domingo, 28 de junio de 2020

No es “quién”, es ¡qué!



La ansiedad moderna se sustenta, fundamentalmente, en pre - ocupaciones por cosas que jamás sucederán.


Elemento, más otro elemento, distorsión del primero.

Inevitablemente, ¡otro resultado! En química…

En la vida… ya la cosa cambia. Si la suma de dos produce el resultado esperado, ¡miel sobre hojuelas!

Si no es así, ¡¡valle de lágrimas!!

No es difícil observar que la mayoría de la gente, la humanidad en su conjunto, parece encontrarse en el segundo caso más que en el primero.

¿Responsable de esto?… ¿La gente?… ¡Desde luego que no! O por lo menos no en esencia…

¿Quién pues?

No es “quién”, es ¡qué!

¡Hable pardiez! Parece un mago creando ambiente para sacar un conejo de la chistera…
(-)
─… ¿Qué es esto?
¡Un guion!
¿Y?…
Es el elemento segundo… El añadido. ¡Con la salvedad de que en este caso, no es distorsionante, al contrario, su presencia es liberadora.
Lo que nos faltaba, no solo conejos y chisteras sino que también adivinanzas. ¡Explíquese!
Permítame:
.- “ocupación”. Elemento primordial.
.- “pre”. Elemento añadido. Cuyo resultado es altamente distorsionador en la “ocupación”. Ya que la suma de los dos da “pre-ocupación”.
.- “(-)”. ¡Elemento liberador! Pues permite que la combinación “pre-ocupación” pierda su distorsión… El “pre”. Y quede la esencia natural de la cosa…
¡La simple ocupación necesaria y liberadora ("me ocupo de cada cosa y en su momento y esencia real, y no tengo en cuenta la pre-ocupación inútil y limitadora").
¡No podría negarse que parece carecer usted de pre-ocupaciones!…
Pues sí… Mis ocupaciones, según surgen, me impiden enredarme en preocupaciones previas e inútiles!
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Algunos psicólogos afirman que la ansiedad moderna se sustenta en cinco categorías de preocupaciones, cuatro de las cuales son imaginarias y solo la quinta se refiere a preocupaciones que tienen una base real, pero estas ocupan solamente el 8% del total de nuestras preocupaciones cotidianas. En otras palabras: somos auténticos maestros en el arte de preocuparnos por nada.
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viernes, 19 de junio de 2020

No solo era eso...

En realidad no es difícil ser sencillo, pero sí es cierto que no es fácil.


Dos personas sentadas delante de mí en el autobús iban comentando sobre algo que llamó mi atención. Una le decía a la otra algo sobre el VIA T… Pequeño lector electrónico que muchos vehículos llevan adherido al cristal delantero. Y que permite que al pasar por los peajes de las autopistas no tengas que detenerte a pagar o recoger tiket.

Entendí que la que hablaba le comentaba a la otra que había cambiado de entidad bancaria. Y por ello había indicado que le diesen de baja el VIA T que ésta le proporcionó en su día. Y solicitado a su vez, un mes más tarde, uno nuevo a su nueva entidad.

En ese intervalo y antes de recibir su nuevo lector, había comprobado cómo al acercarse al peaje la barra se levantaba automáticamente. Ello era debido a que todavía conservaba en el vehículo el antiguo Via T. Llamó a la Diputación de su Comunidad para que le diesen de baja por si el banco anterior no lo hubiese hecho. Le dijeron que a su nombre no les constaba nada.

En ese tiempo solo usaba la autopista en un tramo gratuito de pocos kms debido a la poca movilidad permitida por la crisis sanitaria. Por lo cual no le causaba mayor problema la utilización “in-adecuada” del aparatito en cuestión.

¡Tenía en su poder una “llave gratuita” que permitía el uso de las autopistas de pago sin coste alguno!

Su primer banco le advirtió, cuando les comunicó esta incidencia, que dicho VIA T seguiría “activo”, electrónicamente, a pesar de estar dado de baja durante un tiempo… Había pasado más de un mes y seguía…

¿Qué hacer?… ¿”Aprovechar” el “chollo” mientras durase? ¿Dejarlo en casa y utilizar el nuevo, éste ya de pago? ¿Ser honrado, y “tonto, devolviéndolo. O listo y “a quien Dios se la dé San Pedro se la bendiga”?

Le oí afirmar con naturalidad, y determinación, que lo había dejado en casa e incorporado el nuevo.

Que sí, qué cómo no no se le había pasado por la cabeza el seguir “aprovechándose” de algo que, al fin y al cabo, no perjudicaba mayormente a nadie… Y que no lo había hecho no por un sentido de honradez coloquial, que también, sino por algo mucho más simple y natural.

¡El Orden!

¡El Orden que regía su vida desde hacía ya mucho tiempo! Ese Orden que no era de este mundo… (“Estáis en el mundo pero no sois del mundo.” Jesús a sus discípulos.) (¡Qué comprenda quién tenga la intención de comprender! Jesús.)

¡Ese Orden que requería que todo estuviese equilibrado! ¡Y por ello no cabía “aprovecharse” de nada!

La palabra “aprovechar”, en un sentido profundo, real, denota carencia, limitación, ansia por algo que hay que “aprovechar”. Pues si no se “aprovecha”, ¡se pierde!

Y comprendí lo que aquella persona quería significar. Él y el Orden, de alguna manera, eran Uno. (¡YO y el padre somos Uno! Jesús.)

Y recordé las palabras de un amigo que solía repetir que: “Hay un Orden y un “ordencito”.

Este último, cuyo exponente más gráfico es el “orden” actual que campa por el mundo en todas sus vertientes, es el resultado de la aplicación del “libre albedrío” de la humanidad.

miércoles, 10 de junio de 2020

¿cuatro y dos o dos y uno?




Al correr las cortinas y salir de la ducha, contemplé en el espejo cuatro frascos de colutorio para enjuague y dos tubos de dentrífico. Y un pensamiento anidó en mí…

¡Lo real y lo aparente!

¿Había cuatro y dos o solo dos y uno? ¿Son relevantes ambas cantidades?

¡«Perogrullo» diría que no/sí!

No, porque en realidad solo había tres artículos. Y sí, porque en apariencia había seis.

Si hiciese una fotografía de los seis artículos cuidando el detalle de que no pareciese que tres se reflejaban en un espejo, y se la enseñase, por ejemplo, a un niño pequeño, es más que probable que dijese que había seis. ¡¡Y tendría razón!!

¡Él cuenta seis, para él hay seis y esa cantidad condiciona su vida/realidad!

Y sin embargo, los que sabemos, los adultos, los que distinguimos lo real de lo aparente, diríamos que solo hay tres unidades. ¡¡Y también tendríamos razón!!

Me sirve este ejemplo, real en sus dos vertientes, la del niño que no percibe tres sino seis, y la nuestra como adultos que se supone que sabemos, para plantearme lo siguiente: ¿cuántas apariencias de mayor profundidad vemos/vivimos… y confundimos con lo real?

Muchos dirán que pocas o ninguna. ¡Y tendrán razón!

Pero esa razón es relativa, y puede que no cierta, pues aplican la visión lógica del niño… Que en la sencillez de su análisis, aprenderá con los años, puede, ve seis donde solo hay tres.

─¿Conclusión?… Que casi todas las semanas nos trae alguna adivinanza.
¡Sencilla! ¿Podría asegurar, con la misma convicción que el niño, que lo que ve, percibe, vive, es lo único real en su vida?
─...
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La natural "sencillez" de las amapolas parece contrastar con la "complejidad" del ser humano.

Ambos surgen en el mundo en iguales condiciones... Pero no parecen seguir la misma senda en sus vidas.
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lunes, 1 de junio de 2020

¡Qué horror!


Tenía una entrada escrita desde el viernes que esperaba publicar hoy… ¡Pero va a ser que no! ¡No la encuentro. No debí guardarla adecuadamente! Ello hace que, no contando con esta pérdida y sí con el trabajo que creía hecho..., mis musas se hayan ido de paseo.

¡Qué horror! ¿Y ahora qué hago, qué digo?… No se me ocurre nada. Y tampoco tengo ganas de buscar tema.

Por ello me hago eco de unas palabras que he leído esta mañana y han dejado huella… Quien las escribió sabía lo que quería decir!

...esa serena tranquilidad de los viajeros del mundo, esos que aprendieron, que las piedras y los charcos del camino también son parte del paisaje, que las flores y el agua cristalina, no se encuentran en todo momento, pero que en este viaje (de la vida) todo es valioso, cuando se sabe apreciar.”

Las dejo aquí como oasis de peregrino ante tanta sequía como se aprecia por doquier, ante esta crisis sanitaria que parece haber secado pensamientos y  sentimientos naturales.... Las dejo como semillas de sonrisas. Que cada quien, según sea o quiera, sepa hacer florecer en su entorno y vida.