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lunes, 6 de julio de 2015

Prohibido escribirlo en Facebook


No se puede escribir en Facebook. No se puede escribir en un sitio en que te leerá tu familia, tus amigos del barrio, quienes ante la primera sensación de domingo de mierda que experimentes te vendrán a decir “¡arriba ese ánimo!” porque claro, ellos piensan que uno es  normal y si supieran lo que realmente uno piensa los asustaría mucho. Nos quedan los blogs. Yo calculo que hoy en día, por tirar una suma prudente, cada blog es leído como máximo por cinco personas. Al menos los de este estilo, vaya uno a saber cuál sería “este” estilo. Esas cinco personas no se conocen con el dueño del blog. Y ese anonimato es saludable. Nadie nos pasará la mano por el pelo para calmarnos, ni abrigarnos con frazadas de amor. No hay caras ni nombres aquí, es como un bar oscuro donde podemos desahogarnos sin tener que llegar mañana a la oficina y alguien nos recuerde “¡como estabas anoche, eh!” Quizás no comenten o dirán lo que se les antoja porque tampoco están expuestos. Los demás lectores ya han migrado al corset de las redes sociales y se olvidaron de esto.
Entonces me despacho a gusto y digo que los domingos por la noche son horribles sin remedio, y me sorprende cómo tanta gente puede no notarlo o hacerles frente con mejores herramientas que las mías. Que ningún acto de fe que podía hacer hasta hoy al mediodía lo puedo sostener ahora. Y no se trata de las particulares condiciones de mis cosas, yo lo vería así aunque Aladino llegara con la lámpara y me pidiera que se la cuidara un rato.
Mc Donald s acertó con el nombre del producto infantil. La “cajita feliz” se parece a la felicidad: es llamativa, hace disfrutar, tiene sorpresas y dura un suspiro. Y a veces después te deja con dolor de estómago, sobre todo los domingos por la noche.

Pero esto en Facebook no se puede decir. O al menos yo no lo quiero decir. Porque la gente arroja consuelos instantáneos,  como el café. Y se preocupan. Y yo no quiero preocupar a nadie porque estoy bien. Es el universo el que funciona raro y eso es notable los domingos por la noche, nada más.

jueves, 4 de septiembre de 2014


Llega un día en que  uno encuentra  lo que buscaba y lo toma. En momentos de oscuridad parece imposible, y visto desde afuera suena posesivo, pero cuando ocurre uno se olvida de cualquier observación ajena, simplemente da un paso al frente y toma lo que estaba buscando.
Puede ser un amor, puede ser un lugar, puede ser una vocación, puede ser todo eso a la vez. Uno va y  toma lo que estaba buscando  como si fuera un arma, o se aferra como a un salvavidas pretendido por muchos pero que sólo puede ser para uno, con una  convicción que cinco minutos antes no se tenía. Ese es el momento, no se puede fallar, ni siquiera titubear, aunque haya que pelear con otros o por otros, aunque todo pueda estallar en mil pedazos. Es nuestro destino el que está en el aire como una moneda que anhela ser cara, no cruz. Pero al destino hay que ayudarlo a caer cara.

Lo que querés está frente a tus ojos, la moneda está volando ¿Qué esperás?

sábado, 14 de junio de 2014

Cine de autor


A veces pienso que el catolicismo es una obra de cine de autor, donde el director termina la peli con Cristo muerto en la cruz. Luego Hollywood compra los derechos porque el libro le parece muy interesante y decide cambiarle el final, algo más norteamericano. Entonces Cristo resucita y nos salva a todos.



martes, 15 de octubre de 2013

Un mero caribeño



Un olvidado profesor dominicano se sube al tren que va hacia La Plata en la Estación Constitución. Elige asiento y muere. Es Pedro Henríquez Ureña y quizás muere porque al destino le gustan las repeticiones. El profesor se encontró con Borges unas noches antes en la avenida Córdoba y habían recordado el anónimo sevillano que dice “Oh Muerte, ven callada como sueles venir en la saeta”. Borges lo contará magistralmente en su cuento “El sueño de Pedro Henríquez Ureña” y dirá que ese diálogo fue profético porque así le llegó la Muerte a Henríquez. A partir de ahí, para muchos de nosotros el dominicano será un personaje más de la mitología borgeana.
Dirá Borges también que algunos países fueron injustos con él. España, que lo consideraba un indiano, “un mero caribeño”;  y Argentina, que lo vio como “un mulato” al que ni siquiera le dio una cátedra universitaria, designándolo apenas profesor adjunto de un hombre de menor valía. Era un aristócrata en su tierra, y un literato que dejó una obra notable. Pero no solamente el autor de "Luna de enfrente" lo valoró aquí. Hubo otro encuentro una noche de Buenos Aires. Una conferencia semidesierta de don Pedro en la “Casa del Pueblo”. Dos jóvenes que llegan tarde e inadvertidos de que en la sala no hay más que un puñado de personas -contándolos a ellos- Dos jóvenes poetas, que esperan la salida del profesor y lo siguen varias cuadras sin animarse a saludarlo. Finalmente lo hacen y entran los tres a un café de la avenida Callao. Allí se habla de literatura. De Ibsen y Tolstoi, autores objeto de la conferencia. Al risueño decir de Borges el profesor lo había leído todo,  y estos dos muchachos pueden dar fe de ello. Apenas habían publicado alguna cosa y sin embargo el maestro los conocía. Debe ser excitante hablar de literatura con alguien que lo leyó todo. Uno de los jóvenes quiere saber sobre personajes semitas en la literatura inglesa. El otro le preguntó por López Velarde, el poeta mexicano, si lo había conocido.

“El bar en esos momentos tenía una sonoridad de piso deshabitado. El mozo vino a llevarse los cafés intactos, después de echarnos una mirada homicida. La madrugada empezaba a desvestirse en la calle”

Cierra el bar y uno de los muchachos, emocionado, le da a Henríquez un beso en cada mejilla. Ya se van el profesor por un lado y los jóvenes por el otro.

-         ¿Qué te pareció?
-         Un santo. ¿Y a vos?
-         Un héroe

Uno de los jóvenes era José Sebastián Tallon, el precursor de la poesía infantil en Argentina y además –no sé si en una suerte de oximoron, ironía o redundancia- boxeador.  El otro, Israel Zeitlin, más conocido como César Tiempo, el verdadero cronista de este relato y al que hubiera querido darle un beso en cada mejilla.  Gracias a don César, puedo bajar por un rato a Pedro Henríquez Ureña del cenotafio borgeano y devolverlo a las calles de Buenos Aires como un mero caribeño tímido, magistral, lector de Todo.







BIBLIOGRAFIA
“El sueño de Pedro Henríquez Ureña” está en “El oro de los tigres” de Jorge Luis Borges (Emecé, 1.972)
La opinión de Borges sobre  el autor dominicano se encuentran en “En diálogo” De Jorge Luis Borges y Osvaldo Ferrari, Edición definitiva (SXXI, 2.005)
 “Con Pedro Henríquez Ureña" se encuentra en “Mi tío Scholem Aleijem y otros parientes”, de César Tiempo (Corregidor, 1.978)

martes, 23 de julio de 2013

Ignorancias


No saber adonde se va es un problema. Y no saber de donde se viene, uno mayor. En general se presentan ambas ignorancias al mismo tiempo.

martes, 25 de junio de 2013

Los muertos laterales


Hay personas que nos pasan por la vida de costado, y cuando mueren, muy de vez en cuando, las recordamos. No se trata de parientes o amigos cuya pérdida nos arrasa. Estos seres dejaron una huella pequeña en nuestros corazones, pero que no se borra. Una tía que en realidad no era nuestra tía sino la tía de alguien querido y que nos invitaba a merendar. O el amigo de un amigo, con quien compartimos partidos de fútbol, o un asado. Personas que al nombrarlas porque llegaban no podíamos menos que sonreír, y al evocarlas, también.

Son nuestros muertos laterales. Actores de reparto en nuestras vidas que dijeron su letra a la perfección y se retiraron de la escena justo cuando el implacable guión lo impuso. Esos que salieron al costado de la foto, tan atrás, que apenas se ven. Esos que muy de vez en cuando, como esta noche, recordamos.

miércoles, 24 de abril de 2013

Más bondad del corazón



Quizás debiéramos dejar de calificar a las personas como buenas o malas enteramente. Tal vez no somos más que el resultado final de una cuenta, donde según la cantidad de acciones virtuosas o injustas hoy somos medianamente buenos, ayer fuimos pérfidos y mañana seremos -si la suerte nos acompaña-  santos. Incluso podríamos ser abyectos esta tarde y benévolos a partir de la medianoche.

Entiendo que esto podría ser otro abuso de la estadística y además de difícil comprobación, a menos que contratemos un contable que vaya apuntando nuestras acciones en el debe o en el haber las veinticuatro horas. No faltará quien diga que la  madera de cada persona es inmutable, pero creo que pensar así es no ver el bosque que se oculta detrás del árbol, si se me permite el exceso arbóreo.

Lo que me entusiasma de tener algún viso de razón es alinear mi epitafio hacia ese norte, previa conciliación de cuentas:

"Aquí yace MSDL, un hombre mayormente bueno"

miércoles, 26 de diciembre de 2012

¿Quien se acuerda de los derechos de los blatódeos?








Nos escribe desde Lima (Pcia. de Buenos Aires) Juan Carlos Cucurachi, ingeniero atómico, para alertarnos sobre la proliferación de cucarachicidas que asesinan mediante un método crudelísimo: atrapar a estos milenarios animalitos de Dios en una superficie adherente, matándolos por inanición. Para decirlo en buen romance y sin ambages, señores: los matan de hambre, los matan. La muerte es lenta y produce escenas desgarradoras, por no decir dantescas: la cucaracha queda pegoteada y aunque se prodigue en movimientos desesperados, son en balde. Cucaracha adherida, cucaracha muerta, que expele en sus postreros momentos una especie de pus blanco a través de la barriga por un tiempo que parece infinito, al menos a los ojos de nuestro experto.


Como ya hemos dicho, la muerte es remolona, tarda en llegar, y permite verdaderos velatorios con el insecto aún agonizante: vienen Mamá Cucaracha e hijos a despedirse del padre, el cual incluso tiene algo de tiempo para organizar los asuntos importantes de la casa, más allá de que luego Mamá Cucaracha los resuelva a su antojo (pero ese es tema para otro opúsculo)


Algunas cucarachas que rozan apenas el campo minado, quiero decir adherido, pueden quedar con medio cuerpo y una hilera de patas pegadas y el resto, no. Incluso ha habido casos de cucarachas ligadas en su zona delantera, y hasta inexplicables casos de cucarachas pegoteadas por la retaguardia, lo que ha provocado no pocas situaciones engorrosas de aclarar. A mayor abundamiento, estos últimos casos son espeluznantes por demás, porque al tener las patitas delanteras liberadas, el blatódeo (no lo digo yo, lo dice wikipedia: Blattodea, del latín Blatta, «cucaracha» y del griego eidés, «que tiene aspecto de») da gritos desesperados procurando mejorar la acústica de sus llamados acercando las referidas patitas a su boca (o sus “piezas bucales masticadoras”, siguiendo a wiki)


El Ingeniero Cucurachi asegura (a mí no me consta) que si uno acerca suficientemente la oreja al insecto así atrapado, advierte una especie de cuchicheo (no confundir con Cucurachi) que el idóneo traduce como “auxilioooo” “auxiliooooo” los cuales dejan a uno hecho trizas, más allá de que en verdad no se entiendan bien y se oigan mal, puesto que se trata de una barata (sinónimo de cucaracha, odio repetirme) y no de Luciano Pavarotti. Agrega el Ingeniero que no hay que exagerar con el acercamiento del pabellón auditivo (la oreja) ya que éste también puede ser víctima del letal preparado, encontrándose uno en tal caso no sólo con la superficie pegada a la aurícula sino, lo que es peor, con una o más cucarachas caminándole por canales, yunques y martillos, y lo que es peor, dejando todo el oído interno pegoteado de por vida.



Por todo lo expuesto, señores, mi advertencia. Una cosa es matar cucarachas por razones de higiene, y otra es regodearse con la matanza, revelando instintos impropios del siglo en que vivimos. Eso, sin mencionar la posibilidad de que -si Ud. cree en la reencarnación- ese bicho pegoteado que dejará fenecer tan espantosamente no sea, ni más ni menos, que un Franz Kafka a punto de escribir “El castillo”.

¡Reflexionen!

sábado, 18 de agosto de 2012

El Señor del anillo




¿Qué conoce Ud. de Julio César, además de que fue un emperador romano asesinado por “impacientes puñales” al decir de Borges? ¿Cleopatra fue su amante? ¿Y de Pompeyo, qué sabe? ¿Qué sucedió en aquella Roma Imperial? ¿Qué pudo haber sucedido? ¿Era Bruto su hijo? ¿Con quién se conectaba César a través de su anillo misterioso? María García Esperón nos lo cuenta magistralmente en imperdibles ciento treinta y cinco páginas editadas por “El Naranjo” con la ilustración maravillosa del Sr. No Quiero: “El anillo de César”
Me gustó mucho el libro porque me emocionó, me enseñó cosas que ignoraba y me hizo ver de otro modo las que conocía, por eso al terminarlo me dieron ganas de buscar más datos en libros como Los Doce Césares, en Internet, en un montón de lados. Es que se trata del Divino César, el hijo de Venus que no ha pasado por este mundo para que lo olvidemos o lo recordemos como el modelo de una escultura. Su epopeya perdura en nuestra memoria, gracias a libros como el de María, quien nos abre la puerta de un mundo de ensueño:
“La tibieza nocturna de la primavera y la irrealidad del Thalameges, también causaban en el ánimo de César sentimientos desconocidos, pensamientos extraños, como si no fuera él quien los produjera, sino otros hombres a través de él. Unos hombres que habían vivido en los países donde el sol nace, que habían perfumado las noches con incienso y habían descifrado la escritura de la arena, que habían caminado hacia el ocaso en busca de la fuente del mar”

Justamente eso que has escrito causa la literatura, María García Esperón: sentimientos desconocidos, dulces pensamientos extraños, que no son producidos por nosotros, los lectores, sino por otros hombres y mujeres que saben descifrar la escritura de la arena a través nuestro. Y los produce también tu anillo de César. ¡Enhorabuena!

(Más información sobre "El anillo de César" pinchando aquí)

sábado, 26 de mayo de 2012

No leer a Borges

Argentina es un país que vive de glorias ajenas y pasadas. Nuestras figuras suelen ser Evita (aunque el jactancioso no sea peronista) Maradona o Messi (aunque el bocón no sepa qué significa off side) y Gardel (no importa que al sujeto el tango le de urticaria)
Sin embargo eso no ocurre con Borges. A Borges no se lo entiende porque Borges es complejo. Y además sus ideas políticas eran tremendas, dicen. No me quejo de la gran mayoría televisiva no lectora porque ella no lee a Borges pero tampoco lee el diario.
En cambio hay algunas personas instruidas, amantes de la literatura, que en una fiesta orgullosamente confiesan no haber leído ni una coma de Borges. Porque no se lo entiende a Borges. Porque las ideas políticas de Borges son terribles. Yo no hablaré aquí de las bondades literarias de don Jorge Luis y que muchísimos trabajos suyos son de lectura simple, o que solamente fue un viejo anarquista quizás algo ingenuo. Si hiciera eso me sentiría como un vendedor de autos usados tratando de sacarse un clavo, y el hombre no se lo merece. Quien quiera no leer a Borges, que no lo lea. Pero para decirlo en términos barriales, jactarse de no leer a Borges es como vanagloriarse de no haber dormido con Mónica Bellucci. Y dejo constancia que a mi la italiana ni fu ni fa. Pero de ahí a enorgullecerme de ello o no aceptarle ni una invitación a tomar café, hay un aleph.








martes, 27 de diciembre de 2011

Diario del año de la peste

Entre los años 1664 y 1666, una plaga asoló a Londres y sus alrededores, dejando más de 70.000 muertos. Posiblemente fue peste bubónica y, desde luego, la mayoría de las personas la atribuyeron a la voluntad divina.

En 1.720 otro brote de peste apareció en Marsella y con ella el temor volvió a reinar en Londres. Un señor apellidado Foe (comerciante de vinos, periodista, estafador, espía y más de una vez encarcelado por deudas) decidió aprovechar el temor popular, como lo hacen nuestros actuales periodistas, comerciantes y estafadores, y publicó un ficticio diario sobre los hechos ocurridos seis décadas antes, firmado por un tal “H.F.”, donde desordenadamente narra anécdotas, da explicaciones científicas, brinda consejos ante futuras epidemias, desenmascara farsantes, y nos recuerda que Dios está en todos los sucesos de este mundo.

Cuenta que cuando en una casa se detectaba la peste se prohibía la salida de los integrantes de la familia, estuvieran infectados o no, lo cual condenaba a muerte a todos sus integrantes; que en algunos casos la aparición de los signos físicos de la enfermedad era inmediata: tumores y carbuncos supurantes; llagas, pústulas y tumefacciones dolorosas que se “curaban” mediante emplastos y cataplasmas y, si éstos no servían, mediante cortes y la aplicación de cáusticos que provocaban dolores insoportables. En otros casos, el infectado no mostraba ningún síntoma y se daba cuenta de su condición un par de horas antes de morir. La ciudad vivió una época llena de solidaridades y mezquindades, de escenas dantescas con carros donde los cadáveres se apilaban sin que nadie pudiera llevar a enterrarlos porque el cochero también había muerto; con miles de personas con recursos huyendo de la ciudad y así desparramando el mal por toda Inglaterra; con los pobres quedándose por no tener adonde ir, contentos de conseguir los trabajos más expuestos y poder llevar comida a sus hogares y con ella, la enfermedad. Gente que por estar aprovisionada de víveres no salió casi nunca de las casas hasta que lo peor pasó. Y todas las noches pletóricas de alaridos, quejidos e invocaciones al Señor.

El Sr. Foe cuenta también historias como esta: “Recuerdo a un ciudadano quien, luego de haber escapado así de su casa en Aldersgate Street o algún sitio próximo, recorrió el camino que conducía a Islington. Intentó entrar en la Posada del Angel, y luego en la del Caballo Blanco, dos albergues que son conocidos desde entonces siempre con los mismos rótulos, mas fue rechazado. Entonces llegó a Pied Bull, una posada que también subsiste con su antiguo nombre. Les pidió alojamiento por una sola noche, afirmando que iba a Lincolnshire y asegurándoles que estaba completamente sano y libre de la peste, la que por entonces aún no había llegado a esos parajes.

Le dijeron que no disponían de ninguna habitación libre, pero que tenían una cama arriba en el desván, y que podían darle esa cama por una noche, pues esperaban a unos ganaderos con reses para el día siguiente; de modo que, si quería aceptar ese cobijo, podría disponer de él, cosa que el hombre hizo. Así pues, enviaron con él a una criada con una candela, para que le mostrara la habitación. El hombre estaba muy bien vestido y aparentaba ser una persona no habituada a dormir en un desván. Y cuando entró en la habitación, exhaló un profundo suspiro y dijo a la criada: “ Pocas veces he estado en un aposento como éste” Pero la criada le aseguró nuevamente que no tenía nada mejor; “Bueno” dijo el hombre, “tendré que arreglarme. Es ésta una época espantosa; pero es sólo por una noche” Se sentó al borde del lecho y pidió a la muchacha que le subiera algo, creo que una pinta de cerveza caliente. Por lo tanto, la criada fue a buscar la cerveza, pero alguna cuestión urgente de la casa, que quizás la ocupó en otra tarea, hizo que lo olvidara; y ya no subió más al desván.

A la mañana siguiente, al no ver aparecer al caballero, alguien de la casa preguntó qué había sido de él a la criada que le había enseñado el camino. “¡Ah!” Exclamó sobresaltada, “me olvidé completamente de él. Me pidió que le llevara un poco de cerveza caliente, pero me olvidé” Ante esto, mandaron, no a la muchacha, sino a otra persona para que subiera a ver, quien, al entrar en el cuarto, lo encontró cadáver, rígido y casi frío, echado en cruz sobre la cama. Tenía las ropas arrancadas del cuerpo, las mandíbulas caídas, los ojos abiertos en la más terrorífica de las expresiones y una de sus manos fuertemente agarrotada sobre la manta de la cama, de manera que era evidente que había muerto poco después de que la criada lo dejase solo”

El autor de este magnífico libro, queriendo aparentar antecedentes nobiliarios que no tenía, se agregó un “De” al apellido originario y también escribió la historia de un marinero perdido al que llamó Robinson Crusoe.

Pero blasones no le faltaron a Daniel Defoe para escribir este Diario del año de la peste: nació en St. Giles Cripplegate, un lugar donde la peste atacó violentamente a sus pobladores, y fue hijo de un carnicero, actividad que por su falta de higiene fue arrasada durante aquellos sombríos años.

Y por supuesto, recomiendo calurosamente su lectura.

ADVERTENCIA: durante la lectura del “Diario…”, este cronista ha padecido fiebre, tos, secreción de humores espesos y pegajosos y aftas en la boca. Lejos de él querer obtener con la descripción de estos síntomas un efecto amedrentador en el posible lector, lo aquí dicho responde a la más pura y objetiva realidad de lo que le sucedió. Por la gracia de Dios se encuentra en franca mejoría y ninguna vinculación le atribuye a lo que en el libro de Defoe se cuenta.

domingo, 10 de julio de 2011

El buen escritor

Un buen escritor no piensa en la comodidad del lector, ni en su necesidad de finales felices. No le preocupa que confundan a su narrador con el autor, ni se empeña en aclarar, explicar o despejar dudas, cabos sueltos, oscuridades, salvo que lo pida la historia. Un buen escritor sólo quiere ser honesto consigo mismo y sabe que el reconocimiento de hoy puede ser el olvido de mañana, aunque a veces de milagro, sucede lo inverso. Un buen escritor huye de los talleres literarios, atajo para vagos que buscan lectoescritura predigerida, y escapa también de la escritura obscenamente catártica y autorreferencial, porque toda literatura lo es sin necesidad de dar nombres, apellidos, fechas de nacimiento y diciendo “yo” cada tres palabras. Un buen escritor va a un psiquiatra en lugar de martirizar a sus sufridos lectores con su día a día, salvo que lo cuente maravillosamente. Un buen escritor no es solemne. Un buen escritor no es el que está dispuesto a dar la vida por la literatura, sino el que es capaz de abandonarla por un buen culo (perdón Bukowski) o para traficar armas en Abisinia. Yo no tengo ninguna de esas condiciones. Eso sí, estoy dispuesto a abandonar mis desasosegados escritos ni bien se me cruce la oportunidad. Pena que Abisinia ya no exista.

domingo, 8 de mayo de 2011

Las regiones inferiores

Me gusta Vila-Matas. Recién lo empiezo a leer y ya me gusta. Me gusta que le guste Gombrowicz y que haya querido ser como él antes de haberlo leído. Y eso justifica que ya disfrute de su escritura, aunque apenas haya leído la mitad de dos de sus libros: eso sí, en simultáneo. Me gusta lo que escribe Vila-Matas y me gusta que a su Doctor Pasavento le gusten Robert Walser y sus regiones inferiores: “Si alguna vez una mano, una oportunidad, una ola, me levantase, y me llevase hacia lo alto, allí donde impera el poder y el prestigio, haría pedazos a las circunstancias que me hubieran llevado hasta allí y me arrojaría yo mismo hacia abajo, hacia las ínfimas e insignificantes tinieblas. Sólo en las regiones inferiores consigo respirar”
Dice Pasavento que “lo que en realidad hacemos cuando caminamos por una ciudad es pensar” y tiene razón. Por lo menos en mi caso. Hoy. Caminaba por Buenos Aires y mientras miraba sin ver pensaba que me gustan mucho las personas que doblan por el costado contrario al de la notoriedad y se refugian en los subsuelos. Ernesto Sótano, le decía socarronamente Borges a Sabato, por su deleite por los túneles y las tumbas, aunque parece que a Don Ernesto le gustaba la superficie más que a Don Jorge Luis. El mismo Gombrowicz se jactaba de su sangre noble, quizás para contrarrestar su timidez. Porque esto no impide que me gusten los autores vanidosos, claro. Pero pienso en Bruno Schulz pintando y escribiendo sin mayor interés de salir de su Drohobicz natal. O en Kafka, ordenándole a su amigo Brod que quemara todos sus escritos. O en Pessoa con su no querer ni poder ser nada. A mí también me gustan las regiones inferiores. Y aunque el talento no tenga nada que ver con la posición en que el escritor se siente en el teatro de la literatura, me siento más cómodo con los que no se matan por un palco, al costo de alejarme un poco de Hemingway, Onetti o Cela, a quien aún no he leído tal vez por eso. A las regiones inferiores las veo allá arriba, en el paraíso del teatro (o gallinero según los que no suben nunca)

Si resulta que Vila-Matas no es así sino solamente es así su Doctor Pasavento, no me importa. Lo que a mi me importa de él es lo que diga en sus libros. Allá, en el paraíso, donde el escenario se adivina más que lo que se ve, Kafka, Schulz, Walser o Borges, hablan poco de sí mismos y de su obra. Porque son tipos comunes cuando no escriben. Artistas que en lo oscuro son como cualquiera de nosotros, los que navegamos anónimamente por las regiones inferiores.




Dedicado a Alejandra Moglia y su excelente blog que me dieron el alerta Vila-Matas.

martes, 25 de enero de 2011

Amor de mi vida

No me gusta cuando alguien le pone nombre al "amor de su vida" ¿Cómo saberlo sino un minuto antes de morir? ¿Y si en ese minuto final aparece un ser tan delicado y sutil que nos enamora como nadie? Nunca sabremos cual fue el amor de nuestra vida hasta que no llegue la muerte.

domingo, 16 de enero de 2011

El ladrón de Norah

Yo que soy borgeano, siempre sentí recelo de Oliverio Girondo. Es obvio darse cuenta de que el hombre de posición acomodada, seductor y poeta era demasiado para Georgie y su platónico amor por Norah Lange, ese de libros y caminatas. Oliverio la conoció en una fiesta en que Norah había llegado acompañada por Borges y fue éste quien los presentó, como indicando a los amantes su destino inexorable. Al rato de conocerse y ya estando uno al lado del otro, se derramó vino de una botella y Oliverio le prometió a Norah

- correrá sangre entre nosotros.

Y corrió la sangre. De la fiesta, Norah se marchó con Oliverio y nunca fue de Borges. Años más tarde se casaron y el autor de El Aleph, eterno perdedor con las mujeres, continuó enamorándose perdidamente de otras damas.
Cometí el error de tomar partido en el asunto sin considerar las elecciones de Norah Lange. Y así, respeté y gusté de la poesía de Girondo, pero siempre comentando que es un poeta menor y sin comparación posible con Borges.
Esta noche me crucé con dos hermosas poesías de Oliverio y decidí que llegó el momento de perdonarle su osadía. Al fin y al cabo, creo que Dios fue justo en el reparto: para Oliverio Norah, unos versos eficaces, dinero. Y a Borges le reservó la soledad, la ceguera, la inmortalidad.

Claro que no les preguntó a ellos qué hubieran querido elegir.





Puedes juntar las manos

La gente dice:
Polvo,
Sideral,
Funerario,
y se queda tranquila,
contenta,
satisfecha.
Pero escucha ese grillo,
esa brizna de noche,
de vida enloquecida.
Ahora es cuando canta
Ahora
y no mañana
Precisamente ahora.
Aquí.
A nuestro lado...
como si no pudiera cantar en otra parte.
¿Comprendes?
Yo tampoco.
Yo no comprendo nada.
No tan sólo tus manos son un puro milagro.

Un traspiés,
un olvido,
y acaso fueras mosca,
lechuga,
cocodrilo.
Y después...
esa estrella.
No preguntes.
¡Misterio!
El silencio.
Tu pelo.
Y el fervor,
la aquiescencia
del universo entero,
para lograr tus poros,
esa ortiga,
esa piedra.
Puedes juntar las manos.
Amputarte las trenzas.
Yo daré mientras tanto tres vueltas de carnero.


DICOTOMÍA INCRUENTA

Siempre llega mi mano
más tarde que otra mano que se mezcla a la mía
y forman una mano.

Cuando voy a sentarme
advierto que mi cuerpo
se sienta en otro cuerpo que acaba de sentarse
adonde yo me siento.

Y en el preciso instante
de entrar en una casa,
descubro que ya estaba
antes de haber llegado.

Por eso es muy posible que no asista a mi entierro,
y que mientras me rieguen de lugares comunes,
ya me encuentre en la tumba,
vestido de esqueleto,
bostezando los tópicos y los llantos fingidos.





Agradezco a Incal, del blog Usa el reflejo, este reencuentro con Oliverio

viernes, 31 de diciembre de 2010

Actitud Cleopatra


Observando a cierta sujeta esta noche intuí una actitud Cleopatra. No me refiero a la gran urdidora de intrigas palaciegas sino a lo que por lo menos a mí me ronda en la cabeza cuando pienso en Cleo: una mujer recostada que come lánguida, sensualmente manjares increíbles. Con la mano izquierda los toma, mientras el brazo derecho se pierde al costado de la cabeza, como posando para un pintor inexistente.

Claro que Cleopatra es impensable sin un Marco Antonio dispuesto a pelearse con el mismísimo Augusto y toda Roma por ella, por sus encantos, por sus favores.

Les deseo a todos ustedes una actitud Cleopatra para el 2.011. Disfruten todo lo que les sea posible, después veremos qué hacer con las amenazantes legiones romanas. Si la figura les resulta demasiado placentera para los tiempos que nos toca vivir, es posible también una actitud Marco Antonio, llegando locamente hasta el final de las cosas por ella, y, si la fiesta termina mal, hasta el fondo de la propia espada también.

Que el mundo es difícil, la vida es corta, pero la imaginación y algunos goces, ilimitados.

Dejo algunas músicas pro 31 y….feliz 2.011!!!

sábado, 4 de diciembre de 2010

Sábado de gloria

¿Hay algún momento más lindo que el sábado al mediodía? ¡Para mi que no! Los negocios esperan a los clientes con alegría. Nadie parece estar triste y si el día acompaña nos podemos tomar un cafecito en la vereda del sol.
La noche de sábado promete sueños que tal vez no se cumplan, pero mientras la esperamos podemos sentirnos jóvenes, optimistas, casi casi inmortales.

Total mañana será otro día -más precisamente domingo de ceniza- y ya tendremos tiempo de sabernos breves, pequeños, grises.
¡Aprovechá el sábado! ¡Usá esa sonrisa abollada que tenés en el bolsillo! Que si te la ponés seguro que llama a la hermana risa y, si tenés suerte, la vida te de un beso. Y sabemos como son los besos de sábado. No son besos de madre, no son como el beso de Judas. Ni siquiera un besamanos. Son besos diferentes.
¡Porque hoy es sábado!

sábado, 20 de noviembre de 2010

¿Cómo le gustan los huevos?


Leyendo un poco de cada cosa encontré un par de anécdotas ovoides que quisiera compartir con ustedes:

“El largo intervalo entre el enigma y su respuesta puede traer a le memoria del lector una vieja historia de Joe Miller, en la que un viajero, aparentemente persona inquisitiva, al cruzar por una barrera de peaje dijo al cuidador: “A usted, ¿cómo le gustan que le preparen los huevos?” Sin esperar respuesta, se alejó cabalgando; pero veinticinco años después, al pasar a caballo por el mismo sitio, que era vigilado por el mismo individuo, el viajero miró a éste con fijeza y recibió como respuesta: “Escalfados” (Thomas de Quincey, “La esfinge tebana”)

“Sirven un plato de huevos y la dueña de casa pregunta a Marcelo T. de Alvear:
- ¿Les pone sal?
- No, señora
- ¿Les pone pimienta?
- No, señora
- ¿Les pone mostaza?

- No, señora
- Pero, ¿qué les pone a los huevos?
- Talco, señora, talco"

(Recogido por Adolfo Bioy Casares en “De jardines ajenos”)

Tal vez quieran saber cómo me gustan los huevos. Yo diría que ilesos. Es que si no los comemos, veremos que adentro de cada gran huevo siempre se encuentra un gran pollito, con toda una vida por delante y que tal vez podría ser un genio si no fuera porque insistimos en incorporárnoslo. Ahora, si están pensando que soy un rompe ilusiones y que debo poner mis pensamientos sobre la mesa de una vez, contestaría que fritos, duros o pasados por agua, me gustan por igual. ¿Y a Ud?.

jueves, 7 de octubre de 2010

Mis problemas con El Principito

Es delicado meterse con una historia tan bella porque se hieren sensibilidades extremadamente sensibles. Señores, Señoras, odio El Principito . No hay confusión, me refiero a la hermosa historia de Saint Exupéry. ¿Y cómo odiar algo bello? Bueno, Bette Davis era bella y muchos la odiaban, ¿no?
Tengo mis motivos. El otro día hablando con un amigo salió el tema de mi aversión a El Principito, pero no las razones. Es cierto que cuando me traen una cita “principesca” me gustaría tener un Winchester a mano, aunque la referencia no sólo sea adecuada sino también eficaz.
Me resulta increíble no haberme percatado antes de mis traumáticas razones para detestarlo, y quisiera exorcizarlas con ustedes. Tal vez, luego de eso, lo ame.

En los años setenta yo leía historietas y luego comencé con los libros. Mi tía Nena (en realidad, Elmida, en realidad, tía de mi padre) me regalaba unos libros fabulosos: recuerdo Sandokán, La Isla del Tesoro, Ivanhoe, algunos de Verne y Robinson Crusoe. Era culta la tía Nena (alguna vez hablaré de ella, maestra jubilada y soltera que siempre esperaba un candidato mejor que el que se le presentaba, era bellísima además) Me elegía bien los libros. ¡Me encantaban sus libros de aventuras!
Un día vino con El Principito y me imaginé una historia al estilo Robin Hood. Y me encontré con un niño tristón en un miniplaneta. Me daba claustrofobia que viviera en un lugar tan chiquito y oscuro, que no era una casa sino… ¡todo un planeta! Me mareaba verlo boca abajo allí en su planeta desolado. Ganas de llorar. No mejoraba con la serpiente ni con el elefante. Tampoco con la rosa. No me interesaban las alegorías, yo quería acción. La desilusión fue tremenda. Me imagino que la de Tía Nena también. Nunca lo terminé y siempre sentí que era uno de esos libros que hay que leer. Lo olvidé. Lo perdí.

En los años ochenta estaba noviando con una chica que no vivía en Buenos Aires. Una maravilla. Pero hubo un detalle trágico. Se vino para aquí. Y así nos conocimos mejor. Un día la cito para hablar con ella. Le explico que no podíamos seguir. Se puso a llorar, me dijo que el final la tomaba de sorpresa, que por qué y que cómo era posible. Que me había traído un regalo, que quería dármelo de todos modos. Me negué todo lo que pude. Finalmente lo acepté. Estaba empaquetado, pero era fácil advertir que se trataba de un libro. Mientras seguía llorando esperaba ilusionada. Lo abrí. ¿Hace falta que les diga qué libro era? Yo creo que el niño con cara de ángel se reía de mí en la portada. Culposamente lo agradecí, pagué los dos cafés y nos fuimos, ella por un lado, El Principito, mi culpa y yo por el otro.
A veces buscando otra cosa me lo tropiezo en la biblioteca. Me sigue mirando desde la portada, arriba de su miniplaneta y con el moñito rojo puesto. Y mi inquina permanece. No es su culpa. No es culpa de ustedes, que seguramente lo aman y de vez en cuando me envían una cita a modo de comentario. Quizás ahora que largué el rollo lo quiera un poco. Pero por favor, no me lo citen. Porque además sospecho que casi nadie lo lee y van directo a los “grandes momentos” que otro ha seleccionado. Díganme que hay cosas importantes pero no que “lo esencial es invisible a los ojos”, que es hermoso pero me enceguece. No me hablen de la rosa amorosa, o disparo. Igual, ya sé que harán lo que quieran. Es más, para embromarme, les imagino un montón de citas principescas…

miércoles, 8 de septiembre de 2010

Demagogia bloguera (o el vómito de Dios)

He notado -no sin sorpresa- una pequeña corriente de blogueros que mientras escriben sus entradas nos alertan acerca de que mejor que leerlos es estar viviendo la vida, ya que no habría vida en los blogs. Y así, en lugar de estar subidos a la computadora buscando lectores, lecturas, amigos, amores o lo que cada uno busque, en forma virtual, lo ideal sería estar "viviendo"
Amablemente digo que encuentro esa postura hipócrita, demagógica, descalificadora y paternalista con los lectores del mundo blog. Y no sigo adjetivándola porque es un día hermoso en Buenos Aires y estoy de excelentísimo humor (oigo los pájaros desde mi ventana)
Que una persona encabece su post advirtiéndonos de que en realidad es mejor estar en otro lado en lugar de leerla es como ir anunciando apoyo a la ecología desde un camión que expulsa gases tóxicos por izquierda, por derecha, por atrás y por delante; o que la persona que deseamos nos diga lacónicamente que en realidad XX es mejor que ella, con lo cual nos convierte en unos auténticos imbéciles con un ramo de flores en la mano.

Me pregunto cómo será "no vivir" mientras estamos blogueando. ¿Se suspenden nuestras funciones respiratorias, circulatorias, mentales? ¿dichas funciones son recuperadas al apagar el ordenador? Pienso que se está confundiendo a la herramienta con el uso equivocado o desmesurado de la herramienta: y así, como hay un idiota que está subido a la red 28 horas por día, es mejor que nadie lea blogs, o mejor que lo haga cuando no tiene nada más útil que hacer, que sería algo así como hacerlo en sus momentos de no vida. Yo subiría la apuesta y recomendaría no beber ni una gota de alcohol porque existen los borrachos. Que nadie tenga sexo porque hay personas que no se cuidan. Es más, desalentaría el uso de los martillos porque hay uno que otro loco que se lo da por la cabeza a alguien.
No me gusta cuando me recomiendan cómo no debo perder mi tiempo, sobre todo cuando me lo dice la persona a quien voy a dedicárselo. Lo mínimo que pretendo del dueño de un blog es que lo escriba con el corazón, no con su intestino grueso. No quiero que me pase tristemente la mano por la cabeza diciéndome que lo que voy a leer es una tontería y que estaría mejor en otro lado, viviendo. Eso lo decido yo.

Pero... ¡cuidado! lo mismo exijo de mí y de mis lectores. Pretendo mínimamente que suspendan, interrumpan o pospongan cualquier actividad si se han percatado de que La Menor Idea actualizó. Y si hace falta se lo digo a los gritos. Por ejemplo:
1) ¿Está a punto de hacer el amor con la persona de sus sueños, quien suplica su presencia inmediata en el lecho amoroso? ¡Que espere! incluso podría aumentar la pasión, no tanto por el contenido de lo que lea aquí sino porque la prolongación de la llegada del placer, como todos sabemos, es igual o mejor que el placer mismo.
2) ¿Está por comer su plato favorito y podría enfriarse? ¡Qué se enfríe! Al fin y al cabo lo único que hace es incorporarse mecánicamente su mismo plato favorito casi todos los días, y ya debería estar harto de él.
3) ¿Lo esperan en el quirófano para operar o ser operado? ¿Qué hacen cinco minutos más? Podrían ser los últimos. Dedíquemelos a mí o a su bloguero favorito.
4) ¿Sus niños quieren jugar con Ud.? No sienta culpa, que esperen. Recuerde que hace diez minutos pensó seriamente en abandonarlos en la vía pública.

No seamos livianos, pongámosle pimienta a lo que hacemos, ¡por favor! Aquí en La Menor Idea ponemos todo, aunque este todo sea una nada para la mayoría, y además tengan razón.

El Apocalipsis del Apóstol San Juan dice “Conozco tus obras: ¡no eres ni frío ni hirviente! Así, porque eres tibio, voy a vomitarte de mi boca” (3:14)
A los tibios los vomita Dios y no debemos ser el vómito de nadie, ni siquiera el vómito de Él. Antes que tibio, frío, y antes que frío, caliente. Aunque de tan caliente me queme, aunque quiera decir que estoy en el infierno.

Por último, para los que crean que me extralimité con el asunto, quisiera justificarme con el pensamiento de un improbable Ortega y Gasset, tal vez borracho: “No fui yo. Fue mi circunstancia”


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