EXOGAMIA,
Ángel Cerviño, Ed. Liliputienses, Cáceres, 122pp.
En
el prólogo de este libro Benito
del Pliego
nos advierte de que “en el poema nunca hay más allá del poema”
(p.7), y aunque Ángel
Cerviño
(Lezoce, Lugo, 1956) dibuja mapas para refutar esa sentencia, desde
el propio título de Exogamia (que nos llama a las nupcias del poema
con lo exterior al poema), también acaba insistiendo en que la
palabra, y sólo ella, es el centro, el punto de fuga y de retorno.
Porque resulta que más allá de la realidad, o de eso tan oscuro que
llamamos verdad, todos los discursos son equivalentes y todos se
contradicen en el caldo de ese blablablá sagrado que es el
pensamiento y la escritura poética, tan consciente de su precariedad
y de su labilidad.
Exogamia
se articula en torno a sesenta y nueve textos, o más bien con-textos
(por la estructura discursiva que ahora describiremos), cuyos
encabezamientos son citas de pensadores y artistas acerca de la
relación del lenguaje y el arte con la realidad, a los que se suman
a veces notas al pie de página que dotan de profundidad hipertextual
a los poemas, que acaban resultando objetos-collage en, al menos,
tres dimensiones, tal y como señala acertadamente Maurizio
Medo
en el postfacio, relacionándolo con los assemablages
d´empreintes
de Jean
Dubbufet.
El libro se concibe pues como una aventura performativa, a medio
camino entre el arte conceptual y la poesía tradicional: que es
justo el lugar donde se ha situado la figura de Ángel Cerviño desde
sus primeras incursiones en el formato libro. Por su parte, el cuerpo
en sí de los poemas (por resaltar un núcleo en una apuesta que,
como venimos diciendo, se genera a partir de centros múltiples), y
que a veces son cuentos o simples borradores, se halla plagado de
neologismos, hipérbatos y otros juegos sintácticos que extrañan el
discurso sumergiéndonos en fecundas elipsis que contrastan con la
información diáfana de las citas-título. La estrategia
comunicativa aquí, por llamarla de alguna manera, sería la de la
resonancia, por contraste o eco, donde el sentido no es sino la
reverberación de los significados y sus significantes. Una
emancipación del discurso: “déjalo salir/ déjalo que muerda”
(p.27), que al cabo será una emancipación del poder. Me explico:
la palabra (poética) se nos presenta siempre como un quicio
líquido, algo siempre precario y a medio terminar, una “palarva”
(p.105) donde caben todas las posibilidades y donde no debiera haber
imposiciones verticales, y es que, como escribieron en la
Internacional
Situacionista,
“la poesía es el momento revolucionario del lenguaje” (p.33),
una “lengua sin párpado” (p.91) abierta a todo, añade el autor,
porque “hablar por hablar no conoce cercados” (p.71). O sí.
Ángel
Cerviño nos ofrece en Exogamia un viaje para (des)pensar muchas
cosas sobre lo que de verdad pueda haber en cualquier creación
humana, en lo que la poesía pueda balbucear al respecto. Justo eso.
Se nos invita a reclamar nuestra “ración de incertidumbre”
(p.30) frente al peso de las verdades impuestas y unidireccionales.
Y como la base del proyecto es también la contradicción el libro
contiene un prólogo, una explicación final del autor y un
postfacio, amén de varias notas que se empeñan en darnos,
innecesariamente tal vez, las claves del libro. Lo cual acaba
reduciendo la ración de incertidumbre que nos corresponde, aunque se
acaben abriendo otros modos de transitar el espacio poético. Como
sea, es un libro rebosante de inteligencia, que obliga a pensar, y
que nos deja tantas pistas como huellas borradas.
(reseña publicada en el número de noviembre de 2017 de la revista Quimera)
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