viernes, 30 de enero de 2009
un poema de Guillermo Sucre
su frente cuarteada por los soles,
sus ojos que hicieron amistad con pájaros y revelaciones.
Oscura trama que cada vez más el tiempo
va desanudando: no
aflojes allí la cuerda en vilo, no
dejes que allí estalle la astillada flor de sangre.
Permítele la claridad hasta el último día.
Que pueda ver la luz sobre cualquier tierra,
el florecimiento, las migraciones, la despojada sequía sobre cualquier tierra.
Que en la misteriosa, ávida extensión, entre
las deslumbrantes arboledas, descifre
sus astros, sus noches,
sus cenizas.
[de La vastedad, 1988]
miércoles, 28 de enero de 2009
La flor de la tortura en El Maquinista de la Generación (Rubén Martín)
El título del libro nos remite por un lado a un poema de Leopoldo María Panero (de El último hombre, en concreto) y por otro a Las flores del mal. No es la única reminiscencia de la mítica obra de Baudelaire: al igual que ésta, La flor de la tortura comienza con una alocución al lector. “Quema este libro en tu mirada”, nos pide este primer verso, identificando –como muchas otras veces a lo largo del conjunto- el acto de lectura con la destrucción, una especie de sacrificio que deriva en la posibilidad de alcanzar una verdad: “y puede que existamos, / que la luz sea cierta”. Asimismo, este poema titulado “Sueño siamés” inicia la relación con un “tú” que será el protagonista de gran parte de los textos y que no debe identificarse con el llamado “tú testaferro” –trasunto del yo poético-, sino con el lector mismo. Relación que se concibe como un acto de transgresión al mismo tiempo erótica y violenta, que le fuerza a “asomarse a la grieta” de su propia identidad, “como en un beso / donde no hubiera más salida / que respirar a dentelladas”.
Félix Duque, en su ensayo Terror tras la postmodernidad (Abada, 2004), estableció una diferencia teórica entre el horror y el terror según la cual lo horrible es la impresión estética del asco y la repulsión, aunque integrable en un sistema de juicios de valor, por lo que no hace sino reforzar los criterios del “buen gusto” socialmente aceptados. En cambio, Duque define el terror como una categoría subversiva: “el sentimiento angustioso surgido de la combinación, inesperada y súbita, de lo sublime y lo siniestro”, de modo que obliga al receptor a enfrentarse “a lo inconmensurablemente distinto a él (…), sin posibilidad de domesticación”. Esta definición de terror se adecua, a nuestro juicio, a la estética de La flor de la tortura. Por un lado lo siniestro, perseguido en imágenes de insólita violencia (el cadáver fotografiado de “Cámara oscura”, los suicidios de “El agujero” y “Expressway to yr skull”, la “boca entreabierta que susurra ‘cáncer’´” de “Obsidiana”) que se desarrollan sin embargo en versos de calculada musicalidad –destaca el eneasílabo, de ritmo cortante-; y por otro, lo sublime, entendido no con la habitual connotación meliorativa sino en su significado original de “ruptura del límite”, en este caso el límite entre lector y autor (“la mano que te escribe / es parte de tu nombre”), pero también el que separa belleza y angustia, lenguaje y silencio, palabra y grito: “Con una cuerda de violín / secciona mi garganta // y transcribe el sonido / del aliento silbando / a través de la herida” (“Pentagrama”)
Esta búsqueda del límite –que le lleva a decir: “Di mi palabra y rómpeme”, invirtiendo una frase de Nietzsche- conduce inevitablemente a plantearse el problema del lenguaje. Éste (y los poemas que vertebra) es concebido como herramienta para el conocimiento de la realidad (“la herida no se cierra si la nombras / pero muestra su hondura”), así como una trampa que asfixia, oculta o niega. Resulta explícito un pasaje de “El interior del vértigo” donde el yo poético pretende “arrancar con los dientes / esta red extendida entre las cosas”, cercano a la idea lacaniana del lenguaje como malla que recubre lo Real terrorífico del trauma. Además, cuerpo y escritura se identifican a lo largo del libro, de modo que las numerosas imágenes de destrucción corpórea –mutilaciones, cirugías, autolesiones– cobran un doble sentido. No en vano La flor de la tortura se cierra con un poema dedicado a Harry Houdini, cuyo “truco final” no pretendemos desvelar, pero que decisivamente identifica la muerte del célebre mago escapista con el final definitivo del texto.
A modo de correlato, el poeta hace referencia también a algunas de las experiencias artísticas más extremas de la modernidad: los colour fields, la pintura de Malevich, las performances de Joseph Beuys y Günter Brus… y también a las obras literarias no menos radicales de Gottfried Benn (Morgue), Huidobro (Altazor) o Mallarmé, cuyo Coup de dés se convierte, mediante una metáfora de asombrosa precisión, en un juego de ruleta rusa –las seis caras del dado convertidas en las seis cámaras de un revólver –. Por otra parte, toda esta violencia del acto artístico se revela en el poemario como reflejo en miniatura de una violencia mucho mayor: la que la Historia ejerce sobre los individuos. Así, encontramos en La flor de una tortura una serie de poemas dedicados a algunos de los episodios más sangrientos del siglo XX, desde las masacres armenias de 1915 hasta el genocidio de Ruanda en los 90, pasando por la batalla de Stalingrado y la dictadura de la junta militar en Argentina. Se establece de este modo una turbadora analogía entre las obras maestras del Arte y las mayores pesadillas de la Historia, haciendo de lo metapoético una cuestión política y viceversa. En estos fragmentos históricos Raúl Quinto consigue algunos de los momentos más poderosos del libro, retratando en su espantosa intensidad la tortura y la guerra, al mismo tiempo que plantea (sea ésta o no la intención del autor) una dura cuestión moral: ¿hasta qué punto es lícito obtener o producir un goce estético tomando como referente unos hechos tan atroces? La respuesta queda en manos de los lectores, que difícilmente quedarán indiferentes ante estos poemas.
En un panorama poético que aún juzga como un valor positivo la falta de ambición intelectual y la búsqueda, a veces sonrojante, de la simpatía del lector, una obra como La flor de la tortura supone casi una provocación. Pero al mismo tiempo, resulta esperanzador que editoriales y jurados apuesten por trabajos como éste, capaz de poner en cuestión algunos de los referentes estéticos que se dan por presupuestos en la lírica, mientras consigue destellos de inquietante belleza."
Rubén Martín
domingo, 25 de enero de 2009
Benny descubre lo que se siente, de EL VÍDEO DE BENNY (Michael Haneke)
La mayoría de las personas del primer mundo percibimos la violencia a través de los medios de comunicación. La violencia es otro simulacro más en la pantalla. Un simulacro, una sombra, una nada, que resbala por nuestros ojos con la misma intensidad que la lluvia o que un anuncio de lavadoras. Cuando la violencia y la muerte se vaporizan, podemos pasar a través de ellas sin mancharnos. Lo vemos, pero estamos inmunizados, no lo somos. Continuamos sin más, incluso lo que observamos en el mundo real parece teñido de brillo catódico. Incluso la realidad palidece. El espectáculo, lo real como género de ficción. La teoría de los espejos. Rómpelos. Al borde de cada fragmento está el mundo, desnudo. Haneke propone colocar un espejo delante de otro, un simulacro dentro de otro, mirándose de frente, hasta que salta hecho añicos. No es una denuncia de la violencia, es una traduccón del código que la enmascara. Una ironía, el emperador desnudo y cubierto de sangre.
viernes, 23 de enero de 2009
dos poemas de Anise Koltz
Sus sufrimientos
se inscriben en mi sangre
y coagulan
En mi alféizar
sus cenizas se posan
aún hoy
Cada noche me ahogo bajo las toneladas
de sus cabellos rapados
---
Soy palestina con ellos
Su dolor
pico de pelícano
se ha clavado en mi pecho
En mis arterias
se acumulan sus piedras
otro muro
de lamentación
[de Bendita sea la serpiente, 2004]
Que las treguas de barro no nos hagan cerrar los ojos, ni olvidar.
miércoles, 21 de enero de 2009
VALS DE BALLENAS (Mercromina) y la flor en Málaga
lunes, 19 de enero de 2009
VIEJO DESNUDO AL SOL (Mariano Fortuny)
sábado, 17 de enero de 2009
A MI MADRE (REIVINDACIÓN DE UNA HERMOSURA) (Leopoldo María Panero)
y cae sin ruido la taza de té al suelo
como una magia
tú que sólo palabras dulces tienes para los muertos
y un manojo de flores llevas en la mano
para esperar a la Muerte
que cae de su corcel, herida
por un caballero que la apresa con sus labios brillantes
y llora por las noches pensando que le amabas,
y dice sal al jardín y contempla cómo caen las estrellas
y hablemos quedamente para que nadie nos escuche
ven, escúchame hablemos de nuestros muebles
tengo una rosa tatuada en la mejilla y un bastón con empuñadura en forma de pato
y dicen que llueve por nosotros y que la nieve es nuestra
y ahora que el poema expira
te digo como un niño, ven
he construido una diadema
(sal al jardín y verás cómo la noche nos envuelve)
[de Poemas del manicomio de Mondragón, 1987]
jueves, 15 de enero de 2009
cosas varias
Y la otra novedad con poema, es que salió ya a la venta la antología que recopila a los participantes del II Recital Chilango andaluz, una idea articulada por Iván Vergara y Javier Villaseñor, que pretende hermanar mediante la poesía las naciones chilanga (en México) y andaluza (en España). Aparece mi poema El informador (de La piel del vigilante). Bueno, pues por medio de esa plataforma fui en 2007 a Sevilla a leer en el pub Perro Andaluz, en una noche curiosa de poesía y bar, mezcla casi perfecta. La antología está bellamente editada por el Cangrejo Pistolero. Esta editorial independiente sevillana realiza unos libros de poesía ilustrados muy bonitos, ya han publicado varias antologías y poemarios como el de Carmen Camacho (Arrojada, 2007) o el doble debut del poeta cordobés Nacho Montoto (Mi memoria es un tobogán/Espacios insostenibles, 2008). En fin, proyectos muy interesantes y necesarios, concebidos desde la lateralidad y los márgenes para ir ampliando el campo de acción y visión de la poesía en estas tierras. Mi apoyo a la plataforma chilanga-andaluza y a El Cangrejo Pistolero, sus autores y su filosofía. Y todo eso en jueves.
martes, 13 de enero de 2009
un poema de Ada Salas
Alza voces remotas. Asalta la morada
de los ídolos. Incendia un corazón
como un paisaje. Arrasa anega
ciega
y la noche al acecho.
[de La sed, 1997]
lunes, 12 de enero de 2009
DOS ESQUELETOS DISPUTÁNDOSE UN ARENQUE (James Ensor)
sábado, 10 de enero de 2009
miércoles, 7 de enero de 2009
SALTO AL VACÍO (Yves Klein)
lunes, 5 de enero de 2009
dos poemas de Juan Manuel Romero
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FRAGMENTOS
Tengo un vaso en las manos.
Tras comer en silencio, tú te has ido a dormir.
El vaso estalla.
Los trozos de cristal, hundidos en el agua
del fregadero, cortan.
Lo inesperado
se convierte en un vaso
que se quiebra en el agua.
Al fondo,
todo lo que se rompe antes de tiempo:
nosotros, esta noche.
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SEQUÍA (Blanchot)
El arroyo se seca
y va quedando sólo un sendero deshecho
con restos de agua pútrida
en los recodos,
como a un cadáver que trasladan
de una cama a otra,
o como la carrera del viejo en el andén
con pasos de humo
igual que todo lo que ya no vuelve.
Soy una parte de lo que se agota,
maleza de mí mismo,
un ciego que, asustado, encendiese una lámpara.
los dos son [de Hasta Mañana, 2008]
sábado, 3 de enero de 2009
La flor de la tortura en Poesíadigital (José Manuel Pons)
Hay muchos modos de conocimiento, maneras en que la verdad se da a conocer, hablando en sentido metafísico -si se me permite el término-, que el hombre ha ido descubriendo o utilizando a lo largo de la historia, y que responden al anhelo por el fundamento de la verdad que inquieta en lo más hondo de su persona. Una de esas fuentes de conocimiento ha sido, desde el principio mismo, "lo trágico" y, junto a él, "la salvación", la promesa y consecución de una meta de sosiego. Lo característico de esta manera de saber es considerar siempre lo que acontece desde una perspectiva desmesurada. En este sentido pertenece al ámbito de lo sublime, compartiendo con él propiedades que no hay que dejar de tener en cuenta para su adecuada valoración. No se puede entender "lo trágico" si no se comprende que nace en la persona como respuesta subjetiva, y si no se admite que no es el único modo de conocimiento que existe, ya que esencial al saber trágico es, entre otras cosas, la disociación de la verdad: hay tragedia precisamente por el conflicto que se da entre dos poderes verdaderos. Ambas coordenadas es bueno tenerlas en cuenta para descargar de exclusividad un conocimiento que no agota la verdad y que sacrifica, sin embargo, algo extraordinario de la persona: la sublimidad humana en estado de naturaleza. Se puede tener experiencia de lo terrible y espantoso, con un conocimiento en nada inferior al alcanzado por el saber trágico, y mantener el ánimo de la vida sereno, sin ser alterado por luchas u obstinados desafíos. Creo que ésta es una alternativa más inteligente, con una incidencia mayor tanto para la persona como para la sociedad. Sirva, pues, de aviso a los navegantes de los mares de la violencia en al arte, tan en boga desde hace no mucho tiempo.
La flor de la tortura pertenece a esta tradición de lo trágico, siendo éste uno de sus méritos mayores. Si la tragedia pone de relieve la grandeza del hombre llevando las posibilidades humanas hasta el extremo y sucumbiendo conscientemente por ello; si su proceso consiste en revelar la verdad y sus límites en todo lo que obra, Raúl Quinto sigue su estela. Nos da en esta obra una propedéutica en la que sólo falta la infinitud propia de lo incomprensible, lo cual no es poca cosa si admitimos que es el paso necesario para que, escapando de la miseria, se alcance la tragedia. Es ésta una de las muchas razones por las que en el cristianismo no puede haber verdadera tragedia. Para el cristiano lo esencial nunca aparecerá en la tragedia. La redención ya se ha dado y se renueva cada vez a través de la gracia. Quinto no recurre al Dios cristiano para superar la tragedia, ni a la visión mítica de los dioses grecolatinos, ni tampoco a la absoluta ordenación ontológica de los dramas indios, sino que ancla sus esperanzas en la idea de una naturaleza humana verdadera. Ahora bien, ¿en qué consiste esta naturaleza y cuál es su fundamento? No es el propósito de La flor de la tortura y, por tanto no se explica. El autor se centra más en grabar a fuego la imagen del dolor y en explicitar sus enseñanzas. Quizá aquí esté uno de los problemas de esta obra: la misma naturaleza de las experiencias del dolor las hace intransmisibles y obliga a vivirlas personalmente y hasta el final.
Raúl Quinto ha escrito un libro bello en el dolor, todavía deudor de los modos de decir del siglo XX, más cercano al intelectualismo "surrealista" del manierismo que al expresionismo barroco, en el que la violencia no es un modo gratuito de repetición de fórmulas, sino una forma eficaz de releer y drenar información. No en vano el correlato objetivo del que se sirve es tanto el arte representado por Günter Bruss, Edith Södergran, el color-field painting, Dream Theater, Sonic Youth, Joy Division, Leopoldo María Panero, entre otros, como diferentes momentos sangrientos de la historia de la humanidad. A diferencia de Haneke, al que se ha querido comparar, Quinto no denuncia la violencia que podemos encontrar incluso en estadios de cultura extremadamente desarrollados, como se evidencia en La pianista del director austriaco, sino que intenta devolverle su verdadero sentido. Para ello, se sirve de todo un campo semántico y de un conjunto de imágenes con este valor connotativo de agresividad. Los poemas están salpicados de escombros, de tormentas, de cuchillos, de espejos rotos, de sombras, de disparos, de silencios, de dolor… pero también de belleza, sobre la base, las más de las veces, de un ilogicismo lingüístico absolutamente coherente con el pensamiento explicitado. Son poemas en que predomina el florilegio verbal comiéndose la página, en que el vacío resalta más detrás de la actitud explícita de llamar la atención. Sin embargo, contrasta con ellos una pequeña serie de poemas de absoluta sobriedad verbal, que suponen un verdadero acierto, así como el uso que hace Quinto del "tú" interlocutor al que se dirigen estos versos. Del mismo modo, cabe celebrar la reflexión metapoética que sustenta muchos de los poemas de este libro, y que espero que el autor desarrolle plenamente para conseguir desembarazarse del lastre finisecular que todavía le acompaña, porque es verdad que el cáncer ya se extiende / hasta la matriz misma del lenguaje. "
José Manuel Pons
jueves, 1 de enero de 2009
CIELO PARA UN MAR (Mahmud Darwish)
CIELO PARA UN MAR
Cielo para un mar. Cielo para que la hija de la mariposa dibuje una madre, cielo para una silla.
Me reconcilio conmigo, aunque el jazmín se retrase. Me reconcilio con el domingo.
Haré descender de tu mano el río para que se desnude y sepa cómo el rayo de sol se torna cuerpo.
Alejaré de ti mi brazo para hacer sentar sobre tus manos, cual niño, esta belleza definitiva.
Cielo para un mar. Mar para la tapia del jardín. Este día es un lecho para mi boda.
Las palomas se posan sobre las insignias del militar. Una enamorada escapa de su amante para tomar un fragmento de sol.
Hoy te amo como nunca te había amado. Espumo la ola del jazmín.
¿Hay algo en la tierra sino la paz?¿Hay algo en la gente sino la alegría? Me reconcilio conmigo
y todos los pueblos entran en los elogios de mi vino… en los olivos de mi arco.
¿Pueden morir los pájaros de plata en un día como este? ¿Puede alguien morir?
[de Menos rosas, 1986]