA.


TODO ESTÁ EN TODO, Ernesto García López, Amargord Ed, Madrid, 2016. 146 pp.



Decía Antonio Machado que la poesía es palabra en el tiempo, pero hay libros, como este de Ernesto García López (Madrid, 1973), que demuestran que también puede ser palabra contra el tiempo, una cuña que paralice el engranaje de lo histórico, y de lo vivido, y lo coloque frente a un espejo con la distorsión exacta. No es casual la anécdota de Picasso y el oficial nazi en torno al Guernica que abre el volumen, el arte también se hace a la contra de la barbarie y del expolio, también puede ser un arma política, de vida, o al menos de dudas. Así se construye Todo está en todo, urdiendo en una misma trama lo colectivo con lo íntimo y la Historia con la memoria, porque no hay separación posible, y porque además en toda política subyace una poética, y viceversa. El libro recorre un camino de aprendizajes, así en plural, a través de la memoria compartida, las derrotas y las renuncias, las luchas y las preguntas que la vida deja caer a nuestro paso. Todo está en todo significa también que se hace indistinguible si el autor habla de una experiencia amorosa o de la poesía, o de la política, porque las tres cosas son al cabo las tres caras de un mismo prisma imposible y necesario. El amor, en resumen, como las otras dos, es aquello con (por) lo que escribimos el mundo, lo que lo transforma y nos transforma en el proceso. Ese todo que está en todo.
El García López activista no traza fronteras con el poeta, desnuda su memoria-camino, que también es la de los últimos treinta años de este país, a través de los poemas y de sus necesarias y contundentes anotaciones. Y son necesarias no porque haga falta un apoyo para entender el poema sino porque, como decía Enrique Falcón, la poesía política debe ir anotada, para contextualizar los hechos, para atarse al mundo que se critica o se pretende transformar. Y contextualizar también es ser texto con los textos, es ser parte del poema y del sentido. Así las fechas y sus resonancias son fundamentales para entender el camino, especialmente 1986 con el Referéndum de la OTAN, que amalgamó a una izquierda post-Transición que ya nació derrotada y que fue diluyéndose ante la voracidad de la revolución neoliberal, llegando a la despolitización general de finales de siglo, ese “ese exterminio minucioso de la conciencia” (p.46) contra el que parece rebelarse este libro. Ese punto de disociación contemporánea (vidas solas y pensamientos atomizados, lejos de todo aquello que implique lo comunitario), se aprecia gráficamente en los poemas rotos de la sección Apnea, que reflejan una vida escindida que se cuestiona a sí misma, pero que al cabo también tienta su propia reconstrucción: “océano/ de incompletud// y esta inercia/ diaria// hacia el extravío”.
Esa es la deriva hasta que rompe el 15M, y se erige como nuevo límite y como un pliegue desde el que pueden partir todos los recomienzos posibles. Ahora ya no es la crónica de una derrota más sino una vivencia candente que podría darle respuesta a las viejas preguntas, un repensar(se) todo para construir por fin algo. Así latía la vida igual que la escritura, asamblea a asamblea (ver los poemas así titulados): escribiendo, tachando, reescribiendo, sin otra solidez en el suelo que la que dibujen tus propios pasos cada día.
Hay en este libro algo de testimonio, y de tributo, generacional y afectivo a ese momento crucial de nuestra Historia reciente, esa cuña contra el tiempo que lo acaba desfigurando todo. Ante eso dejar constancia de que “la plaza fue retomada”(p.94) y de que aquella fue la “hora de mirar a los ojos/ aproximarte”(p.99), que toda revolución, igual que la poesía o que el amor nunca fue otra cosa que “las respuestas no detenidas/ que se propulsan hacia/ un escribir en el mundo”(p.109). El 15M fue la expresión de un impulso histórico que se tradujo en viejas/nuevas formas políticas, pero también un relato de amor colectivo que dio frutos como este libro, que cualquier estudioso del fenómeno que pretenda ser riguroso tendrá que leer para entender qué pasó.


 
(reseña aparecida en el número de mayo de 2016 de la revista Quimera)

lunes, 25 de abril de 2016

ALONSO TÚ QUIJANO (CANCIÓN).

Galopa hueso

y perro de más hueso.

Tienes tierra en los ojos

y sombras dentro.


Aquí tienes los libros que escriben el mundo,

ésta es la biblioteca de todos los tiempos.


Tacha una página y se rompe el cielo.

Tacha con fuego

y el horizonte

es sólo un agujero.


Aquí tienes los libros y el resto es silencio,

ésta es la biblioteca y afuera está mudo.


Camina hueso

y perro de más hueso.

Tienes tinta en la boca

y un solo sueño.


Tacha los ojos.

Mira leyendo.


Aquí tienes los libros,


el universo.







[poema publicado en la separata de homenaje a Cervantes de La voz de Almería del 23-4-16]

martes, 15 de marzo de 2016

MUSEO INTERIOR (Patricia Gonzalo de Jesús)

Hay una decimocuarta manera
de mirar
un mirlo: que sea él
quien te observe,
su ojo
lo más inmóvil
en el interior de una vitrina.

Mi ojo,
carente de criterio,
registra
ese fotograma
congelado,
se empacha de
taxidermia.

La arcada
le devuelve
una única frase,
que hace suya:
una vida embalsamada
no hace poesía.






[de Raíces áreas, 2016]

jueves, 18 de febrero de 2016

PERTINAZ (María Auxiliadora Álvarez)

:alrededor
se dispersan:

urnas
llenas
y
urnas
vacías

(al fin
se llenarán
todas
al fin)

Las vacías
se estremecen
inquietas

Asediadas
por una larva
imperceptible

y pertinaz
en las rendijas







[de Piedra en :u:, 2016]

miércoles, 20 de enero de 2016

Yosotros en Cultureta.

En uno de los últimos números de la revista Cultureta el periodista Edu Centeno tuvo conmigo una charla sobre Yosotros y otras cosas.

Cultureta

"
Atendiendo a la propia referencia al autor que expone su último libro, para no pillarnos los dedos) “Raúl Quinto nació en Cartagena en 1978 y se licenció en Historia del Arte por la UGR. Actualmente reside en Almería, donde ejerce como profesor. Colabora como crítico en revistas y como articulista de opinión en periódicos. Es autor de varios libros, en su mayoría de poemas”. Todo eso es, categóricamente, Raúl Quinto. Y sin embargo, no. (Atendiendo al contenido de su último libro) Raúl Quinto, al igual que el resto de personas, es mucho más que una simple identidad que pueda catalogarse con cuatro, cinco o chorrocientas etiquetas vagas. Raúl Quinto forma parte de algo más que sólo puede explicarse mediante el concepto que le da título a su última publicación: ‘Yosotros’.
La editorial Caballo de Troya ha apostado por darle salida al mercado a un texto que profundiza en la premisa de “en qué consiste eso de ser uno mismo, con las implicaciones antropológicas, políticas, sociales, etc., que eso tiene”. Es decir, identidad como punto de inicio y retorno, llevada al extremo y relacionándola con una sentencia tan simple como evidente: somos personas individuales; formamos un mundo colectivo. La clave reside por tanto en cómo encajan entre sí ambas mitades del planteamiento. Al margen de la introducción, para explicarlo Raúl Quinto divide implícitamente en cuatro partes un libro que (parece hecho adrede) es también poco ortodoxo a la hora de clasificarlo dentro de un género, ya que “no es un ensayo realmente, aunque pueda parecerlo porque hay una tesis oculta o no tan oculta, bastante evidente. Tampoco es una novela, aunque haya un argumento que se repita, también parece que unos personajes que interactúan entre ellos… Tampoco es una colección de relatos, aunque se construya de esa manera. Es decir, es una cosa bastante híbrida: salto de un capítulo donde hay una historia explicada como un relato corto a otro que es casi un poema en prosa, otro que tiene un punto más micro-ensayístico y así”.
La primera de esas partes se centra en “la idea del yo, de uno mismo, lo que se impone como normativo, lo que nos dice: ‘tú, si quieres ser alguien, tienes que tener estas características; si no, eres un bicho raro, eres lo otro’. Y te ponen ahí, te exhiben, se ríen de ti…”. La segunda parte comienza a dar las primeras pinceladas de conexión, aludiendo a “cómo hay otros individuos, otros unos mismos, que condicionan a un montón de gente, y cómo hay una interacción entre los unos mismos que hace que se conviertan en comunidad. Por ejemplo, el tema de David Icke y los reptilianos”. Finalmente, la tercera parte nos expone de lleno ante la sociedad de masas, algo más ajeno en cuanto a la concepción de pertenencia ya que “son el resto, porque tú nunca te asocias a ti mismo como parte del rebaño. Así que se habla de nosotros frente a ellos, pero claro: ellos piensan que ellos son nosotros y que nosotros somos ellos. Por eso hablo de cómo la sociedad de masas diluye toda la identidad en una identidad colectiva, que si uno se pone a analizar, en realidad está dirigida o está condicionada por unos poderes que manipulan a las masas, para que vayan en la dirección que les interesa a unos individuos concretos que sí mantienen para sí mismos la idea de identidad y de control sobre su destino”.
¿No parece esto así explicado una visión muy pesimista de la realidad en que vivimos actualmente? Para nada, porque es ahí cuando entra en juego la cuarta y última parte. Realmente “lo que viene a decir el libro cuando habla del concepto de ‘Yosotros’ es cómo eso, de alguna manera, se puede haber superado en el siglo XXI; cómo puede haber ahora una sociedad que sí, que es colectiva, pero donde cada uno de sus nódulos, cada nodo de esa red, es inteligente y es uno mismo pero se interrelaciona y crece en común con los demás. Fíjate que a las dos semanas de empezar a escribir ‘Yosotros’ empieza el Movimiento 15-M y el libro se contamina también de eso, pues demostró que lo que yo estaba pensando, ese algo que estaba ya en la génesis del libro, tenía un sentido de realidad”.
Todo esto que, a priori, puede parecer un batiburrillo de difícil digestión, Raúl Quinto lo viste de experiencias vividas por personajes reales como Mary Ann Bevan, Otto Gross o Túpac Katari, entre muchos otros, que a través de sus historias muestran que somos tan parecidos o distintos a los demás como queramos y elijamos ser. “Tenía muy claro, por ejemplo, que quería hablar de Michael Jackson. Su historia era una idea que me parecía muy clave de lo que puede ser la posmodernidad, este momento del nuevo siglo y la posibilidad de un nuevo tipo de ser humano, porque ya no es sólo su transformación, sino cómo se ha contado, la narración o el relato que se ha hecho a través de los medios y que se ha convertido ya en un fetiche de la cultura popular. Me parece un ejemplo muy claro de cómo la identidad se podía transformar, de cómo estamos de alguna forma condenados a nuestra propia identidad, de cómo muchas veces nuestra identidad ni nos pertenece siquiera”.
Por ello, ‘Yosotros’ se convierte también en una experiencia compleja, que las malas lenguas podrían tachar de poco accesible para cierto tipo de público. Falso. Además de que se entiende que el lector que llega a ‘Yosotros’ ya tiene una cierta predisposición a temas que tratan de lo visible y lo invisible, el autor lo pone fácil mediante su intención de “que no sea necesario encontrar fuera del libro nada que no esté dentro de él, que las referencias que aparecen a filósofos y artistas estén los suficientemente bien explicadas dentro de las páginas para que no sea necesario tener una vasta cultura. De todas maneras, son bastante conocidos todos los nombres, así que no es nada hermético”. De hecho, es más bien al contrario, dado que en ocasiones da la sensación de haber llegado a un pacto tácito con el libro mediante el cual te invita al juego de interactuar con él, buscando más información sobre los propios personajes. Tanto es así, que incluso Raúl confiesa que “algunos capítulos los he hecho en colaboración con la gente de Internet. Por ejemplo, hay un capítulo en el que hablo de santos, una obsesión que tengo hace bastante tiempo por lo de sus martirios, así que pedí ayuda en Facebook y puse un estado preguntándole a la gente quién era su santo favorito. A medida que se repetían algunos yo iba investigando sobre ellos, dando como resultado, por ejemplo, las historias que escribí finalmente en el papel sobre Santa Eulalia (de Barcelona) y Saint Denis (de París)”.
Quienes le conocen íntimamente, dicen que es lo mejor que ha escrito hasta la fecha. Quizás la clave está en algo que repite constantemente al preguntarle por él: “Me lo he pasado muy bien haciendo este libro”. Sea como fuere, lo que está claro es que es un texto fiel a sí mismo en todos los aspectos, consecuente con su propia órbita, esa identidad en torno a la que gravita. Y es que según él, ha intentado dotarlo “de un estilo ameno, que vaya llevando al lector, que vaya haciéndole cómplice explicándole determinados guiños, determinados giros para que se sienta acompañado. Pero sin dárselo tampoco masticado, porque digámoslo claramente: ‘Yosotros’ es un libro que requiere de una lectura activa, y eso me parece muy positivo, que te haga pensar y trabajar un poco a ti como lector. Más que dejar un trabajo hecho y decir: ‘mira, esta es la verdad, comparto contigo la sabiduría eterna, tal y cual…’, a mí lo que me interesa es abrir puertas, abrir muchas puertas, con muchos temas, muchos personajes, muchas historias. Y si quieres seguir metiéndote por ellas y seguir profundizando, seguir creciendo, pues es un libro que no se acaba, lo cual es maravilloso”.